"Samuel... temía contar la Visión a Elí", 1 Samuel 3:15
Dios nunca nos habla en formas impresionantes y dramáticas, pero sí en modos que fácilmente podemos
malinterpretar. Entonces decimos: "Me pregunto si esa es la voz de Dios..." Isaías manifestó que el Señor
le habló con mano fuerte, es decir, por la presión de sus circunstancias (Isaías 8:11). Sin la mano soberana
del mismo Dios, nada afecta nuestras vidas. ¿Podemos discernir su mano obrando, o percibimos las
circunstancias como simples acontecimientos?
Forma el hábito de decir: Habla, Jehová y la vida se volverá un idilio (1 Samuel 3:9). Cada vez que las
circunstancias te apremien, di: Habla, SEÑOR y toma tiempo para escuchar. La disciplina es más que un
medio de corrección y tiene el propósito de llevarme al punto en que diga: Habla, Jehová. Trae a tu
memoria una ocasión cuando Dios te haya hablado. ¿Recuerdas lo que te dijo? ¿Fue Lucas 11:13,
1Tesalonicenses 5:23? A medida que escuchamos, nuestros oídos se vuelven más sensibles y, como Jesús,
escucharemos a Dios todo el tiempo.
¿Debo decirle a "mi Elí" lo que el Señor me ha manifestado? Aquí es donde surge el dilema de la
obediencia. Desobedecemos a Dios cuando asumimos el rol aficionado de "divinas providencias" y
pensamos: “Debo proteger a Elí”, el cual representa a las mejores personas que conocemos. El Señor no
le dijo a Samuel que le contara a Elí; él tuvo que decirlo por su cuenta. El mensaje de Dios para ti podría
lastimar a "tu Elí" pero tratar de impedir el sufrimiento en la vida de otra persona resulta ser un obstáculo
entre tu alma y Dios. Si evitas que a alguien le corten su mano derecha o le saquen su ojo derecho, es por
tu cuenta y riesgo (ver Mateo 5:29-30).
Nunca pidas el consejo de alguien con respecto a cualquier cosa sobre la que Dios te haga tomar una
decisión delante de Él. Si pides consejo, casi siempre terminarás involucrándote con Satanás. "...No me
apresuré a consultar con carne y sangre", Gálatas 1:16.
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