|
Nosotros nos vemos obligados a
luchar denodadamente para ganarnos el sueldo porque la tierra ha sido
maldecida y, debido a ello, el hombre se ve obligado a trabajar con afán, de
manera interminable y con dolor. El trabajo no es la maldición dada a los
hombres, es la lucha lo que es la maldición. Si no tiene usted trabajo que
hacer, usted es el más desgraciado de todos los humanos. El trabajo es una
bendición de Dios, pero el trabajo duro, agotador, que es una lucha, es el
resultado de la caída. Representa el sudor, la ansiedad y la presión que nos
produce constantemente para crear la interminable carrera contra reloj en la
vida.
El segundo factor que fue el
resultado del fracaso de Adán es la muerte. Dios dijo: “pues polvo eres y al
polvo volverás” (3:19b). ¿Acaso no es este sentido de la muerte, que se
oculta en los límites de la vida, lo que hace que nos sintamos inútiles
respecto a la vida? Recuerde usted al rico que hizo construir graneros, los
llenó y luego se dijo a sí mismo: “Muchos bienes tienes guardados para muchos
años; descansa, come, bebe y regocíjate”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta
noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?”
(Lucas 12:19-20).
Sí, esa es la pregunta con la que
la muerte hace que nos tengamos que enfrentar. Luchamos por acumular
propiedades, todas las cosas buenas de la vida, y después qué sensación de
inutilidad tenemos al vernos obligados a pasárselas a otra persona, alguien
que no movió un dedo para obtenerlas.
Vinimos al mundo desnudos y desnudos
lo dejaremos. No tenemos nada que podamos llevarnos con nosotros, sino que
debemos dejarlo todo atrás. Somos polvo y al polvo regresaremos. Está la
sentencia de Dios: el dolor, la sujeción, la lucha y la muerte.
¿Es este el resultado de nuestra
locura por cuya causa tenemos que rechinar los dientes y pasarnos toda la
vida luchando, como una maldición por lo que hizo Adán? No, no lo es. Solo
nos da la impresión de ser un castigo cuando lo rechazamos y nos resistimos a
él o nos revelamos en contra de él. Pero nunca se pretendió que estas cosas
fuesen ninguna clase de castigo, sino que lo que pretenden es que nos sirvan
de ayuda, que sean un medio que nos recuerde la verdad, un medio que pretende
contrarrestar el sutil orgullo que el enemigo ha plantado en nuestra raza que
hace que estemos imaginándonos toda clase de cosas ilusorias, pensando que
somos el capitán de nuestro destino y el dueño de nuestra alma, que somos
capaces de afrontar y resolver todos los problemas de la vida. Estas son
arrogantes pretensiones que tenemos.
Pero se nos recuerda constantemente
que estas cosas no son verdad. La muerte, el dolor, el afanarse y la sujeción
son límites a los que no podemos escapar. Están ahí constantemente para
reducirnos y para que nos veamos a nosotros mismos tal y como somos. Somos
polvo, somos tan solo humanos y no podemos hacer las cosas solos; necesitamos
con desesperación a otras personas y necesitamos con desesperación a Dios. La
hora de la mas grande esperanza es cuando nuestros ojos se abren ante este
hecho básico y decimos: “Señor, no puedo conseguirlo sin Ti. Te necesito con
desesperación”.
Gracias, Señor, por esas pruebas y
limitaciones de la vida que hacen que tenga que depender de Ti.
|
|
|
|
Aplicación a la vida
|
|
El trabajo es algo que se supone
que nos lo ha concedido Dios para que sea una bendición para nosotros. ¿De
qué manera la caída del hombre ha infectado todo lo que hacemos, haciendo que
todos nuestros esfuerzos sean en vano? ¿Qué aprendemos por medio de los
problemas de la vida?
|
|
Versículo para hoy:
sábado, 18 de abril de 2020
18 de abril - Maldita será la tierra - Ray Stedman
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario