lunes, 12 de agosto de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

El error lamentable

Termino aquí mi introducción y me apuro a concluirla. Confieso que dejo de escribir con sentimientos de tristeza y ansiedad. Hay mucho en la actitud de los cristianos en la actualidad que me llena de preocupación y que me hace temer por el futuro.

Existe entre muchos creyentes una ignorancia pasmosa de las Escrituras y, consecuentemente, existe también la necesidad de una fe bien fundamentada, bíblicamente y sólida. No tengo otra manera de explicar la facilidad con que la gente, como si fueran niños, "son llevados por doquiera de todo viento de doctrina" (Ef. 4:14). Existe un amor ateniense por las cosas novedosas y una aversión mórbida por cualquier cosa del pasado y regular, y por el sendero transitado por nuestros mayores. Miles de personas se congregan para escuchar una voz nueva y una doctrina nueva, sin considerar ni por un momento, si lo que están oyendo es cierto. Hay ansias incesantes de escuchar cualquier enseñanza sensacional y emocionante que apele a los sentimientos. Hay un apetito enfermizo por un cristianismo espasmódico e histérico. La vida religiosa de muchos es como beber una pequeña copita espiritual y "el espíritu afable y apacible" que recomienda San Pedro es totalmente olvidado (1Pe. 3:4). Las multitudes, los llantos, los sitios calurosos, los cantos rimbombantes y una incesante apelación a las emociones, es lo único que a muchos les interesa. La incapacidad para distinguir las diferencias doctrinales cunde por doquier y, mientras el predicador sea "hábil" y "fervoroso", cientos de oyentes parecen creer que tiene que estar predicando la verdad ¡y lo llaman a uno terriblemente "intolerante y duro", si sugiere que no predica la verdad! Modoy y Hawis, Dean Stanley y Canon Liddon, Mackonochie y Persall Smith les dan lo mismo a tales personas. Todo esto es triste, muy triste. Pero si, además de esto, los que sinceramente abogan por más santidad, caen por el camino o tienen diferencias entre sí, será más triste todavía. Entonces sí que estaremos peor.

La solución

En cuanto a mí, sé que ya no soy un pastor joven. Mi mente quizá se esté endureciendo y no puedo recibir fácilmente ninguna doctrina nueva. "Lo de antes es mejor". Supongo que pertenezco a la escuela antigua de teología evangélica y, por lo tanto, me contento con enseñar acerca de la santificación según lo que encuentro en Life of Faith (Vida de fe) por Sibbes y Manton, y en The Life, Walk, and Triumph of Faith (La vida, el camino y el triunfo de la fe) por William Romaine. Pero tengo que expresar mi esperanza de que mis hermanos más jóvenes, que han adoptado conceptos nuevos de la santidad, se cuiden de las múltiples e innecesarias divisiones. ¿Creen que se necesitan normas superiores para la vida cristiana en la actualidad? Yo también. ¿Creen que se necesitan enseñanzas más claras, fuertes y completas sobre santidad? Yo también. ¿Creen que Cristo debe ser más exaltado como la raíz y el autor de la santificación, al igual que la justificación? Yo también. ¿Creen que se les debe instar más y más a los creyentes a vivir por fe? Yo también. ¿Creen que se debe insistir más y más en que mantenerse muy cerca de Dios es el secreto de la vida feliz y provechosa para el creyente? Yo también. En todo esto coincidimos. Si quieren saber más, entonces les pido que tengan cuidado por dónde caminan y que expliquen, clara y distintivamente, lo que quieren decir.

Por último, tengo que rechazar, y lo hago con amor, el uso de términos y frases vulgares al enseñar acerca de la santificación. Alego que un movimiento a favor de la santidad no puede ser extendido con una fraseología inventada, ni con afirmaciones desproporcionadas y parciales, ni con enfatizar demasiado y aislar pasajes en particular, ni por exaltar una verdad a expensas de otra, ni alegorizando o acomodando pasajes (exprimiéndolos para sacarles significados que el Espíritu Santo nunca puso en ellos), ni hablando con desprecio y amargura de los que no ven las cosas exactamente como las ve uno y no trabajan exactamente de las maneras en que lo hace uno. Estas cosas no conducen a la paz; más bien repelen a muchos y los mantienen alejados. Las armas como estas, no ayudan en nada a la causa de la verdadera santificación, sino que la perjudican. Hay que desconfiar de cualquier movimiento para propagar la santidad que produzca altercados y disputas entre los hijos de Dios. En nombre de Cristo, y en nombre de la verdad y el amor, tratemos de seguir la paz, al igual que la santidad. "Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Mr. 10:9).

Lo que anhelo de corazón y pido a Dios todos los días, es que la santidad personal aumente grandemente entre los que profesan ser cristianos. Y confío en que todos los que procuran promoverla, se adhieran a lo que coincida con las Escrituras, que distingan cuidadosamente las cosas que difieren y que separen "lo precioso de lo vil" (Jer. 15:19).

1 comentario:

  1. Hermano no desfallece la obra de la iglesia es de cristo el da crecimiento.Nosotros sembramos el crecimiento es celestial por medio del espiritu santo que redargulle

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