Versículo para hoy:
martes, 31 de marzo de 2020
31 de marzo - La oración significante - Ray Stedman
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Existe una poderosa relación entre
ponerse toda la armadura de Dios y orar. Estas dos cosas deben de ir juntas;
de hecho, la una se produce como resultado de la otra. No basta con ponerse
la armadura de Dios; es preciso que además ore usted. Pero tampoco basta con
orar, sino que es necesario que se ponga usted la armadura de Dios. Es
imposible separar estos dos conceptos. El ponerse la armadura es
esencialmente algo que se hace en relación con la esfera de sus pensamientos.
Es ajustar su actitud y su corazón a la realidad, a las cosas tal y como son.
Es pensar y examinar a fondo las implicaciones del hecho que pone de
manifiesto la revelación. Esto es siempre algo que es necesario hacer al
intentar enfrentarnos con la vida.
El apóstol no invierte esto,
diciendo: “Primero ore usted y a continuación póngase la armadura de Dios”.
Eso es lo que intentamos hacer, y es por eso que nuestra vida de oración es
tan débil, tan impotente. Existe una gran ayuda práctica aquí si seguimos con
todo cuidado el orden diseñado en las Escrituras. Creo que la mayoría de los
cristianos confesarían que no se sienten satisfechos con su vida de oración.
Sienten que es inadecuada y tal vez no tan frecuente como debiera ser. A
veces nos debatimos, intentando mejorar la calidad así como la cantidad de
nuestra vida de oración. Algunas veces adoptamos horarios que intentamos
mantener o largas listas de nombres, proyectos y lugares que intentamos
recordar en oración. En otras palabras, empezamos con el hacer, pero cuando
hacemos esto estamos empezando por el lugar equivocado. Donde debemos de
empezar no es haciendo, sino pensando.
La oración sigue al ponerse la
armadura de Dios. Es el resultado natural y normal. No estoy sugiriendo que
no haya lugar para la disciplina cristiana; claro que lo hay. No estoy
sugiriendo que no vayamos a necesitar hacer uso de nuestra voluntad, ponerla
en acción y seguirla en su totalidad. Por supuesto que existe esta necesidad,
pero el lugar en el que debiera estar la disciplina no es en orar primero,
sino en “ponernos la armadura de Dios”. Primero, piense usted atentamente en
las implicaciones de nuestra fe, y a continuación la oración fluirá de una
manera natural con mucha más facilidad. Cuando aparece en este orden, es una
oración meditada, una oración que tiene un propósito y significado.
Este es el problema con una gran
parte de la manera de orar que tenemos hoy. Es menos profunda, un tanto
superficial. A veces nuestras oraciones apenas si son algo más sencillo que
las oraciones infantiles: “Ahora me acuesto a dormir. Te pido Señor que
guardes mi alma”. ¿Qué es lo que se necesita? La oración debe de ser el
resultado de las cosas en las que pensamos muy en serio y de las
implicaciones de la fe. Esto añade profundidad, sentido y significado a la misma.
Así que la oración debe ser directa y con un propósito.
Si examina usted todo el contenido
de las enseñanzas de la Biblia sobre este gran tema de la oración, descubrirá
que bajo toda la presentación bíblica se encuentra la idea de que la oración es
tener una conversación con Dios. Lo que el apóstol está diciendo es: “Después
de que se haya puesto usted la armadura de Dios, después de que haya usted
pensado a fondo acerca de las implicaciones de su fe de las diferentes
maneras que hemos sugerido con anterioridad, entonces háblele a Dios.
Dígaselo todo, háblele de sus reacciones, dígale cómo se siente, describa la
relación con la vida que le rodea y pídale a Él lo que necesite”.
Perdóname por la manera en que he
visto la oración como si fuese algo insignificante y opcional. Ayúdame a
tomarla en serio y a darme cuenta que has hecho de ella mi punto de contacto
contigo. Enséñame a orar.
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Aplicación a la vida
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¿Tenemos que estar esforzándonos
para orar, o sentimos que oramos de manera poco frecuente o inadecuada, o nos
damos cuenta de que nuestras oraciones son realmente superficiales? ¿Cómo
podemos hablar con Dios de una manera real y significante?
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lunes, 30 de marzo de 2020
30 de marzo - La espada del espíritu - Ray Stedman
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En este versículo, “la palabra de
Dios” no se refiere a la Biblia completa. Hay dos palabras que se usan en las
Escrituras para “la palabra de Dios”. Una es la palabra familiar logos,
que se usa en el primer versículo del evangelio de Juan: “En el principio era
el Verbo (Logos), el Verbo (Logos) estaba con Dios y el Verbo (Logos)
era Dios (Juan 1:1). Después tenemos otra palabra,rhema, que es
diferente en su significado. Logos se refiere a todo lo que
Dios ha declarado, la declaración total de lo que ha dicho Dios. Rhema se
refiere a un dicho concreto de Dios, a un pasaje o un versículo que tiene una
aplicación especial a una situación inmediata; para usar un término moderno,
es la palabra de Dios aplicada a la experiencia, a nuestra existencia.
Rhema es la palabra que se usa aquí. La “espada
del Espíritu” es el dicho de Dios aplicado a una situación concreta. Esta es
la gran arma puesta en las manos del creyente. Tal vez todos nosotros hemos
tenido cierta experiencia en lo que se refiere a esto. Todos hemos leído
pasajes de las Escrituras en los que de repente las palabras dan la impresión
de cobrar vida, como si tuviesen carne y huesos, como si saltasen de la
página a nosotros o como si les saliesen ojos que nos siguiesen por todas
partes que fuésemos. Tal vez hayamos experimentado esto en algún momento de
tentación o de duda, al vernos asaltados por lo que Pablo llama “los dardos
de fuego del maligno” (v. 16). Pero ha sido contestado de inmediato por un
pasaje de las Escrituras que nos vino a la mente, algo en lo que no habíamos
pensado ni mucho menos, pero que suplió la respuesta que necesitábamos. Es
por ello que a esto se le llama “la espada del Espíritu”, debido a que no
sólo es algo originado por Él como el autor de la Palabra, sino que es el Espíritu
el que hace que nuestra mente se acuerde de ello y hace que sea poderoso en
nuestras vidas. Es Su respuesta al ataque del demonio, que viene a
desanimarnos, a derrotarnos, a atraernos, a engañarnos o a seducirnos de
alguna otra manera.
Pensando acerca de cosas que han
sucedido en mi vida en el pasado, soy consciente de muchas veces en las que
esta espada del Espíritu me ha salvado de error y del engaño de una manera u
otra. Siendo yo un cristiano joven, me sentí muchas veces detenido a punto de
desobedecer, cuando alguna tentación me pareció muy lógica, tan ampliamente
practicada que me sentí atraído por ella. Con frecuencia me detuve, gracias a
una palabra que había memorizado siendo un cristiano joven y que me ha sido
recordada en muchas ocasiones desde entonces. Se encuentra en el libro de
Proverbios: “Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu
propia prudencia” (Proverbios 3:5).
Cuanto más nos expongamos a las
Escrituras, tanto más el Espíritu puede usar esta poderosa espada en nuestras
vidas. Si usted nunca lee o estudia la Biblia, está usted enormemente
expuesto a la derrota y a la desesperación. No tiene usted defensa alguna; no
tiene nada que utilizar en contra de estas fuerzas que están obrando. Por lo
tanto, lea usted su Biblia con regularidad. El cristiano que es negligente en
lo que se refiere a la lectura de las Escrituras está siendo desobediente a
la voluntad del Señor. ¿Y cuál es la responsabilidad del cristiano cuando el
Espíritu coloca una de estas palabras en su mente en alguna ocasión
apropiada? El apóstol dice: “¡Tómala! ¡Préstele atención! ¡Obedézcala! No la
rechace usted; tómesela en serio. El Espíritu de Dios la ha traído a su mente
con algún propósito y, por lo tanto, préstele usted atención y obedézcala”.
Padre, qué significado tan práctico
tiene conocer Tu Palabra. Ayúdame a tomarla en serio y a usar esta gran
armadura que me ha sido dada en Cristo.
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Aplicación a la vida
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¿Cuál es el significado práctico y
urgente de conocer la Palabra de Dios? ¿Cuál es la metáfora que usa el
Apóstol Pablo para enfatizar su poder al vernos envueltos en una lucha
espiritual?
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29 de marzo - La armadura de justicia - Ray Stedman
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Cristo es la base de nuestra
justicia ante Dios, su aceptación ante Él. Si tiene usted puesta “esa
armadura”, puede estar seguro de que su corazón y sus emociones están
protegidas de modo adecuado en contra del ataque. Este es posiblemente el
aspecto más frecuente de ataque en contra de la fe cristiana. Con frecuencia
los cristianos sienten que no están seguros y que no son dignos a los ojos de
Dios. Sienten que son un fracaso en lo que se refiere a la vida cristiana y
que con toda seguridad Dios les va a rechazar y que ya no está interesado en
ellos. Son muy conscientes de sus fracasos y de sus defectos, de modo que el
crecimiento ha sido muy lento. Han perdido el primer gozo de la fe, de manera
que sienten que Dios está enojado con ellos o que se encuentra en algún lugar
alejado. Tienen un constante sentimiento de culpa. Su conciencia les está
constantemente atacando, haciendo que se sientan desgraciados y sienten que
Dios les está culpando. Esto es sencillamente un ataque satánico.
¿Cómo reacciona usted ante un
ataque como este? Debe usted recordar que se ha puesto usted la armadura de
justicia. En otras palabras, usted no depende de sus propios méritos ni
dependió jamás de ellos. Usted no tuvo nunca nada en sí mismo, nada de valor
que ofrecerle a Dios. Usted renunció a todo eso cuando vino a Cristo y dejó
usted de intentar ser suficientemente bueno como para complacer a Dios. Usted
vino gracias a Sus méritos, basándose en la justicia que le ha sido atribuida
a Él, lo que Él le da a usted. Así fue como comenzó usted su vida cristiana,
y ahora no hay cambio alguno. Usted se encuentra ante Dios sobre esta base.
Pablo mismo usó esta armadura de
justicia cuando se encontró bajo presión de modo que se sintió desanimado y
derrotado. Aquí tenemos a un hombre que era pequeño de estatura y su aspecto
personal no impresionaba a nadie. Sus antecedentes eran los de una persona
anticristiana, cosa de lo que no pudo nunca olvidarse completamente. Había
sido el más hostil y brutal perseguidor de la iglesia que jamás había existido.
Debió de encontrarse continuamente con familias a cuyos seres amados había
matado. Muchas personas le recordaban con frecuencia que él no era uno de los
doce apóstoles originales, que su llamamiento resultaba sospechoso, que tal
vez no era un apóstol ni mucho menos.
¡Qué motivo por el que desanimarse!
Qué fácil le habría resultado decirse a sí mismo: “¿De qué sirve? Estoy
trabajando hasta el agotamiento, haciendo tiendas de campaña e intentando
predicar el evangelio a estas personas, y veo las bendiciones que Dios
les ha concedido, pero a ellos no les importa. No hacen más que recriminarme,
así que ¿por qué seguir intentándolo?” Pero no es eso lo que hace Pablo. En
lugar de ello dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no
ha sido en vano” (1 Corintios 15:10a). Vemos aquí que está haciendo uso de la
armadura de justicia. “No me importa”, dice, “lo que he sido; no defiendo lo
que soy. Sencillamente les digo que, por la gracia de Dios soy lo que soy. Lo
que soy es aquello en lo que Cristo me ha convertido, y no me apoyo en mi
propia justicia, sino en la Suya. Soy aceptado por gracia y mi situación
personal no hace ninguna diferencia.” De modo que no había lugar para el
desánimo en su corazón.
Padre, permite que estas palabras se
apliquen a mí justo en el lugar en el que me encuentro, en medio del
conflicto en que me veo envuelto. Eleva mi corazón haciendo que tenga
conciencia de que Cristo es mi justicia.
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Aplicación a la vida
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¿Estamos todavía intentando ser buenos
a fin de complacer a Dios? ¿Nos hemos encontrado con nuestros defectos y la
culpa que sentimos como resultado de ellos? ¿Cómo podemos evitar
constantemente que suceda esto?
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sábado, 28 de marzo de 2020
28 de marzo - La lucha - Ray Stedman
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Nuestra experiencia confirma la
sugerencia de este pasaje según el cual la vida es básicamente una lucha. La
vida no se ajusta nunca al idealismo color de rosa de nuestros sueños o al
romanticismo de nuestras canciones. La explicación de esta lucha es mucho más
profunda de lo que normalmente pensamos que es. El punto de vista común
respecto a nuestra lucha es que participamos en un conflicto en contra de la
carne y la sangre, en contra de otros hombres y mujeres. Pero Pablo nos dice
que la lucha no es contra carne ni sangre, sino que es algo mucho más
profundo que eso. El problema básico es que esto es una batalla entre el
reino de Dios y el reino de Satanás y que las personas mismas somos el campo
de batalla. La batalla no es solo visible en las guerras, en las revoluciones
y en las olas de crímenes que llenan nuestros periódicos, sino que resulta
además visible en las tensiones internas y en los temores en las vidas
individuales, en los problemas neuróticos y en las enfermedades mentales que
nos afligen en la actualidad, en las peleas en el seno de la familia y en las
luchas en la iglesia. Se encuentra incluso visible en la naturaleza, donde
toda la vida compite en una lucha despiadada y mortal por sobrevivir.
Toda la raza humana ha caído bajo
el control de las fuerzas satánicas, acerca de las cuales Pablo habla,
diciendo: “contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo” (6:12),
que es una frase de lo más significativa. La imagen de la Biblia de principio
a fin es que todos los seres humanos sin Cristo, sin excepción, por muy
listos o educados o por mucha cultura que tengan, son víctimas impotentes
ante el control satánico. Bajo el control de las fuerzas satánicas los seres
humanos se sienten incómodos y desgraciados, pero al mismo tiempo incapaces
de escapar haciendo uso de ninguna forma de sabiduría o poder propio.
Pero las buenas nuevas son que
algunos han quedado libres por medio de la venida de ese “más fuerte” que es
Jesús mismo, que vino como nos dice Juan: “para deshacer las obras del
diablo” (1 Juan 3:8). La liberación la obtenemos por medio de Él. Gracias al
asombroso misterio de la cruz y de la resurrección, Jesús ha derrotado el
poder y la esclavitud de Satanás sobre las vidas humanas. Aquellos que
reciben individualmente y que reconocen esto son libres para llevar una vida en la libertad de los hijos de Dios.
No son libres para vivir para sí
mismos, sino que son libres para luchar. Han sido puestos en libertad para
participar en la batalla, que es el llamamiento que reciben todos los
cristianos, ya que no hemos sido hechos libres para que podamos pasarlo bien.
Hemos sido liberados a fin de poder participar en la batalla, para vencer en
nuestras vidas y para convertirnos en el canal por medio del cual otras
personas son puestas en libertad. ¿Cómo puede usted hacer esto? La respuesta
de Pablo se resume en una sola frase: “Vestíos de toda la armadura de Dios”.
Tenemos a nuestro alcance toda una provisión para que podamos ganar en esta batalla.
Esta es la cosa tan asombrosa que debemos aprender. Dios ha hecho una
provisión total para que nosotros luchemos en contra de estas fuerzas que
tienen al mundo entero bajo su control.
Padre, arranca los velos engañosos
que he permitido que me hagan impotente en esta gran batalla. Ayúdame a
entender que yo no tendría ninguna posibilidad de luchar si no fuese por la
obra de liberación del Señor Jesús, que ha venido para atar el poder de las
tinieblas.
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Aplicación a la vida
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¿Por qué no se ajusta la vida a
nuestro idealismo y romanticismo color de rosa? ¿Cuál es la verdadera
naturaleza de la lucha humana? ¿Cómo podemos enfrentarnos con la vida con
confianza y con libertad?
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viernes, 27 de marzo de 2020
27 de marzo - Llevar a Cristo al trabajo - Ray Stedman
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En varias ocasiones se expresa esta
idea, la de no hacer nunca las cosas por amor a los hombres, vosotros los
cristianos, sino sólo para Dios. Usted puede trabajar bajo la dirección de
una persona, pero no olvide que está haciendo las cosas para el Señor, que su
labor diaria es el trabajo que Él le ha dado para que lo haga y, por lo
tanto, debe hacerlo para Él. ¡Qué gloria tan maravillosa tiene que ver con
cada cosa que hacemos! Si enfoca usted su trabajo de esta manera, no tendrá
nunca un solo día aburrido. No se sentirá terriblemente aburrido con la
rutina y la monotonía de lo que tiene que hacer si reconoce que lo está
haciendo teniendo en cuenta que el Señor le está viendo a usted y que un día
quedará a la vista y claramente entre todos si lo hizo usted como para el
Señor o como para los hombres. ¿Cuáles son las señales de fracaso en hacer
esto?
La primera señal es lo que
podríamos expresar como el servicio a la vista, que quiere decir
hacer el trabajo sólo cuando nos está viendo el jefe y, cuando éste no se
encuentra presente para observarnos, dejamos de trabajar. Hace algunos años
leí un relato sobre un capataz y algunos trabajadores que trabajaban a sus
órdenes. Descubrió que sus trabajadores estaban afligidos con esta enfermedad
de hacer el trabajo como servicio ante los que les observaban, es decir que
sólo trabajaban cuando alguien les estaba viendo. Pero este capataz en
particular era el orgulloso poseedor de un ojo de cristal y descubrió que
podía sacarse el ojo de su cuenca, colocándolo sobre un tocón donde pudiese
“observar” a los hombres, a fin de que continuasen haciendo su trabajo, tanto
si él estaba presente como si no. Pero un día regresó y se los encontró a
todos sin hacer nada. Había colocado el ojo en un tocón, pero uno de los
hombres había encontrado una manera de escabullirse, colocándose detrás del
ojo, tapándolo con su sombrero para que ya no pudiese “verlos”. Esta es una
actitud que se encuentra ampliamente difundida en la actualidad en nuestra
sociedad, la idea de trabajar sólo cuando el jefe está observando. Si es
usted cristiano, esto está prohibido si quiere ser fiel a nuestro Señor.
Recuerde que el ojo que le está observando no es un ojo humano.
La segunda señal de fracaso en este
sentido es la que tiene que ver con complacer a los hombres.
Fíjese usted en la manera en que el apóstol describe claramente las actitudes
con las que se encontró con tanta frecuencia en esta relación del labor con
el capital. ¿Qué es lo que se hace por complacer a los hombres? Es alabar al
jefe de una manera falsa, adularlo o seguir una política de oficina.
Esto pone de manifiesto un corazón doble y la falta de un ojo único. Es
decir, revela que intentamos llevarnos bien haciendo que otras personas se
sientan felices, pero haciendo caso omiso a lo que Dios piensa, que son
señales de fracaso.
Los cristianos hemos sido llamados
a alejarnos de estas cosas. No debemos participar en esta clase de
actividades si queremos ser fieles al Señor, ya que no logramos nada si lo
hacemos. A pesar de que puede dar la impresión de que vamos a conseguir algo,
al final no es así. Los cristianos somos salvos de todo esto si recordamos
que lo que hacemos es la voluntad de Dios. Pablo dice que debemos obedecer
a nuestros jefes terrenales con singularidad de corazón: “de corazón haciendo
la voluntad de Dios”. ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¡Su trabajo! El trabajo
que está usted haciendo, con sus compañeros de trabajo, bajo las actuales
circunstancias y condiciones en las que tiene que realizar su trabajo, que es
lo que Dios ha escogido para usted; esa es la voluntad de Dios.
Padre, yo vivo ante Ti. No hay
ningún aspecto de mi vida que no se encuentre bajo Tu vista y Tu juicio.
Concédeme que pueda corregir lo que esté mal en mi propio trabajo a la luz de
esta palabra.
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Aplicación a la vida
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Nuestra ética en el lugar de
trabajo es digna de alabanza cuando nos apropiamos del poder de Su presencia.
¿Tenemos nosotros tendencia a realizar enormes esfuerzos en la vida y en el
trabajo para complacer a otros, pero hacemos caso omiso de Él?
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jueves, 26 de marzo de 2020
26 de marzo - Los padres y los hijos - Ray Stedman
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Como es natural cuando hablamos
acerca de los padres, esto incluye tanto a la madre como al padre. Es cierto,
sin embargo, que el énfasis recae más sobre el padre, porque él es
responsable de aquello en lo que se convertirán sus hijos. Esto es algo muy
serio, ¿verdad, padres? La madre podrá hacer cumplir una política, pero forma
parte de la labor del padre asegurarse de que sus hijos sean educados como es
debido. No hay nada que más deshonre al espíritu del cristianismo que la
actitud que adoptan muchos padres: “Yo soy el responsable de ganarme el
sueldo, y la labor de ella es criar a los hijos”. ¡No es así en la Palabra de
Dios! En la Biblia, la responsabilidad definitiva de aquello en lo que se
convierte el hogar es del padre, por lo que esta palabra está dirigida a los
padres.
Es así como el padre se somete a
sus hijos, evitando a propósito aquellas cosas que hacen que los hijos se
rebelen. “No provoquéis a ira a vuestros hijos”. La palabra que se usa aquí
significa “la ira que da como resultado la rebelión”. “Padres, no provoquéis
a vuestros hijos de manera que pierdan totalmente el control y se pongan
decididamente en contra de la autoridad”.
Hay dos cosas que provocan la
rebelión en los hijos: la indulgencia y la dureza. Estas dos cosas son el
aspecto negativo de las dos cosas que representan lo que debe de hacer el
padre: “Criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Las dos cosas
contrarias a estas son la indulgencia y la dureza.
