Versículo para hoy:

martes, 12 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(b) Otra marca del "crecimiento en la gracia" es un aumento de fe y amor por nuestro Señor Jesucristo. El hombre cuya alma está "creciendo" encuentra cada año más de Cristo sobre lo cual descansar, y se regocija más de que tiene tal Salvador. Es indudable que vio mucho de él en el momento en que creyó. Su fe se apropió de la expiación de Cristo que le dio esperanza.

Pero a medida que crece en la gracia ve miles de cosas en Cristo que al principio nunca hubiera soñado. Su amor y poder, su corazón y sus intenciones, sus oficios como Sustituto, Intercesor, Sacerdote, Abogado, Médico, Pastor y Amigo se van mostrando de un modo indescriptible al alma que va creciendo. En suma, descubre en Cristo una satisfacción a las necesidades de su alma, que antes ni siquiera veía a medias. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar un mayor conocimiento de Cristo.

(c) Otra marca del "crecimiento en la gracia" es un aumento de santidad en su vida y conversación. El hombre cuya alma está "creciendo" logra cada año más dominio sobre el pecado, el mundo y el diablo. Cuida mejor su temperamento, sus palabras y sus acciones. Vigila mejor su conducta en cada relación de su vida. Se esfuerza por conformarse a la imagen de Cristo en todas las cosas, en seguirlo como s ejemplo, al igual que confiar en él como su Salvador. No se contenta con logros y gracia ya obtenidos. Se olvida de las cosas pasadas y se extiende hacia adelante, haciendo de las palabras "prosigo", "superior", "¡hacia arriba!" "¡adelante!" su lema continuo (Fil. 3:13). En la tierra ansía y anhela tener una voluntad más acorde con la voluntad de Dios. Lo principal que espera del cielo, además de la presencia de Cristo, es una separación completa de todo pecado. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire en su interior para encontrar una santidad creciente5.

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"Sentirse cada vez más indiferente al pecado es señal de no estar creciendo en la gracia. Hubo un tiempo cuando nos entristecía aun el más pequeño de los pecados (así como una basurita hace lagrimear al ojo), pero ahora podemos digerir el pecado sin que nos dé remordimiento. Hubo un tiempo cuando al cristiano le entristecía si descuidaba sus oraciones privadas, pero ahora puede hasta omitir la oración familiar. Hubo un tiempo cuando le molestaban los pensamientos vanos, ahora no le molestan ni las prácticas libertinas. Hay una lamentable declinación en el cristianismo y la gracia dista tanto de crecer que casi ni se le siente el pulso". -T. Watson, 1660.

lunes, 11 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. Marcas del "crecimiento en la gracia"

El segundo punto que me propongo establecer es este: Hay marcas por las cuales se puede conocer el crecimiento en la gracia.

Doy por sentado que no cuestionamos la realidad del crecimiento en la gracia y su inmensa importancia. Hasta aquí, bien. ¿Le gustaría saber ahora cómo alguien podría comprobar que está creciendo en la gracia o no? En primer lugar, contesto esta pregunta haciendo la observación de que somos paupérrimos jueces de nuestra propia condición y que los que están a nuestro alrededor nos conocen mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. Pero respondo también que hay indudablemente ciertas marcas y señales del crecimiento en la gracia, y que dondequiera que se muestren estas marcas veremos un alma "creciendo". A continuación enunciaré en orden algunas de estas señales.

(a) Una marca del "crecimiento en la gracia" es un incremento de humildad. El hombre cuya alma está "creciendo", cada año siente más lo pecaminoso e indigno que es. Dice con Job: "He aquí que yo soy vil"; con Abraham: "Soy "polvo y ceniza"; con Jacob: "Menor soy que todas las misericordias"; con Isaías: Soy "hombre inmundo de labios"; con David: "Yo soy gusano"; con Pedro: "Soy hombre pecador" (Job 40:4; Gn. 18:27; 32:10; Sal. 22:6; Is. 6:5; Lc. 5:8). Más se acerca a Dios, más ve la santidad y perfección de Dios y más sensible es a sus propias innumerables imperfecciones. Más avanza en su camino al cielo, mejor comprende lo que San Pablo significa cuando dice: "Ni que ya sea perfecto", "no soy digno de ser llamado apóstol", "soy menos que el más pequeño de todos los santos"; "de los cuales [pecadores] yo soy el primero" (Fil. 3:12; 1 Co. 15:9; Ef. 3:8; 1 Ti. 1:15).

