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El punto de toda esta narrativa es
que Dios ha hecho una provisión maravillosa y completa para Su creación. El
mundo de la naturaleza está lleno de las más asombrosas evidencias del
cuidado de Dios.
¿Cómo es que algunos pájaros pueden
volar con un instinto certero por medio mundo y encontrar un diminuto punto
determinado de tierra en medio del océano, a pesar de que esta es la primera
vez que han hecho el vuelo? ¿Cómo es que las abejas pueden mantener la
temperatura en su colmena con una variación de unos pocos grados, tanto si es
un cálido día de verano como si es una fría mañana de invierno en el
exterior? ¿Cómo es que ciertas variedades de arañas han aprendido cómo
capturar burbujas de aire y construir nidos bajo el agua, empujando esas
burbujas hacia abajo desde la superficie y creando de ese modo diminutas
campanas de inmersión en las que cuidan de sus crías? ¿Quién les ha enseñado
a hacer algo tan extraño como eso?
Pero fíjese usted en las personas.
Fíjese en lo aparentemente mal preparados que estamos sin tener básicamente
ningún instinto. Es preciso que nos enseñen todo de nuevo con paciencia en
cada generación. Si los niños quedasen abandonados en lugares salvajes, como
ha sucedido a veces de manera accidental, sus vidas se parecerían más a las
de las bestias que las bestias mismas y no podrían ni siquiera hablarse los
unos a los otros. ¿No resulta humillante darnos cuenta de que podríamos
resolver los problemas de la tierra eliminando a una sola especie: al Homo
sapiens? Si mañana sucediese algo de manera que los humanos fuésemos
eliminados de la faz de la tierra, no pasaría demasiado tiempo antes de que
el cielo se despejase y pudiésemos ver las estrellas por la noche, las aguas
y los ríos correrían de nuevo limpios, los bosques volverían a crecer en las
laderas de las colinas desnudas y la tierra sería restaurada para ser un
reino ordenado, equilibrado y precioso.
¿Cuál es el problema? El problema
es la humanidad. ¿A qué es debido esto? El Señor Jesús dio justo en el clavo
al decir: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios” (Mateo 4:4). Cuando Dios proveyó el pan como el alimento básico
del hombre, un pan hecho de los granos de la tierra, las plantas que daban
semilla y sus frutos, Su intención era, como hemos visto a lo largo de este
relato, que este pan físico fuese una imagen del pan necesitado con
desesperación por las personas también al nivel espiritual.
Ese “pan” del espíritu significa
entender la voluntad de Dios. “Yo soy el pan de vida”, dijo Jesús. “El que a
mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás” (Juan
6:35). No volverá a caminar en tinieblas, no sentirá que no sabe qué hacer en
cuanto al próximo paso que debe dar para resolver los problemas con los que
se enfrenta, y no estará como si fuese un huérfano desnudo y sin hogar
vagando a ciegas por un universo misterioso cuyas fuerzas no entiende, sino
que sabrá a dónde va y lo que está haciendo además de cómo hacerlo. El Hijo
de Dios ha venido y Él nos da entendimiento.
Señor, tengo hambre del pan del
Espíritu. Te ruego que ese pan sea mi provisión hoy al intentar entender y
hacer Tu voluntad.
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Aplicación a la vida
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¿No nos hace sentirnos humildes el
darnos cuenta de que podríamos resolver los problemas de la tierra eliminando
una de las especies: el Homo sapiens? ¿De qué manera nos instruye
la provisión de Dios por medio de Su Hijo?
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