La falta de disciplina hará que el
niño se sienta inseguro, desgraciado y que se vuelva egoísta. Esto es lo que
llamamos “un niño consentido”, es decir, aquellos hijos que se crían
intentando salirse siempre con la suya en todo y que se convierten en
tiranos, sin importarles para nada los sentimientos de los demás. Esto es el
resultado de la indulgencia por parte de los padres que permiten que sus
hijos tomen decisiones que ningún niño está capacitado para tomar. Es preciso
que los padres aprendan que son ellos los que tienen que tomar las decisiones
por sus hijos durante bastantes años en la vida, enseñándoles gradualmente a
tomar decisiones cuando están capacitados para hacerlo. Durante los primeros
años de la infancia los padres tienen que tomar prácticamente todas las
decisiones. Una de las cosas más terriblemente trágicas acerca de la vida
actual es el grado en el que muchos padres permiten que sus hijos tomen
decisiones que son incapaces de tomar.
El otro extremo que hace que un
hijo se rebele es la dureza, la imposición de una disciplina rigurosa y
exigente que no va nunca acompañada del amor o de la comprensión. La
disciplina rígida, estilo militar, es la que dice: “Haz esto o lo otro o lo
de más allá”, algo que hará que el hijo inevitablemente se rebele al llegar a
la adolescencia.
En oposición a esto el apóstol
habla acerca de dos cosas: la disciplina y la amonestación (la exhortación)
en el Señor. La palabra para disciplina significa “poner en mente” al Señor,
que es instruir y hacer que el hijo siempre tenga en cuenta al Señor. Al ir
creciendo el niño, la disciplina física debe de ser reemplazada por la
exhortación, por la comprensión, ayudándolo a comprender cuáles son los
motivos tras las restricciones, mostrando siempre interés y amor. Esto no
significa el relajar totalmente los límites, sino que se refiere a una manera
diferente de hacer que se cumplan.
Padre, te doy gracias porque Tú
puedes cambiar las equivocaciones que he cometido como padre en oportunidades
para el progreso en las vidas de mis hijos, así como en mi propia vida.
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Aplicación a la vida
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¿Somos nosotros, como padres,
capaces de ver y de reconocer los dos comportamientos corrientes que causan
la rebeldía en nuestros hijos? ¿Qué instrucción y enseñanza nos da nuestro
Padre?
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miércoles, 25 de marzo de 2020
25 de marzo - Los maridos y las mujeres - Ray Stedman
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Este versículo no es sencillamente
un ejemplo de un lenguaje hermoso y poético. Hay una realidad fundamental
tras este concepto: el marido y la mujer no son sencillamente dos personas
que están viviendo juntas. De hecho sus vidas se fusionan, convirtiéndose en
una. Por lo tanto, es verdad que lo que perjudica a la esposa, perjudica al
marido, y no se puede evitar que sea así. Si él se siente amargado con ella,
le corroerá como un cáncer en su propia vida y en su corazón. Es por eso que
si ha tenido usted una disputa con su esposa, es muy posible que descubra
usted que ese día es incapaz de realizar bien su trabajo.
En el gran libro de ayuda The
Struggle for Peace (La lucha por la paz), el Dr. Henry Brandt cuenta
el caso de una mujer que acudió a él debido a un gran temor que sentía al ir
a los supermercados. Acudió a él para que le ayudase con este problema, y él
confió, como lo hace siempre, en la sabiduría de las Escrituras. Recordando
el versículo: “El perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18b), empezó a
buscar una violación del amor en la vida de ella, porque el temor se pone de
manifiesto cuando hay algo que impide que el amor fluya. Él le dijo a la
mujer: “¿Con quién está usted enojada?” Finalmente pudo darse cuenta de que
estaba enojada con su marido por un incidente que había sucedido unos cuantos
años antes en un supermercado cuando tuvieron una desagradable discusión.
Como resultado de ello, ella se sentía emocionalmente inquieta siempre que
iba a un supermercado. Cuando ella se enfrentó con su falta de amor, su temor
desapareció. Lo que había sucedido debido a su herida hacia él,
se reflejó en ella misma. Esto también es cierto en el caso del marido
respecto a la esposa. Si entendiésemos esto y nos diésemos cuenta de que el
herir a nuestro cónyuge es lo mismo que coger un martillo y golpearnos con él
sobre la cabeza o descuidar alguna parte de nuestro cuerpo, dejaríamos de
intentar hacernos daño el uno al otro. Cuando herimos a nuestro cónyuge,
normalmente eso vuelve de alguna manera sobre nosotros.
