Versículo para hoy:

viernes, 27 de septiembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(f) Tenemos que ser santos porque es la mejor manera de hacerle el bien a otros. No podemos vivir sólo para nosotros mismos en este mundo. Nuestra vida estará haciéndole bien o mal a los que la observan. Es un sermón silencioso que todos pueden leer. Es realmente triste cuando son un sermón para la causa del diablo y no para la de Dios. Creo que se logra mucho más para el reino de Dios por medio de un vivir santo por parte de los creyentes de lo que nos imaginamos. Hay en este vivir santo, una realidad que lleva a los hombres a sentir y los obliga a pensar. Lleva un peso e influencia que ninguna otra cosa puede dar. Da hermosura a la fe cristiana y atrae a los hombres para que la tengan en cuenta, como un faro que se ve desde lejos. El Día del juicio probará que muchos, además de los esposos, han sido ganados "sin palabra" y gracias, más bien, a una vida santa (1 P. 3:1). Podemos hablarles a las personas sobre las doctrinas de los Evangelios y pocos escucharán, y menos las comprenderán. Pero nuestra vida de santidad es un argumento del cual nadie puede escapar. Hay un significado de la santidad que, ni siquiera el más ignorante, puede ignorar. Las personas pueden no comprender la justificación, pero pueden comprender la caridad.

Creo que los cristianos inconstantes e impuros hacen mucho más daño de lo que nos imaginamos. Están entre los mejores aliados de Satanás. Echan por tierra con sus vidas lo que los pastores edifican con sus palabras. Causan que las ruedas del carruaje del evangelio giren con dificultad. Les proveen a los hijos de este mundo, un sin fin de excusas para mantenerse como están. "No veo la necesidad de tanta religión", dijo hace poco un comerciante no creyente. "Noto que muchos de mis clientes hablan siempre del evangelio, la fe, la elección, las promesas divinas y lo demás, pero estas mismas personas no tienen reparo en estafarme cuando tienen la oportunidad de hacerlo. Entonces, si la gente religiosa hace estas cosas, no veo qué provecho hay en la fe cristiana". Me lamento de tener que escribir estas cosas, pero me temo que, demasiadas veces, la vida de los cristianos es una blasfemia contra el nombre de Cristo. Tengamos cuidado de que no nos sea imputada la sangre de algún alma. ¡Líbranos, Señor, de matar a las almas por nuestra inconstancia y nuestro andar indiferente! ¡Oh, sea por el bien de otros y no por ninguna otra razón, que nos esforcemos por ser santos!

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