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Al hombre le fue dado el dominio
sobre todo el universo creado. Fue creado para que gobernase y dominase el
mundo en el que había sido colocado. A pesar de que el hombre ha caído, no se
ha olvidado nunca de este mandamiento, lo cual explica su interminable
persistencia en intentar dominar las fuerzas de la tierra, subir a las más
elevadas montañas y explorar los más profundos mares, utilizando a la
creación animal para sus propios propósitos. Pero además, la realidad de la
caída se ve en el hecho asombroso de que el hombre, que fue colocado en este
mundo para gobernarlo, se encuentra ahora a punto de destruirlo todo.
A pesar del hecho de que el hombre
ha perdido su habilidad para tener el señorío, el deseo de hacerlo sigue
siendo una especie de recuerdo racial en nuestro interior. Y ese deseo mismo
es una imagen a nivel físico de lo que el hombre redimido ha sido llamado a
ser a nivel espiritual. Llegamos aquí al gran propósito de este pasaje. Está
aquí para ilustrar para nosotros el hecho de que cuando somos redimidos somos
llamados a reinar en la vida y a dominar en la vida.
Permítame el lector explicarle esto
directamente, como fue escrito por mano del apóstol Pablo. En Romanos 5:17
dice: “Si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán
en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia
y del don de la justicia”.
Reinar en la vida, no en el cielo,
sino en la vida ahora, en este tiempo presente. Eso significa controlar los
acontecimientos, gobernando los efectos de la vida a nuestro alrededor,
cumpliendo con el programa del Padre y moviéndonos en la dirección que Dios
determine. El hombre redimido no debe ser nunca una víctima impotente de las
circunstancias. No se suponía que el mundo cause estragos en la iglesia, sino
que sea la iglesia la que haga estragos en el mundo.
Si lee usted los sucesos acerca de
la última semana de nuestro Señor en Jerusalén, verá usted exactamente lo que
quiero decir. Ahí está, yendo hacia la meta que el Padre ha ordenado,
teniendo que morir en la cruz. Pone su rostro como el pedernal para subir a
Jerusalén y está constantemente poniendo la vista en ese momento que sabe que
es el programa que tiene el Padre para Él. Pero fíjese usted en que va
adelante, teniendo control absoluto de las circunstancias. Manda a los
discípulos a realizar la obra que lleva a Su arresto. Despide a Judas para
que se pierda en la noche. Cuando vienen los soldados a prenderle, les
reprende, y caen en tierra atemorizados. Él podría fácilmente haberse dado la
vuelta y salido huyendo, pero esperó tranquilamente a que le arrestasen. La
única persona tranquila en todo este relato inquietante es la persona del
Señor Jesús, que camina con majestad solitaria durante estos acontecimientos
tumultuosos. Estaba reinando en vida, y eso es a lo que ha sido llamado a hacer
el cristiano. Las circunstancias de nuestras vidas son enviadas por el Padre;
son el programa que Dios ha escogido para nosotros, pero nuestra actitud en
ellas es la que domina en cada suceso, no el dejarnos llevar por la sorpresa.
Padre, con cuánta frecuencia vivo
como una persona derrotada e inutilizada por los desafíos de la vida.
Enséñame a reinar en vida por medio de Jesucristo.
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Aplicación a la vida
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El haber sido hechos a la imagen de
Dios nos hace ser seres espirituales. ¿Estamos dejando al Señor reinar en y
por medio de nuestras vidas? ¿Nos hemos apropiado de Su justicia por la fe a
fin de poder hacerlo?
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