Versículo para hoy:

lunes, 27 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

3.    EL TIEMPO EN EL QUE HAY PROBLEMAS EN LA IGLESIA

Cuando la Iglesia es oprimida y está a punto de perecer en las olas de la persecución como la barca en la que estaban Jesús y los discípulos, hay almas buenas que también se preparan para naufragar en las olas de sus propios temores.

Es verdad que la mayoría de las personas necesitan más las espuelas que las riendas en este caso, sin embargo algunos se sientan desanimados bajo el sentir de los problemas de la Iglesia. La pérdida del arca le costó su vida a Elí (1 Samuel 4:16-18); la triste situación en la que estaba Jerusalén hizo que la expresión del buen Nehemías cambiase en medio de todos los placeres y comodidades de la corte (Nehemías 2:1-3).

Pero aunque Dios permite, e incluso ordena el conmoverse por estas calamidades, y llama en tales tiempos a "gemir, llorar y vestirse de cilicio", amenazando con severidad a los insensibles, no le agrada vernos sentados bajo el enebro como el compungido Elías: "Basta ya, oh Señor, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres" (1 Reyes 19:4). No: podemos y debemos ser gimientes en Sión, pero no atormentarnos a nosotros mismos; podemos quejarnos a Dios, pero no quejarnos de Dios (ya sea por el lenguaje o las acciones).

Preguntémonos entonces cómo los corazones sensibles pueden ser aliviados y sostenidos cuando se ven desbordados con el pesado sentimiento de los problemas de la Iglesia. Es cierto que es difícil para el que tiene su gozo preferente en Sión, guardar su corazón de hundirse bajo el sentir de sus problemas; sin embargo debe y puede hacerse mediante el empleo de direcciones que establezcan el corazón, como las siguientes:

EN PRIMER LUGAR, establezcamos esta gran verdad en nuestro corazón: ningún problema cae sobre Sión sin permiso del Dios de Sión, y Él no permite nada que no vaya a traer finalmente mucho bien sobre su pueblo. El consuelo puede derivarse de reflexionar en la voluntad de Dios, que permite y ordena. "Dejadle que maldiga, pues el Señor se lo ha dicho" (2 Samuel 16:11); "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba" (Juan 19:11).

Debería calmar mucho nuestros espíritus saber que es la voluntad de Dios que lo soportemos, y que, si Él no lo hubiese permitido, nunca sería como es. Esta misma consideración calmó a Job, Elí, David y Ezequías. Que el Señor lo hubiese hecho era suficiente para ellos, y ¿por qué no habría de ser suficiente para nosotros? Si el Señor quiere arar la Iglesia como un campo, y sus piedras yacen en el polvo, si es su agrado que el Anticristo muestre su furia durante aún más tiempo y fatigue a los santos del Altísimo, si es su voluntad que haya un día de tribulación, de pisoteo por el Señor de los ejércitos sobre el valle de la visión, que los malvados devoren al hombre más justo que ellos ¿qué somos nosotros para contender con Dios? Lo adecuado es que acatemos esa voluntad cuando se presente, y que Aquel que nos hizo disponga de nosotros como le plazca. Él puede hacer lo que le parezca bien sin nuestro consentimiento.

¿Acaso el pobre ser humano está en el mismo terreno para que pueda capitular con su Creador, o para que Dios le dé cuenta de cualquiera de sus asuntos? Que estemos contentos, sin importar cómo Dios pueda disponer de nosotros, es tan razonable como que seamos obedientes, sea lo que sea que Él nos requiera. Pero si llevamos este argumento más lejos, y consideramos que todo lo que Dios permite al final acaba resultando en un bien real para su pueblo, esto calmará nuestros espíritus mucho más.

¿Se están llevando los enemigos lo mejor del pueblo a la cautividad? Parece una providencia desesperante, pero Dios los envía allí por su bien. ¿Está tomando Dios a los Asirios como una vara en su mano para azotar a su pueblo? El objetivo de hacer eso es que "el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sión" (Isaías 10:12). Si Dios puede traer mucho bien de la mayor maldad del pecado, mucho más puede hacerlo con las aflicciones temporales, y que lo hará es tan evidente como que puede hacerlo. Ya que es inconsistente con la sabiduría de alguien común, permitir que algo que podría evitar si quisiera, acabe con su gran diseño, ¿cómo se puede imaginar que Dios, que es más sabio, hiciera algo así?

Como Lutero dijo a Melanchthon, también digo: "Deja hacer a la infinita sabiduría y poder", porque por este todas las criaturas se mueven, y todas las acciones se guían en referencia a la Iglesia. No es nuestro trabajo gobernar el mundo, sino someternos a lo que Él hace. Los movimientos de la providencia son todos juiciosos, las ruedas están llenas de ojos: es suficiente saber que los asuntos de Sión están en buenas manos.