En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios? Génesis 39:9.
Ah, si tú y yo siempre sintiéramos que Dios está cerca, mirándonos fijamente, no nos atreveríamos a pecar. La presencia de un superior a menudo frena a un hombre de hacer cualquier cosa en la cual él pudiera haberse aventurado, y la presencia de Dios, si nos percatáramos de ella, sería una barrera perpetua contra la tentación y nos mantendría firmes en la santidad. Después de esto, cuando José hablaba de Dios en cualquier ocasión, cuando Dios lo ayudó no solo a soportar la tentación sino a hacer cualquier servicio, te darás cuenta de cómo él siempre se lo atribuía a Dios. Él no interpretó el sueño del faraón sin antes decirle: «No soy yo, Dios le ha mostrado al faraón lo que va a hacer». Él estaba tan consciente de la presencia de Dios cuando se paró frente al gran monarca como cuando rechazó a aquella mujer pecadora.
Temo que no siempre hablamos de esta manera pero José sí lo hacía. Sin el menor remilgo, él decía lo que había en su corazón debido a una sensación de la presencia y la obra divina. ¡Cómo se parece él en esto a nuestro divino Señor! La presencia de Dios era todo para Cristo, así como lo era para José. Ahora bien, si tú y yo siempre ponemos al Señor delante de nosotros, si nuestras almas moran en Dios, ten por seguro que Dios está con nosotros. No hay ningún error en eso.
FUENTE: Charles H. Spurgeon -Tomado del libro “A los Pies del Maestro”, Compilado por Audie G. Lewis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario