lunes, 18 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(e) Existe un elemento más que es absolutamente necesario para crecer en la gracia, y este es tener una comunión regular y habitual con el Señor Jesús. Nadie suponga que al decir esto estoy hablando de la Cena del Señor. No, nada parecido. Estoy hablando de ese hábito diario de una conversación entre el creyente y su Salvador, que solo puede suceder con fe, oración y meditación. Me temo que es un hábito del cual muchos creyentes saben poco. Una persona puede ser creyente y tener sus pies sobre la roca, y aun así, privarse de sus privilegios. Es posible tener una "unión" con Cristo y aun así, tener poca o nada de "comunión" con él. Pero, aunque parezca mentira, tal cosa sucede.

Me parece a mí que los nombres y oficios de Cristo, según los estipulan las Escrituras, demuestran sin temor a dudas que esta "comunión" entre el santo y su Salvador no es mera fantasía, sino algo realmente cierto. Entre el "Novio" y su esposa, entre la "Cabeza" y sus miembros, entre el "Médico" y sus pacientes, entre el "Abogado" defensor y sus clientes, entre el "Pastor" y sus ovejas, entre el "Maestro" y sus discípulos, está evidentemente implícito el hábito de una comunión cercana, de un pedido diario de las cosas que necesitamos, de un abrir totalmente nuestros corazones y mentes y echar sobre el Señor nuestras cargas. Este hábito de relacionarnos con Cristo de este modo se trata claramente de algo más que una confianza general y vaga en la obra que Cristo hizo por los pecadores. Se trata de acercarnos a él y aferrarnos a él con confianza, como un Amigo cariñoso y personal. Esto es lo que quiero decir por "comunión".

Ahora bien, creo que nadie puede jamás crecer en la gracia si no ha experimentado "comunión" habitual con Cristo. No tenemos que contentarnos con un conocimiento general ortodoxo de que la justificación es por fe y no por obras y que tenemos que poner nuestra confianza en Cristo. Tenemos que ir más allá. Debemos procurar tener una intimidad personal con el Señor Jesús, y tratar con él como el que trata con un amigo querido. Tenemos que comprender lo que es recurrir a él primero ante cada necesidad, hablar con él acerca de cada dificultad, consultar con él a cada paso, contarle a él todos nuestros sufrimientos, incluirlo en todas nuestras alegrías, hacer todo como si nos estuviera viendo y vivir cada día apoyándonos y confiando en él.

Esta es la manera como vivió Pablo. Él decía: "Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios", "para mí el vivir es Cristo" (Gá. 2:20; Fil. 1:21). Es la ignorancia de esta manera de vivir por la cual tantos no ven ninguna belleza en el libro de Cantar de los Cantares. Pero es el hombre que vive de esta manera el que mantiene una comunión constante con Cristo. Este es el hombre, digo enfáticamente, cuya alma crecerá.

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