lunes, 28 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 Los que necesitan ser exhortados a "calcular el costo"

Pero existe una clase de personas en especial, a la que quiero hablar sobre esta parte de mi tema. Es una clase numerosa, que va en aumento y que en estos días está en inminente peligro. Diré algunas palabras para tratar de describirla. Merece nuestra cuidadosa atención.

Las personas a las que me refiero no son indiferentes a la religión: Piensan mucho en ella. No son ignorantes en cuanto a la religión, la conocen bastante bien. Pero su gran defecto es que no están "arraigados y afirmados" en su fe. Sucede con demasiada frecuencia que han adquirido su conocimiento de segunda mano, ya sea de sus familiares o porque les enseñaron religión, pero nunca se han ocupado de su propia experiencia interior. Sucede con demasiada frecuencia que han hecho una profesión de fe presionados por las circunstancias, por la emoción de sus sentimientos, por un entusiasmo animal o por un deseo fortuito de hacer lo mismo que hacen los demás, sin que hay una obra fehaciente de la gracia en sus corazones. Las personas así se encuentran en una posición inmensamente peligrosa. Son precisamente ellas, si es que valen de algo los ejemplos bíblicos, las que necesitan la exhortación a "calcular el costo".

Por no "calcular el costo", incontables hijos de Israel murieron miserablemente en el desierto entre Egipto y Canaán. Dejaron Egipto llenos de entusiasmo y fervor, como si nada pudiera detenerlos. Sin embargo, cuando encontraron peligros y dificultades en el camino, su aparente valentía pronto desapareció. Nunca se detuvieron a pensar en las dificultades. Pensaron que llegarían a la tierra prometida en unos pocos días. Pero cuando los enemigos, las privaciones, el hambre y la sed empezaron a probarlos, murmuraron contra Moisés, contra Dios y hubieran preferido volver a Egipto. En una palabra, no habían "calculado el costo" por lo que perdieron todo y murieron en sus pecados.

Por no "calcular el costo", muchos de los oyentes de nuestro Señor Jesucristo después de un tiempo se apartaron y "ya no andaban con él" (Jn. 6:66). Cuando al principio veían sus milagros y escuchaban su predicación, pensaban que "el reino de Dios aparecería inmediatamente". Se sumaron a sus apóstoles y lo siguieron sin pensar en las consecuencias. Pero cuando descubrieron que había doctrinas difíciles que creer, trabajo difícil que hacer y persecuciones que sufrir, su aparente fe desapareció inmediatamente y quedó en la nada. En una palabra, no habían "calculado el costo" y, consecuentemente, "naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Ti. 1:19).

Por no "calcular el costo", el Rey Herodes volvió a sus antiguos pecados y destruyó su alma. Le gustaba oír predicar a Juan el Bautista. Lo "observaba" y honraba como un hombre justo y santo. Hasta hacía "muchas cosas" que eran correctas y buenas. Pero cuando se vio obligado a enfrentar el hecho de tener que renunciar a su querida Herodías, apostató de la fe. No había contado con esto. No había "calculado el costo" (Mr. 6:20).

Por no "calcular el costo", Demas dejó a Pablo, dejó el evangelio, dejó a Cristo y renunció al cielo. Por mucho tiempo viajó con el gran apóstol de los gentiles y, de hecho, fue su "colaborador". Pero cuando descubrió que no podía ser amigo de este mundo y al mismo tiempo ser amigo de Dios, renunció a su cristianismo y se dio al mundo. "Demas me ha desamparado", dijo Pablo "amando este mundo" (2 Ti. 4:10). Obviamente, no había "calculado el costo".

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