
Capítulo 6
Satanás conduce a los creyentes al pecado haciéndoles ver
que los que tratan de santificarse sufren mucha oposición y dificultades.
Les dice que mientras los pecadores gozan de la “buena vida”, los que dan la
espalda al pecado solo experimentan tristezas y problemas. Satanás les insiste
en que por ser justos y santos tendrán problemas. El susurro del enemigo es que
es mucho mejor vivir en una forma que no les ocasione tantos conflictos y que
los pecadores no sufren como los piadosos.
¿Cómo
deben reaccionar, y qué deben pensar los creyentes cuando satanás les inquieta
con estas ideas?
P |
rimero,
deben recordar que todos los problemas que
los hijos de Dios tienen serán usados para su bien. Dios nunca envía aflicciones
a su pueblo sin un buen propósito, aunque al momento no sea posible verlo. En
seguida mencionaré algunos de los efectos que vienen a los piadosos como
consecuencia de la aflicción: Aprenden la maldad del pecado; el sufrimiento les
hace dar la espalda al pecado; el sufrimiento les hace tener cuidado del pecado
en el futuro. El niño que se ha quemado teme al fuego. Las aflicciones nos
ayudan a mortificar el pecado. Las aflicciones son el crisol donde Dios
purifica las impurezas de su pueblo. Dios disciplina, corrige y enseña a los
creyentes para su bien, a fin de que participen de su santidad. (Heb.12:10- 11)
Aunque la disciplina divina sea al momento dolorosa, produce la piedad y trae
muchas bendiciones a los creyentes. Dios está entrenando a su pueblo: Haciendo
que estén en una buena y saludable condición espiritual, el sufrimiento es una
parte de este entrenamiento. El sufrimiento les hace humildes y sensibles a la
enseñanza del Espíritu Santo. El sufrimiento les hace acercarse a Dios y orar
en una forma más intensa y sincera. El salmista dijo: “Antes que fuera yo
humillado, descarriado andaba, más ahora guardo tu palabra.” (Sal.119:67)
También el sufrimiento fortalece a los creyentes. Crecen más fuertes en su amor
a Dios y hacia su pueblo; crecen más fuertes en fe, esperanza y gozo.
S |
egundo,
los creyentes deben recordar lo que es más importante, que sus problemas no pueden cambiar el hecho de que Dios les ama. Las
aflicciones pueden resultar en sufrimientos del cuerpo y la mente y aún perder
la vida, pero no los pueden separar del amor de Dios.
T |
ercero,
los creyentes deben recordar que sus problemas son en realidad pasajeros y de corta duración. “Por un momento será su ira,
pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, en la mañana vendrá
la alegría.” (Sal. 30:5) En realidad hay muy corto tiempo entre el conocer de
la gracia de Dios en la tierra y el gozarse de la gloria de Dios en el cielo.
“Porque aún un poquito y el que ha de venir vendrá y no tardará.”
(Heb.10:36-37) Este breve tiempo de sufrimiento terminará pronto y los
creyentes estarán con Cristo para siempre. Este tiempo de tormenta es el
preludio de la calma eterna.
C |
uarto,
los creyentes deben recordar que los problemas que les acontecen provienen del gran amor que Dios tiene para ellos. El Señor
Jesús dijo: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo.” (Apo. 3:19) Dios está
preparando a los creyentes para el cielo, y a veces está preparación resulta
dolorosa. Sin embargo, el hecho de que Dios está procurando que estén preparados
para el cielo, es prueba de que les ama grandemente.
Q |
uinto,
los creyentes deben medir las aflicciones por su resultado espiritual
y no por el dolor que ocasionan. Es necesario que veamos el propósito de Dios
en nuestros sufrimientos. José sufrió en Egipto y fue encarcelado injustamente.
No obstante el propósito de Dios fue que por medio de José se salvara su
familia. Del mismo modo, David fue rodeado de enemigos y estuvo en peligro
constante al principio de su carrera. Sin embargo, llegó a ser rey y fue
honrado por su pueblo. En ambos casos fue el sufrimiento lo que condujo al
cumplimiento del propósito de Dios. Esto nos enseña que los creyentes deben
juzgar sus sufrimientos no por el dolor que producen, sino por sus resultados
espirituales.
S |
exto,
el propósito de Dios en las aflicciones nunca es para dañar o
desesperar a los creyentes. Dios no quiere quebrantarlos o arruinarlos con la
tristeza. Dios quiere probarlos y fortalecerlos, su pensamiento nunca es
destruirlos. Moisés les recordaba a los israelitas de este punto: “Te acordarás
de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en
desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón,
si habías de guardar o no sus mandamientos.” (Deut.8:2) “Para probarte”, ese
fue el propósito de Dios, no para quebrantar o destruir.
Finalmente,
los creyentes siempre deben recordar que las tristezas y las miserias que
acompañan al pecado siempre son más grandes y pesadas que la tristeza que a
veces acompaña a la santidad y a la piedad. La tristeza que el pecado acarrea
no tiene nada bueno del todo. No tiene ninguna esperanza ni ningún buen
propósito. Isaías dijo: “Pero los impíos son como el mar en
tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No
hay paz dijo mi Dios para los impíos.” (Isa.27:20-21)
La tristeza que viene del pecado solo conduce a lo que es temible y terrible,
es decir, el enojo justo y santo de Dios y su ira.
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