UN LLAMADO A QUE LA IGLESIA GUARDE EL CORAZÓN
2. El estudio y observación de nuestro propio corazón nos guardará contra los peligrosos y contagiosos errores de la época en que vivimos.
¿Cuál es la razón de que tanta gente que profesa la fe, la haya abandonado y se haya vuelto hacia las fábulas? ¿Por qué tantos se han visto arrastrados por el error de los impíos? ¿Por qué aquellos que han sembrado doctrinas corruptas tienen tan buena cosecha entre nosotros, sino porque se han encontrado con una raza de gente que nunca supo qué es lo que pertenece a la piedad práctica y al estudio y cuidado de sus corazones?
3. Nuestro cuidado y diligencia a la hora de guardar el corazón será una de las mejores evidencias de nuestra sinceridad.
No conozco ningún acto externo que verdaderamente distinga al creyente verdadero del falso. Es maravilloso lo lejos que los hipócritas pueden llegar en sus obras externas, lo plausiblemente que pueden ordenar el exterior, escondiendo todas sus indecencias de la observación del mundo.
Pero no se preocupan de sus corazones. En lo secreto no son las mismas personas que son en público. Y ante esa prueba, no hay ningún hipócrita que pueda sostenerse. Pueden, desde luego, en un ataque de terror o en sus lechos de muerte, clamar por la maldad de sus corazones; pero tales quejas forzadas no tienen ningún efecto. En la ley no debe darse crédito al testimonio de alguien que está en el potro de tortura, porque es de suponer que lo extremo de su sufrimiento, lo hará decir cualquier cosa para obtener alivio.
Pero si el celo por nosotros mismos, el cuidado y la vigilancia son una labor diaria que enmarca nuestros corazones, podremos tener alguna evidencia de nuestra sinceridad.
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