Entre más madurez alcanza para la gloria, más, como el maíz maduro, inclina la cabeza. Cuanto más brillante y más clara es su luz, más se notan las deficiencias y debilidades de su propio corazón. Le diría que cuando recién se había convertido veía muy poco, comparado con lo que ve ahora. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior con creciente humildad4.

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4 "La manera correcta de crecer es decrecer a los ojos de uno mismo: «Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo» (Sal. 22:6). Ver corrupción e ignorancia causa que el cristiano desarrolle una aversión por sí mismo. Se convierte en nada a sus propios ojos. Job decía de sí mismo: «Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:6). Quitarse el engreimiento es bueno". -T. Watson, 1660.

domingo, 10 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(d) Sepamos asimismo que "crecer en la gracia" agrada a Dios. Es maravilloso pensar que haya algo que puedan hacer criaturas como nosotros que agrade al Dios Altísimo. Las Escrituras hablan de caminar para "agradar a Dios". Dice también que hay sacrificios de los cuales "se agrada Dios" (1Ts. 4:1; He. 13:16). Al agricultor le encanta ver florecer y llevar fruto a las plantas a las cuales dedicó tanto trabajo. Lo desanima y entristece verlas de pie todavía, pero con un grave retraso en su crecimiento. ¿Y qué dice el mismo Señor? "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador"; "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos" (Jn. 15:1, 8). El Señor se agrada de todo su pueblo, pero especialmente de los que crecen.

(e) Sepamos, sobre todo, que "crecer en la gracia" no es solo algo que es posible, sino algo de lo cual los creyentes son responsables. Decirle a un inconverso muerto en pecado que "crezca en la gracia" sería absurdo. Decirle a un creyente despierto y vivo en Dios, que crezca, no es más que convocarlo a que cumpla un deber claramente bíblico. Tiene dentro de él un principio nuevo, y es su deber solemne no dejar que se apague. Descuidar su crecimiento lo despoja de sus privilegios, contrista al Espíritu y hace que las ruedas del carruaje de su alma giren con dificultad. Me gustaría saber de quién es la culpa, si un creyente no crece en la gracia. La culpa, de seguro, no la tiene Dios. Él "da gracia" y se deleita en ello; "ama la paz de su siervo" (Stg. 4:6; Sal. 35:27). La falta, sin duda, es nuestra. Nadie más que nosotros tiene la culpa si no crecemos.

sábado, 9 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

"Crecer en la gracia" es evidencia de ...

Pasemos de las cosas que he estado diciendo a un aspecto más práctico del gran tema que nos ocupa. Quiero que todos consideren "crecer en la gracia" como algo de importancia infinita para el alma. A pesar de lo que otros puedan pensar, nos es de mucho beneficio asegurarnos de que tenemos la respuesta correcta a la pregunta: ¿Estamos creciendo?

(a) Sepamos, entonces que el "crecimiento en la gracia" es la mejor evidencia de salud espiritual y prosperidad. En el caso de un niño, una flor o un árbol sabemos bien que cuando no hay crecimiento algo anda mal. La buena salud de un animal o un vegetal se muestra porque prospera y crece. Sucede lo mismo con nuestras almas. Si prosperan y andan bien, crecen².

