sábado, 3 de agosto de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 
UN LLAMADO A QUE LA IGLESIA GUARDE EL CORAZÓN


9. Por último, guardemos nuestro corazón y entonces los consuelos del Espíritu y la influencia de todos los tiempos con Dios serán más firmes y duraderos de lo que son ahora.

¿Acaso nos parecen pequeños los consuelos de Dios? Tenemos razones para avergonzarnos por el hecho de que los tiempos con Dios tengan un efecto tan ligero y pasajero a la hora de avivarnos y consolarnos.

Lector, considera bien estos beneficios especiales de guardar el corazón. Examínalos. ¿Se trata de asuntos sin importancia? ¿Es de poca importancia recibir ayuda para tu entendimiento? ¿Que tu alma que peligra sea puesta a salvo? ¿Que sea probada tu sinceridad? ¿Que sea endulzada tu comunión con Dios? ¿Que tu corazón sea llenado de motivos para orar? ¿Es cosa pequeña tener el poder la piedad y que todos los escándalos sean quitados? ¿Lo es conseguir una capacidad instrumental para servir a Cristo? ¿Que la comunión de los santos sea restaurada a su primitiva gloria? ¿Que la influencia de los tiempos con Dios permanezca en el alma de los santos?

Si estas bendiciones no son comunes ni ordinarias, seguramente es un gran e indispensable deber guardar el corazón con toda diligencia. ¿Te sientes ahora inclinado a ocuparte de guardar tu corazón? ¿Estás resuelto a hacerlo? 

Te encargo entonces que lo hagas con seriedad. Acaba con todo sentimiento de cobardía, y disponte a encontrar dificultades. Saca tu armadura de la Palabra de Dios. Deja que la palabra de Cristo more abundantemente en ti, y que sus mandamientos, promesas y advertencias se fijen en tu entendimiento, en tu memoria, tu conciencia y tus afectos. Debes aprender a empuñar la espada del Espíritu (que es la Palabra de Dios) con familiaridad, para defender tu corazón y vencer a tus enemigos.

Debes llamarte a cuentas con frecuencia, examínate como si estuvieses en presencia del Dios que todo lo ve. Trae tu conciencia, por así decirlo, a la mesa del juicio. Cuídate de entrar en demasiados negocios mundanos, de cómo practicas las reglas del mundo, y de cómo te aventuras a permitir tus inclinaciones depravadas. Debes ejercer la más completa vigilancia para descubrir y encargarte de los primeros síntomas de alejamiento de Dios, el menor declinar en espiritualidad, o la menor indisposición a la meditación contigo mismo y a la conversación y comunión santa con otros.

Debemos emprender estas cosas en las fuerzas de Cristo, con una resolución invencible al comenzarlas. Y si nos involucramos en esta gran obra, estemos seguros de que no gastaremos nuestras fuerzas en vano; consuelos que nunca habíamos sentido o pensado fluirán hacia nosotros desde todas partes. La búsqueda diligente de esta obra nos proveerá constantemente de la motivación más potente para vigilar y de un ardor para la vida de fe, mientras aumenta nuestra fe y agota a nuestros enemigos.

Y cuando hayamos guardado el corazón sobre toda cosa guardada durante un poco de tiempo, cuando hayamos luchado las batallas de esta guerra espiritual, ganado dominio sobre la corrupción interior, y derrotado a los enemigos de afuera, entonces Dios abrirá las puertas de los cielos sobre nosotros, y nos dará la porción que se promete a aquellos que vencieren.

Despertemos pues en este mismo instante. Pongamos el mundo bajo nuestros pies, no anhelemos las cosas que alguien pueda tener a la vez que pierde eternamente su alma, sino bendigamos a Dios porque podemos tener su servicio aquí, y después la gloria que Él asigna a sus elegidos.

"Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo Él en vosotros lo que es agradable delante de Él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén" (Hebreos 13:20-21).

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