El crecimiento es el método de
Dios. Eso nos dice dos cosas que nos animan acerca de esta cuestión de
hacerse maduros y no sólo en el sentido de ser maduros como personas
religiosas, sino maduros como seres humanos: Primero, la madurez es algo que
no se consigue de repente, sino que es un proceso. Yo conozco a muchos
cristianos que se sienten profundamente inquietos cuando, después de ser
cristianos, no se encuentran de repente asombrosa y totalmente transformados
en criaturas angélicas. Se sienten profundamente decepcionados al descubrir
que la antigua vida sigue todavía muy presente y se preguntan si son
verdaderamente cristianos. Seguramente lo son, si han depositado su fe en Él,
pero hay un proceso de crecimiento que debe producirse, y lleva tiempo para
que esto ocurra. Recuerde usted que el escritor de Hebreos dice: “Debiendo
ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva
a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y
habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento
sólido” (Hebreos 5:12). Es decir, han sido cristianos durante suficiente
tiempo como para poder haber sido maestros, pero alguna otra cosa ya ha
detenido su desarrollo. A pesar de esto, deja claro que se necesita tiempo.
Con frecuencia es así como funciona
la vida cristiana. Llegamos a ella como cristianos recién nacidos y durante
un largo tiempo nos resistimos a los grandes principios que hacen posible el
desarrollo cristiano. Nos lleva bastante tiempo aprender realmente que Dios
tiene la intención de hacer algo totalmente diferente con nosotros de lo que
pensábamos que Él haría cuando crecimos como hombres y mujeres naturales. Nos
resistimos a estos cambios, pero finalmente Él nos lleva al lugar donde nos
damos por vencidos y aceptamos y entendemos los principios, pero después
aprendemos que lleva tiempo practicar dichos principios, incluso cuando los
hemos entendido. Es como aprender a nadar haciendo un curso por
correspondencia sobre la natación. No se puede aprender de esa manera; es
preciso meterse en el agua, y también hay que crecer espiritualmente de esta
manera.
Cuando seguimos adelante,
descubrimos que el crecimiento parece algo sumamente lento. Creemos haber
dominado algo cuando, de repente, sucede algo; nos encontramos con la persona
equivocada y todo sucede otra vez, y nos sentimos desanimados. Acudimos al
Señor y decimos: “Señor, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué no aceleras este
proceso? Estoy cansado de ser inmaduro”. Pero Dios tiene Su propio tiempo y a
veces lleva casi toda una vida crecer totalmente. Después de todo, le lleva a
Dios años hacer que crezca un roble, pero puede hacer que crezca una calabaza
en tres meses. Dios no está interesado en criar calabazas cristianas.
Sin embargo, a mí me encanta ver
evidencia del anhelo por crecer. Recuerdo haberle preguntado una vez a un
niño la edad que tenía. Rápido como el rayo me contestó: “Tengo doce años,
casi trece y no tardaré en tener catorce años”. A mí me gusta ese anhelo por
crecer, pero es estimulante que nos demos cuenta que es un proceso de tiempo
y no es necesario que nos sintamos desanimados al descubrir que no somos como
Cristo todavía. Lo que debemos de preguntarnos es: ¿Estamos moviéndonos en esa
dirección?
Padre, gracias por recordarme mi
necesidad de tener paciencia en el proceso de crecimiento. Ayúdame a aceptar
esto totalmente y confiar en que Tú completarás la buena obra que has
comenzado en mí.
|
Aplicación a la vida
|
Al hablar la verdad con amor
crecemos en Cristo, pero el crecimiento es un proceso que lleva tiempo. ¿Nos
caracterizamos nosotros por nuestro afán o por nuestra impaciencia a la hora
de aprender a querer a otras personas?
|
Versículo para hoy:
martes, 17 de marzo de 2020
17 de marzo - El crecimiento lento - Ray Stedman
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario