“... ¿Quién eres, Señor?...” Hechos 26:15
"...Jehová me habló de esta manera con mano fuerte..." Isaías 8:11. Cuando el Señor habla no hay
escapatoria. Él siempre viene a nosotros utilizando su autoridad y apoderándose de nuestro
entendimiento. ¿Has oído directamente la voz de Dios? Si es así, no puedes entender mal la persistencia
íntima con la cual te ha hablado. Dios se expresa en el idioma que tú conoces mejor; no por medio de tus
oídos, sino a través de tus circunstancias.
Él debe destruir la obstinada confianza en nuestras propias convicciones. Decimos: "Yo sé que esto es lo
que debería hacer"; y de repente la voz del Señor nos habla en una forma que nos abruma, revelando la
profundidad de nuestra ignorancia. Manifestamos nuestra falta de conocimiento de Él en la manera en que
hemos decidido servirle; servimos a un espíritu que no es el suyo, lo herimos por la defensa que
presentamos de ÉI; y presionamos sus exigencias en el espíritu del diablo.
Nuestras palabras suenan bien, pero el espíritu es el de un enemigo. "Los reprendió diciendo: Vosotros no
sabéis de qué espíritu sois", Lucas 9:55. En 1 Corintios 13 se describe el espíritu de nuestro Señor en sus
defensores.
¿He estado persiguiendo a Jesús por la determinación impaciente de servirle a mi manera? Si siento que
he cumplido con mi deber, pero he lastimado al Señor en el proceso, puedo estar seguro de que ese no era
mi deber porque no fomentó un espíritu afable y apacible, sino el espíritu de mi satisfacción personal.
¡Nosotros suponemos que todo lo que sea desagradable es nuestro deber! ¿Acaso eso se parece en algo al
espíritu de nuestro Señor? "... El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado..." Salmos 40:8.
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