"A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos", Mateo 5:41
Podemos resumir las enseñanzas de nuestro Señor de esta manera: La relación que Jesucristo exige es imposible,
a menos que Él haya realizado una obra sobrenatural en nosotros. Jesucristo demanda que no haya el menor
vestigio de resentimiento en el corazón de su discípulo, cuando este es enfrentado por la tiranía y la
injusticia. No hay entusiasmo suficiente que pueda soportar la tensión que Jesucristo le impone a su
obrero. Lo único que puede hacerlo es una relación personal con Él; una relación que haya sido
examinada, purificada y probada hasta que quede un sólo propósito y yo pueda decir: "Estoy aquí para
que Dios me envíe donde Él quiera". Cualquier cosa puede nublarse, pero jamás la relación con
Jesucristo.
El Sermón del Monte no es un ideal inalcanzable, es una declaración de lo que me sucederá cuando
Jesucristo haya reemplazado mi naturaleza por la suya. Él es el único que puede cumplir el Sermón del
Monte.
Si hemos de ser discípulos de Jesús, lo lograremos de una manera sobrenatural. Mientras tengamos el
firme propósito de ser discípulos, podemos estar seguros de que no lo somos. Jesús dijo: "No me
elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros", Juan 15:16. Así es como empieza la gracia de
Dios. Se trata de un constreñimiento del que no podemos escapar, el cual podemos desobedecer, pero no
producir. El acercamiento hacia Él es una obra de la gracia sobrenatural de Dios y nunca podemos
retroceder para descubrir dónde empieza esa obra. El Señor crea discípulos de manera sobrenatural sin
basarse en nuestras habilidades naturales. Dios no nos pide que hagamos lo que se nos facilita por
naturaleza, sino aquello para lo cual somos perfectamente aptos para hacer mediante su gracia. Y es ahí donde siempre se
hará presente la cruz que debemos llevar.
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