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El hecho de que Dios llame a la
tierra de los océanos da la impresión de marcar el período de la noche en
este tercer día. Durante este período tenemos la aparición de los continentes,
la acción de los agentes atmosféricos sobre las rocas y el terreno que se
forma gradualmente a fin de prepararse para la vida de las plantas que habría
de aparecer a continuación.
Pero recuerde el lector que todo
esto es a nivel físico, siendo tan sólo una manifestación paralela de una
realidad espiritual y moral, y cada uno de los aspectos de la naturaleza
debieran de hablarnos volúmenes acerca de quién es Dios, lo que hace y, al
mismo tiempo, ser una imagen de algo invisible que tiene que ver con nuestra
vida interior.
Aprendemos que esta vida humana en
la tierra, entre el período del nacimiento y de la muerte, está dividida.
Esta es la imagen que se nos ofrece mediante la aparición de la tierra del
océano. Las aguas son una imagen de la vida humana. Elevándose de ese océano
de vida humana está la tierra, que tiene la capacidad de producir fruto. Por
lo tanto, existe aquello que es capaz de producir fruto y aquello otro que es
incapaz de hacerlo.
Existe una antigua humanidad que,
por naturaleza, es incapaz de cumplir lo que Dios desea; una nueva humanidad,
llamada de entre la antigua, es capaz de producir el fruto que Dios imagina.
La antigua humanidad es una raza caída, cegada, oscurecida, confusa, inquieta
y, al igual que el océano se encuentra todavía dividido, la humanidad caída
está separada en divisiones: en naciones y lenguas. El profeta Isaías dice:
“Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto y
sus aguas arrojan cieno y lodo” (Isaías 57:20).
Usted preguntará: “¿Quiere usted
decir que todas las personas que no son cristianas son malvadas?” Es preciso
que recordemos que existe una forma respetable de maldad además de la forma
notoria. Usted puede ser malvado a sabiendas y usted puede ser ignorantemente
malvado. Las personas que están expuestas al propósito de Dios, a Su amor y
el programa que Él tiene para la liberación de la humanidad de su esclavitud,
y se resisten a la obra de Dios, rechazando al Salvador al que ha enviado
Dios, negándose a ceder a Su llamamiento de gracia, son claramente personas
malvadas que se oponen a la voluntad de Dios. Están levantando el puño en un
acto de desafío en contra de su Creador, y ese es el motivo por el que
también se sienten inquietas. La inquietud de nuestra era es directamente
debida al hecho de que es malvada, algo que ha sido representado por el
océano con sus impetuosas y grandes olas que no se calman nunca.
Pero de ese océano surge una nueva
humanidad, la tierra, con una raza que da fruto formada por aquellas personas
que están en Jesucristo, que eran una en Él originalmente, como lo fueron en
un tiempo los continentes, pero ahora están divididas y fragmentadas por las
fuerzas que han aparecido desde entonces para separarnos los unos de los
otros. Pero a pesar de esto sigue estando siempre presente una unidad
fundamental que descubrimos cuando nos reunimos en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo.
Señor, te doy gracias porque estás
trayendo una nueva humanidad de entre la antigua y porque de entre esta nueva
humanidad puedo dar fruto para Ti.
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Aplicación a la vida
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El mundo natural nos habla de
manera metafórica acerca de la vida interior de nuestra humanidad. ¿Podemos
ver una distinción en nuestras vidas entre la antigua raza caída y la nueva
vida en Cristo?
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