(2) Este libro puede caer en las manos de algunos que algo debieran saber de crecer en la gracia, pero que en este momento no saben nada. Han progresado poco, si acaso han progresado algo desde que se convirtieron. Parece que "reposan tranquilos" (Sof. 1:12). Pasan año tras año satisfechos con la gracia de antes, experiencia de antes, conocimiento de antes, fe de antes, logros de antes, expresiones religiosas y frases de antes. Al igual que los gabaonitas, su pan siempre está enmohecido y su calzado siempre remendado y pesado. Parece que nunca avanzan. ¿Es usted como uno de ellos? Si lo es, está viviendo sin aprovechar sus privilegios y dejando de cumplir sus obligaciones. Ya es tiempo de que se examine a sí mismo.
Si tiene razones para creer que es un verdadero creyente pero no crece en la gracia, tiene que haber alguna falta, y alguna falta grave en alguna parte. No puede ser la voluntad de Dios que su alma permanezca inerte. "Dios... da gracia a los humildes" y "ama la paz de su siervo" (Stg.4:6; Sal. 35:27). No puede ser para bien de su propia felicidad ni provechoso para usted que su alma permanezca inerte. Sin crecimiento nunca se regocijará en el Señor (Fil. 4:4). Sin crecimiento no puede hacerle bien a nadie. ¡Esta falta de crecimiento es cosa seria! Tendría que provocar mucha inquietud en su corazón. Puede estar pasando con usted como con los hijos de Israel que "hicieron secretamente cosas no rectas" (2 R. 17:9). Tiene que haber alguna razón.
Siga el consejo que le doy. Resuelva este mismo día que encontrará la razón de su inercia. Palpe con mano fiel y segura cada rincón de su alma. Busque de un extremo al otro de su campamento hasta encontrar el Acán que está debilitando sus manos. Comience con un pedido al Señor Jesucristo, el gran Médico de las almas; pídale que cure el mal secreto en su interior, sea cual sea. Comience como si nunca le hubiera pedido nada, y pídale gracia para amputarse la mano derecha o arrancarse el ojo derecho. Pero nunca, nunca se quede tranquilo si su alma no crece. Por su propia paz, por su propia utilidad, por la honra de la causa de su Hacedor, decídase a encontrar el por qué.