"Jesús... le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres... y ven, sígueme, tomando tu cruz", Marcos 10:21
El joven y rico dignatario tenía la pasión dominante de ser perfecto. Por eso, cuando vio a Jesucristo
quiso ser como Él. Cuando nuestro Señor llama a un discípulo, nunca pone la santidad personal por
encima de todo lo demás. Su principal consideración es la absoluta eliminación del derecho sobre mí
mismo y mi identificación con Él, lo cual implica que la única relación que existe es la suya. Lucas 14:26
no tiene nada que ver con la salvación o la santificación, sino únicamente con identificarme
incondicionalmente con Jesucristo. Muy pocos conocemos lo que significa el absoluto "ve" de la
identificación con Jesús, el sometimiento y la sumisión a Él.
"Entonces Jesús, mirándolo, lo amó...", Marcos 10:21. Esta mirada de Jesús demandaba un corazón
separado para siempre de toda lealtad hacia cualquier otra persona o cosa. ¿Alguna vez te ha mirado Jesús
de esta manera? Su mirada penetra, transforma y cautiva. Donde te ha mirado eres tierno y flexible ante
Él. Cuando eres duro, vengativo, obstinado en tu propia voluntad y siempre estás seguro de que lo más
probable es que la otra persona no tiene la razón, pero tú sí, entonces hay áreas completas de tu naturaleza
que nunca han sido transformadas por su mirada.
Una cosa te falta. Lo único "bueno", desde el punto de vista de Jesucristo, es la unidad con Él sin ningún
obstáculo.
Vende todo lo que tienes. Debo humillarme hasta ser sólo un solo hombre consciente, sin que quede nada
más. Fundamentalmente debo renunciar a toda clase de posesiones, no para obtener la salvación (porque
la única forma para ser salvo es confiar absolutamente en Jesucristo), sino con el propósito de seguir a
Jesús. Ven, sígueme. Y el camino es el que Él anduvo.
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