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² "El crecimiento de la gracia es la mejor evidencia de la autenticidad de la gracia. Las cosas que no tienen vida no crecen. Un cuadro no crece. El poste de una verja no crece. Pero la planta que tiene vida crece. El crecimiento de la gracia muestra que está viva en el alma". -Thomas Watson, 1660

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(b) Sepamos, además, que "crecer en la gracia" es una manera de ser felices en nuestra religión. Dios ha entrelazado sabiamente nuestra tranquilidad y nuestro aumento de santidad. En su gracia, ha hecho que seguir adelante y aspirar a logros mayores como cristianos sea para nuestro bien. Hay una gran diferencia entre la cantidad de placer que un creyente disfruta en su religión comparado con lo que disfruta otro. Pero puede estar seguro de que el hombre común que siente más "gozo y paz en el creer" (Ro. 15:13) y tiene el testimonio más claro del Espíritu en su corazón, es el hombre que crece.

(c) Sepamos también que "crecer en la gracia" es un secreto de nuestra utilidad para otros. Nuestra influencia para bien de otros depende grandemente de lo que ven en nosotros. Los hijos del mundo miden el cristianismo tanto por sus ojos como por sus oídos. El cristiano que siempre está visiblemente estancado con las mismas faltas pequeñas, debilidades, acuciantes pecados y defectos intrascendentes, rara vez hace algún bien. El hombre que sacude y agita las mentes y pone el mundo a pensar, es el creyente que continuamente mejora y avanza. Los hombres piensan que hay vida y realidad cuando ven crecimiento³.

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³ "Cristiano, si quiere despertar en otros el anhelo de exaltar al Dios de gracia, ocúpese de ejercitar y mejorar sus propias gracias. Cuando un pobre sirviente vive con una familia y ve la fe, el amor, la sabiduría, la paciencia y la humildad de un amo brillando como las estrellas en el cielo, le incita a dar gracias al Señor porque pudo venir a vivir con esta familia. Cuando las gracias dadas a los hombres resplandecen como resplandeció el rostro de Moisés, cuando su vida es puro cielo como la vida de José, brillando con virtudes como muchas estrellas brillantes, cuántos otros se sienten impulsados a glorificar a Dios y exclamar: '¡Ciertamente estos son cristianos! ¡Estos son un honor para su Dios, una corona para su Cristo y un orgullo para su evangelio! ¡Oh, si todos fueran así, nosotros también seríamos cristianos!'". -Unsearchable Riches (Riquezas inescrutables), por T. Brooks 1661.

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viernes, 8 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Fundamento sobre el cual construir

(1) Un fundamento principal sobre el cual edificar esta doctrina de "crecer en gracia", es el lenguaje claro de las Escrituras. Si es que las palabras de la Biblia algo significan, el "crecimiento" existe y los creyentes tienen que recibir la exhortación de "crecer". ¿Qué dice Pablo? "vuestra fe va creciendo" (2 Ts. 1:3). "Rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más" (1 Ts. 4:10). "Creciendo en el conocimiento de Dios" (Col. 1:10). "Esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos" (2 Co. 10:15). "Y el Señor os haga crecer" (1 Ts. 3:12). "Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza" (Ef. 4:15). "Vuestro amor abunde aun más y más" (Fil. 1:9). "Y el Señor os haga crecer" (1 Ts. 4:1). ¿Qué dice Pedro? "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis" (1 P. 2:2). "Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P. 3:18). No sé lo que otros piensen de textos como estos. A mi entender, establecen la doctrina que estoy defendiendo y hacen imposible cualquier otra explicación. La Biblia enseña el crecimiento en la gracia. Podría terminar aquí y no decir más.

(2) No obstante, el otro fundamento sobre el cual construir la doctrina de "crecer en la gracia", es el fundamento de la realidad y la experiencia. Le pregunto al lector sincero del Nuevo Testamento si acaso no puede ver, tan claro como el sol del mediodía, los distintos grados de gracia en los santos cuyas historias relata el Nuevo Testamento. Le pregunto si acaso no puede ver en las mismísimas personas una diferencia tan grande entre su fe y su conocimiento en distintas etapas, igual como se ve la diferencia de la fuerza de una persona cuando era niño y cuando es adulto. Le pregunto si acaso las Escrituras no reconocen esto claramente en el lenguaje que usa cuando habla de "débiles" en la fe y "fuertes" en la fe, de cristianos como "recién nacidos", "infantes", "jóvenes" y "padres" (1 P. 2:2; 1 Jn. 2:12-14). Le pregunto, sobre todo, si su propia observación de los creyentes en la actualidad no lo lleva a la misma conclusión. ¿Qué cristiano verdadero no confesaría que hay mucha diferencia entre su propia fe y conocimiento cuando recién se había convertido y sus logros actuales, como entre un árbol joven y uno maduro? En principio, sus gracias son las mismas, pero han crecido. No sé cómo les caerá esto a otros, pero a mí me resulta indiscutible el hecho de que el "crecimiento en la gracia" es real.

Casi me da vergüenza dedicarle tanto espacio a esta parte del tema. De hecho, si alguno dice que la fe, la esperanza, el conocimiento y la santidad del recién convertido son tan fuertes como la de un creyente maduro, y no necesita crecer, sería una pérdida de tiempo seguir discutiendo. No hay duda de que son reales, pero no tan fuertes -reales, pero no tan vigorosos- como las semillas que planta el Espíritu, que aún no llevan fruto. Y si alguien me pregunta cómo llegar a ser más fuerte, le digo que tiene que ser por el mismo proceso por el cual todas las cosas que tienen vida lo logran. Tiene que crecer. Y eso es lo que quiero significar cuando digo "crecer en la gracia"¹.

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¹ "La gracia auténtica es progresiva, de una naturaleza que se esparce, crece. Sucede con la gracia lo mismo que con la luz: Primero, está el amanecer, luego va aumentando hasta la plenitud del mediodía. Las Escrituras comparan a los santos, no sólo con estrellas por su luz, sino con los árboles por su crecimiento (Is. 61:3; Os. 14:5). El buen cristiano no es como el sol de Ezequías que retrocedía, ni como el de Josué que se detuvo, siempre está avanzando en santidad, creciendo en su conocimiento de Dios". - Body of Divinity (Cuerpo de divinidad), por Thomas Watson, Pastor de St. Stephen's Walbrook, 1660.

jueves, 7 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


Al considerar este tema, hay tres cosas que quiero presentar y establecer:

I. La realidad del crecimiento religioso. El "crecimiento en la gracia" es algo que realmente existe.

II. Las señales del crecimiento religioso. Hay señales por las cuales se puede ver el "crecimiento en la gracia".

III. Los medios que determinan el crecimiento religioso. Estos son medios que tienen que usar aquellos que anhelan experimentar "crecimiento en la gracia".

No sé quién es usted, en qué manos cayó este escrito. Pero sea quien sea quiero que le dé toda su atención a su contenido. Créame, el tema no es solo un asunto de especulación y controversia. Si en la religión hay temas eminentemente prácticos, este es uno de ellos. Está estrecha e inseparablemente conectado con todo el tema de la "santificación". El crecimiento es una señal principal de los verdaderos santos. La salud y prosperidad espiritual, la felicidad y paz espiritual de cada cristiano sincero y santo, están estrechamente ligados con el tema del crecimiento espiritual.

I. La realidad del crecimiento en la gracia

El primer punto que me propongo establecer es este: El crecimiento en la gracia es algo que realmente existe.

El que algún cristiano niegue esta proposición es a primera vista extraño y lamentable. Pero conviene recordar que la comprensión del hombre ha caído tanto como su voluntad. Los desacuerdos sobre doctrinas son a menudo nada más que desacuerdos sobre el significado de palabras. Espero que así sea en este caso. Estoy consciente de que cuando hablo de "crecimiento en la gracia" y defiendo mi postura, habrá quienes estén en desacuerdo conmigo y hablen del mismo tema pero con un significado muy distinto. Por lo tanto, despejaré el camino explicando lo que quiero significar.

Definición de "crecer en la gracia"

(a) Cuando hablo de "crecer en la gracia", no quiero decir de ninguna manera que el interés del creyente en Cristo pueda crecer. No quiero decir que pueda crecer en su certeza, aceptación de Dios ni seguridad. No quiero decir que pueda ser más justificado, más perdonado, que esté en más paz con Dios que en el primer momento cuando creyó. Mantengo firmemente que la justificación del creyente es una obra terminada, perfecta y completa; y que aun el santo más débil, aunque quizás no lo sepa o perciba, ha sido justificado tan completamente como el más fuerte. Creo firmemente que nuestra elección, llamado y posición en Cristo no incluye grados, incrementos ni reducciones. Si alguien se imagina que al decir "crecer en gracia" quiero significar crecer en justificación está totalmente equivocado en cuanto al punto es estoy considerando. Iría a la hoguera, con la ayuda de Dios, por defender la verdad gloriosa de que en la cuestión de la justificación ante Dios todos los creyentes están "completos en él" (Col. 2:10). Desde el momento que cree, nada puede quitársele a su justificación ni tampoco se le puede agregar.

(b) Cuando hablo de "crecer en la gracia" solo me refiero al grado, tamaño, fuerza, vigor y poder de las gracias que el Espíritu Santo planta en el corazón del creyente. Sostengo que cada una de esas gracias incluye crecimiento, progreso e incremento. Mantengo que arrepentimiento, fe, esperanza, amor, humildad, celo, valentía y cosas parecidas, pueden ser pequeñas o grandes, fuertes o débiles, vigorosas o endebles y pueden variar mucho en una misma persona en diferentes períodos de su vida. Cuando hablo de que alguien "crezca en la gracia", quiero decir sencillamente esto: Que su sentido del pecado se está profundizando, su fe fortaleciendo, su esperanza haciendo más brillante, su amor más extenso, su espiritualidad más marcada. Siente más el poder de la piedad en su propio corazón. Manifiesta más de ella en su vida. Va de fuerza en fuerza, de fe en fe y de gracia en gracia. Dejo que otros describan esta condición con las palabras que prefieran. En cuanto a mí, creo que la mejor definición de esta condición del hombre es esta: Está "creciendo en la gracia".

miércoles, 6 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


6. Crecimiento

"Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo". 2 Pedro 3:18

El tema del texto que encabeza esta página es uno que no puedo omitir de este libro sobre Santidad. Es un asunto que debiera resultar sumamente interesante para todo cristiano verdadero. Como es natural, plantea las preguntas: ¿Crecemos en la gracia? ¿Avanzamos en nuestra religión? ¿Progresamos?

No puedo esperar que la pregunta le interese a un cristiano que lo es solo de nombre. Al hombre que no tiene más que una religión de domingo, cuyo cristianismo es como su ropa dominguera, para ponerse una vez por semana y luego dejarla a un lado por supuesto que no le puede interesar "crecer en la gracia". Nada sabe de cosas así; "para él son locura" (1 Co. 2:14). Pero a todo el que toma su alma realmente en serio y tiene hambre y sed en su vida espiritual, la pregunta tiene que tocarle poderosamente el corazón. ¿Progresamos en nuestra religión? ¿Estamos creciendo?

Estas preguntas siempre resultan provechosas, pero especialmente en ciertas temporadas. Un sábado por la noche, un domingo que participamos de la Cena del Señor, la llegada de un cumpleaños, un fin de año, todas estas son temporadas que debieran hacernos pensar y darnos una mirada introspectiva. El tiempo vuela. La vida se nos va como el viento. Cada día se va acercando más la hora cuando la realidad de nuestro cristianismo será puesta a prueba, y el resultado dirá si hemos edificado "sobre la roca" o sobre "la arena". Nos conviene, entonces, examinarnos de vez en cuando y ver cómo anda nuestra alma. ¿Avanzamos en las cosas espirituales? ¿Estamos creciendo?

La pregunta es de especial importancia en la actualidad. Flotan en las mentes de los hombres opiniones burdas y extrañas con respecto a algunos puntos doctrinales y, entre ellas, la cuestión de "crecer en la gracia" como una parte esencial de la verdadera santidad. Algunos la rechazan totalmente. Otros la explican tan superficialmente que le quitan toda su esencia. Miles de personas la entienden mal, y en consecuencia la descuidan. En una época como esta, es provechoso mirar de frente y de una manera integral, el tema del crecimiento cristiano.

martes, 5 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Aplicaciones prácticas

(1) En conclusión, piense seriamente cada lector si su vida espiritual le está costando algo en el presente. Es muy probable que no le esté costando nada. Es muy posible que no le cueste problemas, ni tiempo, ni reflexiones, ni preocupaciones, ni sufrimientos, ni lectura, ni oraciones, ni negarse a sí mismo, ni conflictos, ni trabajo, ni esfuerzo de ninguna clase. Ahora preste atención a lo que le voy a decir. Una vida espiritual como esa nunca salvará su alma. Nunca le dará paz mientras viva, ni esperanza cuando llegue la muerte. No le dará fuerzas el día de la aflicción, ni lo consolará el día de su muerte. Una vida espiritual que nada cuesta, nada vale. Despierte y conviértase. Despierte y crea. Despierte y ore. No descanse hasta dar una respuesta satisfactoria a mi pregunta: "¿Cuánto cuesta?"

(2) Piense, si quiere motivos conmovedores para servir a Dios, cuánto cuesta proveerle una salvación a su alma. Piense cómo el Hijo de Dios dejó el cielo y se hizo hombre, sufrió en la cruz y yació en el sepulcro, a fin de pagar su deuda con Dios y obrar para usted una redención completa. Piense en todo esto y aprenda que no es cosa superficial tener un alma inmortal. Vale la pena invertir algo por su alma.

Ay, perezoso, ¿ha llegado realmente a esto, a perderse el cielo por no incomodarse? ¿Está realmente decidido a naufragar para siempre, simplemente porque no le gusta hacer un esfuerzo? ¡Afuera con este pensamiento cobarde e indigno! ¡Levántese, compórtese y actúe con determinación! Dígase a sí mismo: "Cueste lo que cueste, me esforzaré para entrar por la puerta estrecha". Ponga sus ojos en la cruz de Cristo y tome nuevas fuerzas. Espere con anticipación la muerte, el juicio y la eternidad, y tómelo en serio. Puede costarle mucho ser cristiano, pero puede estar seguro de que vale la pena.

(3) Si algún lector siente que realmente ya ha calculado el costo y tomado la cruz, le insto a que persevere y siga adelante. Me atrevo a decir que, a menudo, se ha de sentir desalentado y tentado a darse por vencido. Sus enemigos parecen ser muchos, los pecados que lo acosan son muy fuertes, sus amigos son pocos, el camino es tan empinado y angosto que no sabe qué hacer. Pero aun así, le insto a perseverar y seguir adelante.

El tiempo es muy breve. Unos cuantos años de velar y orar, unos cuantos zarandeos del mar de este mundo, unos pocos fallecimientos y cambios más, unos pocos inviernos y veranos más, y todo habrá pasado. Habremos peleado nuestra última batalla y no tendremos que pelear ninguna otra.

La presencia y compañía de Cristo compensarán todo lo que sufrimos aquí. Cuando nos veamos como el Señor nos ve y miremos hacia atrás el peregrinaje que fue nuestra vida, nos preguntaremos por qué habremos sido tan débiles. Nos maravillaremos de haberle dado tanta importancia a nuestra cruz y tan poca a nuestra corona. Nos asombraremos de que cuando "calculábamos el costo" alguna vez, dudamos de qué lado de la balanza estaba la ganancia. Seamos valientes. No estamos lejos del hogar. Puede costar mucho ser un verdadero cristiano y un creyente consecuente, pero vale la pena.

lunes, 4 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

La importancia de la fe al "calcular el costo"

¿Cómo fue que Noé perseveró en construir el arca? Estaba solo en medio de un mundo de pecadores. Tuvo que soportar que lo menospreciaran, lo ridiculizaran y se burlaran de él. ¿Qué fue lo que mantuvo firme su brazo y lo hizo seguir trabajando con paciencia a pesar de todo eso? Fue la fe. Creía en la ira que vendría. Creía que no existía ninguna otra seguridad, excepto en el arca que estaba preparando. Le creyó a Dios y no les hizo caso a las opiniones del mundo. "Calculó el costo" por fe y no dudó que construir el arca era ganancia.

¿Cómo fue que Moisés renunció a los placeres de la casa de Faraón y se negó a ser llamado hijo de la hija de Faraón? ¿Cómo fue que prefirió compartir el destino de un pueblo despreciado como el hebreo y arriesgar todo en su mundo para realizar la gran obra de librar a los suyos de la esclavitud? Visto desde un punto de vista humano, estaba perdiendo todo sin ganar nada. ¿Qué fue lo que lo motivó? Fue la fe. Creía que había Uno muy superior a Faraón que le llevaría seguro a lo largo de su misión. Creía que "la recompensa de recibir un galardón" era mucho mejor que todos los honores de Egipto. "Calculó el costo" por fe, "como viendo al invisible" y estaba convencido de que renunciar a Egipto y marchar al desierto era ganancia.

¿Cómo fue que el fariseo Saulo pudo decidirse a ser cristiano? El costo y los sacrificios que significaba el cambio eran tremendos. Renunció a su futuro brillante entre su propio pueblo. En lugar de recibir el favor del hombre se hizo acreedor del odio del hombre, a la enemistad del hombre y a la persecución humana, aun hasta la muerte. ¿Qué fue lo que le dio las fuerzas para enfrentar todo eso? Fue la fe. Creía que Jesús, quien lo encontró en el camino a Damasco, podía darle cien veces más de lo que renunciaba en este mundo; creyó por fe que en el mundo venidero tendría vida eterna. Por fe, "calculó el costo" y vio claramente de qué lado se inclinaba la balanza. Creía firmemente que llevar la cruz de Cristo era ganancia.

Subrayemos bien estas cosas. La fe que llevó a Noé, a Moisés y a Pablo a hacer lo que hicieron es el gran secreto para llegar a una conclusión perfecta con respecto a nuestras almas. Esa misma fe tiene que ser nuestro ayudante y tesorero cuando nos sentamos para calcular el costo de ser un verdadero cristiano. Esa fe está a nuestra disposición, no tenemos más que pedirla. "Él da mayor gracia" (Stg. 4:6). Armados con esa fe, no agregaremos nada a la cruz ni restaremos nada a la corona. Todas nuestras conclusiones serán correctas. Nuestra suma total no tendrá ni un error.

domingo, 3 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(g) Cuente y compare, en último lugar, el número de los que se apartan del pecado y el mundo y sirven a Cristo, y el número de los que dejan a Cristo y vuelven al mundo. De los primeros encontrará miles y de los segundos ninguno. Cada año hay multitudes de personas que dejan el camino ancho y toman el angosto. Nadie que realmente toma el camino angosto se cansa de él y vuelve al camino ancho. A menudo se ven pisadas en el camino hacia abajo que dan media vuelta. Las pisadas en el camino al cielo siempre van hacia adelante. Está escrito: "El camino de los impíos es como la oscuridad... el camino de los transgresores es duro" (Pr. 4:19; 13:15). Pero también está escrito: "Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Pr. 4:18).

Sumas como estas, sin duda, a menudo se hacen incorrectamente. Sé muy bien que muchos siempre están "vacilando entre dos opiniones". No pueden determinar si vale la pena servir a Cristo. Las pérdidas y las ganancias, las ventajas y desventajas, los sufrimientos y los gozos, las ayudas y los obstáculos les parecen tan similares que no se pueden decidir a favor de Dios. No pueden hacer correctamente esta gran suma. No pueden hacerla tan clara como debiera ser. No cuentan bien.

Pero, ¿en qué radican sus errores? En la falta de fe. Para llegar a una conclusión acertada acerca de sus almas necesitan tener algo de aquel poderoso principio que San Pablo describe en el capítulo 11 de su Epístola a los Hebreos. Intentaré mostrar cómo funciona este principio en la gran tarea de "calcular el costo".

sábado, 2 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(d) Cuente y compare la vida presente y la vida venidera, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. No hay duda que el tiempo presente no es precisamente fácil. Es un tiempo de velar y orar, luchar y batallar, creer y trabajar. Pero dura sólo unos pocos años. El tiempo futuro será de descanso y refrigerio. El pecado será echado fuera. Satanás será amarrado. Y lo mejor de todo es que será de descanso eterno. Está escrito: "Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Co. 4:17, 18).

(e) Cuente y compare los placeres del pecado y la felicidad de servir a Dios, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. Los placeres que el hombre mundano obtiene por lo que hace, son vacíos, irreales e insatisfactorios. Son como el estrépito de los espinos en el fuego: Chisporroteos excitantes por unos minutos, que luego se apagan para siempre. La felicidad que Cristo da a su pueblo es algo sólido, duradero y sustancial. No depende de la salud ni de las circunstancias. Nunca abandona al hombre, ni siquiera en la muerte. Termina en una corona de gloria que no se desvanece. Está escrito: "Que la alegría de los malos es breve". "La risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla" (Job 20:5; Ec. 7:6). Pero también está escrito: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Jn. 14:27).

(f) Cuente y compare las aflicciones que incluye el verdadero cristianismo y las aflicciones que les esperan a los malos más allá del sepulcro. Admitamos por un momento que la lectura bíblica, la oración, el arrepentimiento, creer y vivir una vida santa requieren sacrificios y negarse a sí mismo. Esto no es nada comparado con la "ira que vendrá" reservada para el impenitente y el incrédulo. Un solo día en el infierno es peor que una vida entera llevando la cruz. "El gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga" (Is. 66:24; Mr. 9:44-48), son cosas que sobrepasan a lo que el hombre puede concebir o describir totalmente. Está escrito: "Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado" (Lc. 16:25).

viernes, 1 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

III. Cómo "calcular el costo" correctamente

Lo tercero y último que me propongo hacer es dar algunas pautas que pueden ayudar a "calcular el costo" correctamente. Por cierto que me lamentaría si no dijera algo de este aspecto de mi tema. No tengo ningún deseo de desalentar ni desanimar a nadie con respecto al servicio para Cristo. Es el deseo de mi corazón animar a todos a marchar adelante y tomar su cruz. "Calculemos el costo", todo el costo y calculemos con cuidado. Recordemos que si calculamos correctamente y entendemos todo lo que involucra, no habrá nada que nos asuste.

Existen algunas cosas que las personas siempre deben incluir al calcular lo que cuesta el verdadero cristianismo. Determine sincera y ecuánimemente lo que tendrá que dejar atrás y por lo que debe pasar para llegar a ser un discípulo de Cristo. No deje nada afuera. Anótelo todo. Pero luego, anote a su lado las siguientes sumas que le voy a dar. Hágalo, limpia y correctamente, y no tendrá que temer el resultado. 

(a) Cuente y compare, para empezar, las ganancias y las pérdidas, si quiere llegar a ser un cristiano santo y auténtico. Es posible que pierda algo en este mundo, pero ganará la salvación de su alma inmortal. Está escrito: "¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mr. 8:36).

(b) Cuente y compare, además, las alabanzas y las acusaciones, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. Es muy posible que los hombres lo acusen, pero tendrá la alabanza de Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Las acusaciones vendrán de algunos hombres y mujeres falibles, ciegos y errados. Las alabanzas vendrán del Rey de reyes, y Juez de toda la tierra. Aquellos a quienes él bendice, son realmente bendecidos. Está escrito "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos" (Mt. 5:11, 12).

(c) Cuente y compare también los amigos y enemigos, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. Por un lado, tiene la enemistad del diablo y de los impíos. Por el otro, tiene el favor y la amistad del Señor Jesucristo. Sus enemigos, en el peor de los casos, sólo pueden herir su calcañar. Pueden enfurecerse e ir por mar y tierra para causar su ruina, pero no lo pueden destruir. Su Amigo puede salvar perpetuamente a los que vienen a Dios por medio de Cristo. Nadie jamás le quitará de sus manos a una de sus ovejas. Escrito está: "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed" (Lc. 12:4,5).