Versículo para hoy:

martes, 14 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

PROVERBIOS 4:23, EXPLICACIÓN DEL TEXTO


“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana
la vida”. Proverbios 4:23

El corazón del ser humano es su peor parte antes de ser regenerado, pero es la mejor después de la regeneración. Allí se asientan nuestros principios y la fuente de nuestros actos. El ojo de Dios está puesto sobre nuestro corazón, y también deberían estarlo nuestros propios ojos la mayoría del tiempo. La mayor dificultad en la conversión es ganar el corazón para Dios, y la mayor dificultad después de la conversión es mantener el corazón con Dios. Es ahí donde yace la fuerza misma de la relación con Dios; es ahí donde el camino que lleva a la vida se vuelve angosto, y donde la puerta del cielo se vuelve estrecha. El objetivo de este versículo es darnos dirección y ayuda, y nos proporciona dos cosas:

1- UNA EXHORTACIÓN: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón”.
2- LA RAZÓN O MOTIVO PARA HACERLO: “Porque de él mana la vida”.

En la parte de exhortación consideraremos dos aspectos:

1.     Nuestro deber.

2.     La forma de cumplir con él.

1. Nuestro deber

Guarda tu corazón. El corazón que se menciona aquí no se refiere a la noble parte del cuerpo que los filósofos llaman “La primera que vive y la última que muere”, sino que se refiere al corazón como metáfora, lo que en las Escrituras a veces representa una facultad particular y noble del alma. En Romanos 1:21 se menciona al decir que su necio corazón, es decir, su necio entendimiento, fue entenebrecido. Salmos 119:11 se refiere a la memoria cuando dice “En mi corazón he guardado tus dichos”, y 1 Juan 3:20 se refiere a la conciencia, que incluye tanto la luz del entendimiento como el reconocimiento de la memoria al decir: Si nuestro corazón nos reprende, es decir, si nuestra conciencia, cuyo oficio es reprender, nos reprende.
Pero en este versículo hemos de tomarlo de forma más general, como refiriéndose al alma al completo, al hombre interior. El alma es para el hombre lo que el corazón es para el cuerpo, y la santidad es para el alma lo que la buena salud es para el corazón. El estado de todo el cuerpo depende de la salud y vigor del corazón, y el estado eterno del hombre al completo depende de la buena o mala condición del alma.
Por “guardar el corazón” hemos de entender el uso diligente y constante de todos los medios santos que existen para preservar el alma del pecado, y mantener su dulce y libre comunión con Dios.
Decimos constante porque la razón que se da en el versículo extiende el deber de cuidar el corazón a todos los estados y condiciones de la vida cristiana, y hace que siempre sea obligatorio. Si el corazón debe guardarse porque de él fluyen todos los asuntos de la vida, entonces mientras esos asuntos de la vida sigan fluyendo de él, estaremos obligados a guardarlo.
Lavater compara el texto con una guarnición sitiada, acosada por muchos enemigos en el exterior, y con peligro de ser entregada desde dentro por los ciudadanos traicioneros que hay en ella. Los soldados tienen que vigilar este peligro, o sufrir el dolor de la muerte. Y aunque la expresión «guarda tu corazón» parece imponernos el trabajo a nosotros, no implica que seamos suficientes para hacerlo. Somos tan capaces de gobernar y ordenar nuestros corazones en nuestras propias fuerzas como lo seríamos de detener el sol en su órbita o de hacer que un río corriese en sentido contrario. Si pudiésemos hacerlo, también podríamos ser nuestros propios salvadores y guardadores, pero Salomón habla con propiedad cuando dice guarda tu corazón, porque el deber es nuestro, aunque el poder es de Dios. El poder que tengamos dependerá de la fuerza motivadora y ayudadora de Cristo. La gracia en nuestro interior depende de una gracia que no es nuestra, “Separados de mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5). Hasta aquí es nuestro deber.

2. La forma de cumplir con nuestro deber

La forma de cumplir nuestro deber es sobre toda cosa guardada, es decir, con toda diligencia. El texto original hebreo es muy enfático: guardar con todo lo que se pueda, o, guarda y guarda, pon una guardia doble. Esta vehemencia con la que se insta a cumplir nuestro deber implica claramente lo difícil que es guardar nuestro corazón, lo peligroso que es descuidarlo.
El motivo para este deber es muy obligado y serio: “porque de él mana la vida”. El corazón es la fuente de todas las operaciones de la vida, es el resorte y el origen del bien y el mal, como el resorte de un reloj que pone todos los engranajes en movimiento. El corazón es el tesoro, las manos y la lengua son
el escaparate. Lo que está en ellas viene del corazón, y las manos y la lengua siempre comienzan donde el corazón termina. El corazón trama, y los miembros lo ejecutan: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).

Por tanto, si el corazón se equivoca en su trabajo, los miembros se equivocarán en el suyo, porque los errores del corazón son como los errores de la primera mezcla, que no pueden rectificarse después, o como cometer un error al preparar las letras y sellos en una imprenta, que hacen que se produzcan muchas erratas en todas las copias que se imprimen.

¿Cuán importante es entonces el deber cuyo cumplimiento puede verse en las consecuencias?
La guarda y control del corazón en toda situación es una de las actividades principales en la vida de un cristiano.

Un filósofo dijo que es difícil contener las aguas dentro de unos límites, y lo mismo se podría aplicar al corazón. Dios le ha puesto límite, pero ¿cuántas veces no traspasamos, no solo los límites de la gracia y de nuestra relación con Dios, sino incluso los límites de la razón y de la honestidad común y corriente?
Esto justifica que nos esforcemos y estemos vigilantes hasta el día que muramos. No es tener limpias las manos lo que nos hace cristianos, porque los hipócritas también pueden mostrar manos limpias, sino la vigilancia purificadora y el ordenamiento correcto del corazón. Esto es lo que produce tantas quejas tristes y cuesta tantos gemidos y lágrimas. Fue el orgullo del corazón de Ezequías el que lo hizo tumbarse en tierra, gimiendo ante el Señor (2 Crónicas 32:25-26)- Fue la hipocresía que invadía el corazón de David la que lo hizo clamar “Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, Para que no sea yo avergonzado” (Salmos 119:80). Fue el sentir que su propio corazón se dividía y se distraía en el servicio de Dios lo que le hizo derramarse en oración diciendo: “Afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmos 86:11).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amén, que el Señor afirme mi corazón para que tema su nombre 🙏🏻 ♥