martes, 30 de julio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 
UN LLAMADO A QUE LA IGLESIA GUARDE EL CORAZÓN

Si guardar el corazón es un asunto tan importante, si se pueden derivar grandes ventajas de ello, si hay tantos intereses valiosos involucrados en esto, permítanme que clame sobre el pueblo de Dios en todo lugar para que se involucre en este trabajo de todo corazón.

Oh, estudiemos nuestros corazones, vigilemos nuestros corazones, ¡guardemos nuestros corazones! Abandonemos las controversias infructuosas y las preguntas inútiles, abandonemos los nombres y demostraciones vanas, dejemos las conversaciones infructuosas y la atrevida censura que hacemos de los demás, y volvámosla sobre nosotros mismos. ¡Que en este día y en esta hora nos propongamos hacerlo!

Lector, creo que debo continuar contigo. Todo lo que te ruego es esto: que te apartes más a menudo para hablar con Dios y con tu propio corazón, que no consientas que ninguna trivialidad te distraiga, que mantengas una cuenta más seria y fiel de tus pensamientos y tus afectos; que seriamente exijas a tu propio corazón, al menos cada noche: "Oh corazón mío, ¿dónde has estado hoy, y en qué has ocupado tus pensamientos?"

Si todo lo dicho para animar a esto no es suficiente, todavía tengo algunos motivos más para ofrecer:

1. Estudiar, observar, y guardar diligentemente nuestros corazones ayudará de forma sorprendente a entender los profundos misterios de la fe.

Un corazón honesto y bien experimentado es una ayuda excelente para la cabeza. Tal corazón servirá de comentario a una gran parte de las Escrituras. Por medio de un corazón así tendremos un mayor entendimiento de lo divino que el hombre más estudiado (pero sin gracia) haya tenido o pueda tener jamás. No solo tendremos un entendimiento más claro de esto, sino una comprensión más interesante y provechosa. Una persona puede discurrir de manera ortodoxa y profunda sobre los efectos de la fe, las tribulaciones y consuelos de la conciencia y la dulzura de la comunión con Dios, sin haber sentido la eficacia y la dulce impresión que estas cosas producen sobre el alma. ¡Pero cuán oscuras y secas son sus nociones comparadas con las de un cristiano experimentado!

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