El punto final que suscita aquí el
apóstol es el que aparece en el versículo 33: “Por lo demás, cada uno de
vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su
marido”. Fíjese usted que la base para realizar esto es que los dos
compañeros del matrimonio cumplan con sus responsabilidades para con Cristo,
sea lo que fuere lo que haga el otro; esa es la clave. No es “espera hasta
que él empiece a amarme y entonces me someteré a él”, o “espera hasta que
ella se someta a mí y entonces la amaré”, sino que es esencial para su
responsabilidad ante Cristo, sea lo que fuere lo que haga el otro. El hacerlo
de este modo rompe el círculo vicioso del conflicto en el matrimonio y sirve
para restablecer la paz y permite al otro cumplir con su responsabilidad.
Yo he visto cómo la obediencia
unilateral hace maravillas en las relaciones matrimoniales. Los maridos y las
mujeres se han unido; se ha restaurado la armonía en los hogares amargamente
divididos; la gracia y la paz han comenzado a reinar donde antes había
batalla y conflicto, violencia y toda una situación fea. Por lo tanto,
maridos, amen a su mujer como a sí mismos, y que la esposa se asegure de
respetar a su marido.
Dios, concédeme el deseo y el que
esté dispuesto a ser obediente al Señor Jesús, que está conmigo en todas las
circunstancias y en cada relación en mi vida, sea cual sea la manera de
actuar de la otra persona.
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Aplicación a la vida
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La obediencia a Cristo restablece
la gracia y la paz en las relaciones conflictivas. ¿Reconocemos nosotros la
verdadera sumisión como el reconocimiento profundo del significado de Su
Presencia?
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24 de marzo - La cura para el conflicto - Ray Stedman
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Al decir esto, el apóstol está
tratando acerca del remedio básico para todos los conflictos en nuestros
días. Pablo aplica este principio al tema de la relación entre el marido y la
mujer, que introduce a su vez todo el tema del matrimonio y el divorcio, así
como los problemas que se producen como resultado de ellos. A continuación
habla acerca del tema de los hijos y los padres, lo cual introduce además
todo el tema de la delincuencia juvenil, sus causas y lo que se puede hacer
al respecto. Después habla acerca del tema del gobierno o administración y el
trabajo. En cada caso, el remedio es siempre el mismo: “Someteos unos a otros
en el temor de Dios”.
Si nosotros sentimos el menor deseo
de ser parte de una solución en relación con los temas que nos rodean
actualmente, es preciso que lo hagamos entendiendo lo que Dios ha revelado
acerca del centro mismo del problema. Debemos regresar a la causa de todas
las disputas humanas. No hay nadie que no haya hecho en un momento u otro la
pregunta: “¿Cómo puedo tener la máxima satisfacción en la vida? ¿Cómo puedo
alcanzar la máxima expresión de mi potencial? ¿De qué manera puedo sentirme
realizado?” No tiene nada de malo hacer estas preguntas porque Dios ha hecho
que sintamos estos anhelos en nuestro interior, pero lo que está muy mal es
hacerlas de esta manera.
Cuando hacemos estas preguntas de
este modo, estamos preguntando como si fuésemos la única persona en el mundo,
como si fuésemos responsables de nuestro propio desarrollo. Antes o después,
en mis esfuerzos por desarrollarme y para obtener satisfacción, me encuentro
en una trayectoria de colisión con alguna otra persona que está intentando
conseguir lo mismo. Descubro que mis esfuerzos por satisfacerme a mí mismo
están siendo continuamente saboteados por otros que están intentando
conseguir la satisfacción de la misma manera. Yo insisto en mis derechos y
otros insisten en los suyos, de manera que nos convertimos en obstáculos los
unos para con los otros.
Pero Pablo cambia todo el patrón
para los cristianos introduciendo dos factores radicales que alteran toda la
situación. Para empezar, el cristiano no debe nunca olvidar que en cada una
de las relaciones en la vida, se halla presente otra persona, de manera que
no se trata sencillamente de un problema sobre lo que yo quiero contra lo que
quiere usted. En cada relación, nos recuerda el apóstol, está presente una
tercera Persona, el Señor Jesucristo.
Con esto llegamos a la segunda
cuestión. Cuando yo me encuentro en disparidad de condiciones con otra
persona, el ver que Cristo también se encuentra presente es hacer que sea
consciente de inmediato de lo que Él me ha enseñado. Es solo cuando me olvido
de mí mismo y me dedico a que otra persona se sienta realizada, que
descubriré que en mi corazón abundan la gracia y la satisfacción. Este es uno
de los misterios fundamentales de la vida y es algo que vemos confirmado cada
día. Aquellos que intentan desesperadamente satisfacerse a sí mismos son
aquellos que acaban sintiéndose interiormente vacíos. Nuestro Señor lo
explicó de la siguiente manera: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo
16:25).
