Nota
Hay un pasaje de una obra del que fuera el escritor puritano Robert Traill, que arroja mucha luz sobre algunos puntos mencionados en este capítulo y que me gustaría que el lector leyera de principio a fin. Fue tomado de una obra poco conocida y menos leída. A mí me ha hecho bien y creo que le puede hacer bien a otros.
Cuando el hombre despierta a su condición espiritual y tiene que enfrentar la pregunta: "¿Qué debo hacer para ser salvo?" (Hch. 16:30, 31), tenemos la respuesta apostólica: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo". Esta respuesta es tan antigua que, a muchos, le parece anticuada. Pero sigue siendo y siempre será fresca, nueva, deliciosa y la única que resuelve este gran problema de la conciencia. Y lo seguirá resolviendo mientras duren la conciencia y el mundo. Ninguna sabiduría o conocimiento del hombre le encontrará nunca una grieta o falla; nadie podrá inventar otra respuesta mejor, ni ninguna otra puede curar completamente la herida de una conciencia avivada. Creer en el Señor Jesucristo es la respuesta.
Aboquémonos a la tarea de ver la solución y el alivio que ofrecen algunos maestros de nuestra propia Israel a la pregunta del carcelero: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Les corresponde decirle: "Arrepiéntete, llora por tus pecados apártate de ellos, aborrécelos y Dios tendrá misericordia de ti". "¡Ay!" responde el pobre hombre: "Mi corazón es duro y no puedo arrepentirme. Así es, mi corazón está más duro y vil que cuando pecaba sin que me remordiera la conciencia". Si uno le habla a este hombre de las calificaciones para recibir a Cristo, no entiende nada y si es sincero en cuanto a la obediencia, su respuesta es natural y pronta: "La obediencia es obra del hombre en vida y la sinceridad brota sólo del alma renovada". Por lo tanto, la obediencia sincera es tan imposible para un pecador muerto y no renovado como lo es la obediencia perfecta. ¿Por qué no darle la respuesta correcta al pecador avivado: "Cree en el Señor Jesucristo y serpas salvo"? Cuéntele quién es Cristo, lo que ha hecho y sufrido para obtener redención eterna de todos los pecadores y esto, según la voluntad de su Padre Dios. Relátele directa y sencillamente el evangelio de salvación del Hijo de Dios, cuéntele lisa y llanamente la historia y el misterio del evangelio. Bien pudiera ser que por este intermedio el Espíritu Santo dé fe, tal como lo hizo con aquellos primeros frutos entre los gentiles (Hch. 10:44).
Si pregunta con qué garantía cuenta si cree en Jesucristo, dígale que es absolutamente indispensable que lo haga porque sin Cristo, perecerá eternamente. Dígale que Dios, en su gracia, le ofrece la redención por medio de la muerte de su Hijo. La promesa es que si acepta por la fe el remedio de Dios para el pecado, la salvación será suya. Dígale que tiene el mandato expreso de Dios de creer en el nombre de Cristo (1 Jn. 3:23) y que debe obedecerle conscientemente, al igual que cualquier otro mandato en la ley moral. Cuéntele de la aptitud y buena voluntad de Cristo para salvar; dígale que no rechaza jamás a ninguno que acude a él, que los casos desesperantes son los triunfos gloriosos de su poder para salvar. Dígale que no hay un punto medio entre la fe y la incredulidad, que no hay ninguna excusa para descuidar la primera y seguir en la segunda, que creer en el Señor Jesús para salvación agrada más a Dios que obedecer toda su ley; explíquele que la incredulidad es lo más desagradable para Dios y, entre todos los pecados del hombre, el más digno de condenación. Contra la magnitud de sus pecados, la maldición de la ley y la severidad de Dios como juez, hay un solo alivio para ofrecerle. Este alivio es la gracia libre e inconmensurable de Dios por los méritos de Cristo, quien se sacrificó a sí mismo para cargar en "él el pecado de todos nosotros" (Is. 53:6).
Si responde: ¿Qué significa creer en Jesucristo?, debo decir que en la Biblia no aparece esta pregunta, pero que de una manera u otra muchos pasajes sugieren una respuesta. Están los que no creían en él, como los judíos (Jn. 6:28-30), los principales sacerdotes y los fariseos (Jn. 7:48); el ciego (Jn. 9:35). Cuando Cristo le preguntó al ciego: "¿Crees tú en el Hijo de Dios?", este le respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?" Inmediatamente, cuando Cristo le contestó (versículo 37), no preguntó: "¿Qué significa creer en él?", sino que dijo: "Creo, Señor, y le adoró", por lo que demostró tener fe en él y actuó en consecuencia. Lo mismo sucedió con el padre del muchacho poseído por un espíritu inmundo (Mr. 9:23, 24) y el eunuco (Hch. 8:37). Tanto los enemigos como los discípulos de Cristo sabían que tener fe en él significaba creer que el Hombre Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios, el Mesías y Salvador del mundo y que entonces, a él había que acudir para recibir y esperar salvación en su nombre (Hch. 4:12). Esto era anunciado por Cristo, sus apóstoles y sus discípulos y era del conocimiento de todos los que lo oían.
Si todavía pregunta qué es lo que debe creer, dígale que no es llamado a creer que está en Cristo, que sus pecados han sido perdonados y que ha sido justificado, sino que debe creer lo que dice Dios en cuanto a Cristo (1 Jn. 5:10-12). Lo que dice Dios es que él nos da (es decir, nos ofrece) vida eterna a través de su Hijo Jesucristo y que todo aquel que de corazón lo cree y confía su alma a estas buenas nuevas, será salvo (Ro. 10:9-11). Y esto es lo que debe creer para poder ser justificado (Gá. 2:16).
Si sigue diciendo que es difícil creer esto su duda es lógica, pero fácil de resolver. Esto nos habla de un hombre profundamente humillado. Cualquiera puede ver su propia imposibilidad de obedecer enteramente la ley de Dios, pero a pocos les resulta difícil creer. Para su alivio y resolución pregúntele qué es lo que se le hace difícil creer. ¿Es el hecho de que no está dispuesto a ser justificado y salvado? ¿Es porque no está dispuesto a ser salvo a través de Jesucristo para alabanza de la gracia de Dios en él y para dejar de vanagloriarse? Seguramente dirá que no. ¿Es la desconfianza en la verdad de lo que las Escrituras dicen del evangelio? Nunca lo admitirá. ¿Es dudar de la habilidad y buena voluntad de Cristo para salvar? Esto es contradecir el testimonio de Dios en los Evangelios. ¿Es porque duda tener suficiente interés en Cristo y su redención? Contéstele que creer en Cristo reemplaza la falta de interés en él.
Si le dice que no puede creer en Jesucristo porque le resulta difícil actuar con fe y que necesita un poder divino para tener fe, y que no lo tiene, debe decirle que creer en Jesucristo no es una tarea que hay que realizar, sino descanso en Jesucristo. Tiene que decirle que pretender esto es tan irracional como si un hombre, cansado de un viaje y sin poder dar un paso más, dijera: "Estoy tan cansado que no me puedo acostar" cuando, en realidad, no puede seguir de pie ni seguir andando. El pobre pecador cansado nunca podría creer en Jesucristo hasta darse cuenta de que no puede hacer nada por sí mismo y que en cuanto cree siempre se entrega a Cristo para salvación, como un hombre sin esperanza e indefenso. Y como resultado de estos razonamientos con él sobre el evangelio, el Señor otorgará, por creer (como lo ha hecho a menudo): Fe, gozo y paz.
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