viernes, 23 de agosto de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(b) Tener un concepto bíblico del pecado es una de las mejores maneras de evaluar la teología extravagantemente amplia y liberal que está en boga en nuestros días. La tendencia del pensamiento moderno es rechazar los credos y toda clase de límites en la religión. Se cree que es muy bueno y sabio no condenar ninguna opinión y declarar que todos los maestros inteligentes y serios, son dignos de confianza, no importa lo heterogéneas y mutuamente destructivas que puedan ser sus opiniones. ¡Todo en verdad es cierto, nada es falso! ¡Todos tienen razón y nadie está equivocado! ¡Es muy probable que todos sean salvos y nadie se perderá! La expiación y sustitución de Cristo, la personalidad del diablo, los elementos milagrosos en las Escrituras, la realidad y eternidad del futuro castigo, todas estas poderosas piedras fundamentales se tiran indiferentemente por la borda como lastre, a fin de alivianar el barco del cristianismo y hacer posible que se mantenga al paso de la ciencia moderna. Si tomamos una postura firme en defensa de estas grandes verdades ¡nos llaman cerrados, anticuados y fósiles teológicos! Citamos un texto y nos dicen que no toda verdad está confinada a las páginas de un antiguo libro judío y que una búsqueda libre ha descubierto muchas cosas desde que el libro se terminó de escribir.

(c) Un concepto correcto es el mejor antídoto contra ese tipo de cristianismo sensual, ceremonial y formal, que nos ha arrasado como una inundación durante los últimos veinticinco años, llevándose a muchos a su paso. Comprendo que este sistema de religión tiene mucho de atractivo para cierta mentalidad, siempre y cuando la conciencia no esté totalmente iluminada. Me resulta difícil creer que cuando esa parte maravillosa de nuestro ser llamada conciencia está realmente despierta y viva, un cristianismo ceremonial sensual nos satisfaga plenamente. A un niñito se le puede tranquilizar y entretener fácilmente con juguetitos y sonajeros mientras no tenga hambre; pero en cuanto lo siente, sabemos que comer es lo único que los satisfará. Sucede lo mismo con el alma. Música, flores, velas, incienso, estandartes, procesiones, vestiduras hermosas, confesionarios, y ceremonias de carácter similar a las católicas romanas hechas por el hombre, lo satisfarán bajo ciertas condiciones. Pero una vez que "despierta y se levanta de entre los muertos", no se contentará con estas cosas. Le parecerán simples frivolidades y una pérdida de tiempo. Pero en cuanto ve su pecado, tiene que ver a su Salvador. Se siente atacado por una enfermedad mortal y nada lo satisfará, sino el gran Médico. Tiene hambre y sed, y no puede conformarse con menos que el pan de vida. Puedo parecer audaz al decir esto; pero afirmo, sin temor a equivocarme, que cuatro de cada cinco católicos romanos del último cuarto de siglo, no hubieran existido si se les hubiera enseñado más fehacientemente y con más amor, la naturaleza del pecado y lo vil y pecaminoso que es.

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