Se convierte, pues, en una cuestión
de prioridades. No puede usted defender sus derechos insistiendo en ellos.
Solo los conseguirá cuando se esfuerce por defender los derechos de otros.
¿Se atreve usted a poner en práctica este principio allí donde vive?
Padre, te doy gracias por una
palabra que llega a lo más hondo de mi ser, que es penetrante y deja todo al
desnudo, sin que nada permanezca oculto. Sé que esta es una dulce operación
del Espíritu Santo que sana, perdona, limpia y restaura.
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Aplicación a la vida
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Cuando nosotros insistimos en
nuestros derechos y otras personas insisten en los suyos, nos convertimos en
obstáculos los unos para con los otros. ¿Cuál es uno de los misterios básicos
en la vida que evita que se produzca el conflicto humano?
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lunes, 23 de marzo de 2020
23 de marzo - Vivir una vida superabundante - Ray Stedman
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Resulta interesante que Pablo
contraste estas dos cosas, comparándolas la una con la otra. “No os
embriaguéis con vino”, dice. Esto reconoce que en la vida hay cosas que
pueden impulsarle a usted a beber. Hay presiones en la vida, exigencias que
le imponen que son tan severas que siente usted la necesidad de algún
estímulo, de algo que le sustente un poco, que le haga sentir un poco de
confianza y añada ayuda y fortaleza. “Pero no deje usted que eso sea vino ni
ningún otro estimulante artificial, porque”, dice, “el problema con eso es
que produce fácilmente la falta de control.” La palabra que aquí se traduce
como libertinaje es la palabra griega que significa “sin límite alguno, con
un abandono temerario”. Se refiere al escapismo y a la tendencia a tirar por
la borda todas las restricciones, viviendo sin control.
Pero en contraste con esto, dice
que es preciso satisfacer esa necesidad de algo para estimular y fortalecerle
a usted llenándose del Espíritu, porque esa es la provisión de Dios para esta
necesidad en la vida humana. No hay necesidad de que nos sintamos
avergonzados por sentir esta necesidad. No hemos sido creados para ser
criaturas autosuficientes e independientes. No se sienta usted inquieto por
el hecho de necesitar algo que le sirva de ayuda, que le fortalezca, que le
haga sentirse capacitado para enfrentarse con la vida; no se inquiete por
eso. Usted necesita algo, pero permita que sea algo apropiado. “Sed llenos
del Espíritu.”
Aquí nos ofrece el gran secreto del
verdadero cristianismo: la posibilidad de ser lleno del Espíritu. Cuando se
hizo usted cristiano, cuando creyó en Jesucristo y le recibió como Señor, el
Espíritu Santo vino a vivir en usted. Así que tiene usted al Espíritu, pero
la paradoja interesante es que, a pesar de que todos los cristianos tienen al
Espíritu Santo, necesitamos ser constantemente llenos del Espíritu Santo. El
ser lleno, por lo tanto, significa el tomar de Él momento a momento los
recursos que necesita usted para enfrentarse con la situación en la que se
encuentra. No tiene nada que ver con una experiencia, un sentimiento o una
crisis; es beber tranquilamente una y otra vez de ese suministro interior de
fortaleza.
Esta es una verdad que da la
impresión de que muchos cristianos no la captan. Creen que el cristianismo
significa ir a la iglesia, obtener una bendición, para luego marcharse intentando
vivir a la luz y el calor de la bendición hasta que se acabe, de manera que
tienen que volver para ser llenos de nuevo, pero eso no es el cristianismo.
Cuando Jesús dijo acerca de la persona que bebía de Él: “de su interior
brotarán ríos de agua viva”, Juan dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyeran en él” (Juan 7:39). Esa es una fortaleza que
procede del interior, y hay más que suficiente para cada situación.
Padre, te pido que Tú me enseñes a
sacar agua del pozo de agua viva interior, sabiendo que cada una de las
exigencias que se me haga es una exigencia que se te hace a Ti y que Tú estás
preparado para vivir Tu vida por medio de mí en cada situación y manifestar
de este modo Tu gracia.
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Aplicación a la vida
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¿Cómo reaccionamos ante las duras
exigencias y las presiones de la vida? ¿Estamos aprendiendo a reconocer el
Espíritu de Cristo en nuestro interior y a rebosar con Su Presencia?
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