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Cristo es la base de nuestra
justicia ante Dios, su aceptación ante Él. Si tiene usted puesta “esa
armadura”, puede estar seguro de que su corazón y sus emociones están
protegidas de modo adecuado en contra del ataque. Este es posiblemente el
aspecto más frecuente de ataque en contra de la fe cristiana. Con frecuencia
los cristianos sienten que no están seguros y que no son dignos a los ojos de
Dios. Sienten que son un fracaso en lo que se refiere a la vida cristiana y
que con toda seguridad Dios les va a rechazar y que ya no está interesado en
ellos. Son muy conscientes de sus fracasos y de sus defectos, de modo que el
crecimiento ha sido muy lento. Han perdido el primer gozo de la fe, de manera
que sienten que Dios está enojado con ellos o que se encuentra en algún lugar
alejado. Tienen un constante sentimiento de culpa. Su conciencia les está
constantemente atacando, haciendo que se sientan desgraciados y sienten que
Dios les está culpando. Esto es sencillamente un ataque satánico.
¿Cómo reacciona usted ante un
ataque como este? Debe usted recordar que se ha puesto usted la armadura de
justicia. En otras palabras, usted no depende de sus propios méritos ni
dependió jamás de ellos. Usted no tuvo nunca nada en sí mismo, nada de valor
que ofrecerle a Dios. Usted renunció a todo eso cuando vino a Cristo y dejó
usted de intentar ser suficientemente bueno como para complacer a Dios. Usted
vino gracias a Sus méritos, basándose en la justicia que le ha sido atribuida
a Él, lo que Él le da a usted. Así fue como comenzó usted su vida cristiana,
y ahora no hay cambio alguno. Usted se encuentra ante Dios sobre esta base.
Pablo mismo usó esta armadura de
justicia cuando se encontró bajo presión de modo que se sintió desanimado y
derrotado. Aquí tenemos a un hombre que era pequeño de estatura y su aspecto
personal no impresionaba a nadie. Sus antecedentes eran los de una persona
anticristiana, cosa de lo que no pudo nunca olvidarse completamente. Había
sido el más hostil y brutal perseguidor de la iglesia que jamás había existido.
Debió de encontrarse continuamente con familias a cuyos seres amados había
matado. Muchas personas le recordaban con frecuencia que él no era uno de los
doce apóstoles originales, que su llamamiento resultaba sospechoso, que tal
vez no era un apóstol ni mucho menos.
¡Qué motivo por el que desanimarse!
Qué fácil le habría resultado decirse a sí mismo: “¿De qué sirve? Estoy
trabajando hasta el agotamiento, haciendo tiendas de campaña e intentando
predicar el evangelio a estas personas, y veo las bendiciones que Dios
les ha concedido, pero a ellos no les importa. No hacen más que recriminarme,
así que ¿por qué seguir intentándolo?” Pero no es eso lo que hace Pablo. En
lugar de ello dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no
ha sido en vano” (1 Corintios 15:10a). Vemos aquí que está haciendo uso de la
armadura de justicia. “No me importa”, dice, “lo que he sido; no defiendo lo
que soy. Sencillamente les digo que, por la gracia de Dios soy lo que soy. Lo
que soy es aquello en lo que Cristo me ha convertido, y no me apoyo en mi
propia justicia, sino en la Suya. Soy aceptado por gracia y mi situación
personal no hace ninguna diferencia.” De modo que no había lugar para el
desánimo en su corazón.
Padre, permite que estas palabras se
apliquen a mí justo en el lugar en el que me encuentro, en medio del
conflicto en que me veo envuelto. Eleva mi corazón haciendo que tenga
conciencia de que Cristo es mi justicia.
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Aplicación a la vida
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¿Estamos todavía intentando ser buenos
a fin de complacer a Dios? ¿Nos hemos encontrado con nuestros defectos y la
culpa que sentimos como resultado de ellos? ¿Cómo podemos evitar
constantemente que suceda esto?
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Versículo para hoy:
lunes, 30 de marzo de 2020
29 de marzo - La armadura de justicia - Ray Stedman
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