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Hay algo muy interesante aquí. Dios
hace esencialmente la misma pregunta tanto al hombre como a la mujer. Le está
diciendo a cada uno de ellos: “Dime, ¿qué es lo que has hecho? De manera
específica, definitiva y clara, ¿qué es lo que has hecho?” Pero hay un
exquisito toque de delicadeza y de gracia aquí que no deberíamos de
perdernos. No le hace la pregunta de la misma manera a Adán que a Eva. Al
hombre le pregunta de manera directa y franca: “¿Acaso has comido del árbol
que yo te mandé que no comieras?” Pero a la mujer le pregunta de una manera
mucho más suave y dulce.
Para mí es un consuelo darme cuenta
de lo totalmente que entiende Dios a las mujeres, de manera que le hace la
pregunta a ella de una forma más suave. Le dice: “Dime ahora, a tu propio
modo, ¿qué es lo que has hecho?” Es significativo que en las respuestas de
ellos, tanto Adán como Eva se expresan de manera muy semejante. Cada uno echa
la culpa a otro (a esto lo llamamos naturaleza humana, ya que esta es una
respuesta muy extendida y universal), pero cuando llegan a su declaración
final, los dos usan exactamente las mismas palabras: “y comí”.
Es a ese punto a donde Dios quiere
llevarles. Eso es lo que la Biblia llama arrepentimiento. Es una declaración
cándida de los hechos sin esfuerzo alguno ahora por evadirlas, por darles
color o por revestirlas, por así decirlo, de ninguna otra forma. Es una
afirmación sencilla de los hechos a los cuales se ven ambos reducidos: “y
comí”.
Fíjese usted como estas preguntas
han seguido un curso planeado. Dios ha hecho que primeramente
admitiesen: No estamos donde deberíamos de estar; eso es algo que
sabemos. No deberíamos estar ocultos en el huerto. No deberíamos estar
perdidos, y no debería hacer falta que nos hicieses una pregunta como
esta: ¿Dónde estás? Dios les hace ver que algo ha sucedido en el
interior de ellos. Se han dado cuenta de que se encuentran donde se
encuentran por causa de lo que son, y todo esto ha sucedido porque han
desobedecido, han pecado, debido a que han comido el alimento prohibido. Dios
les ha llevado con gracia y al mismo tiempo de manera infalible al lugar
donde cada uno de ellos ha dicho a su propia manera: “Sí, Señor, he pecado;
he comido”.
Es solo hasta ese punto a donde las
personas pueden llegar en cuanto a corregir el mal. No pueden hacer más que
eso, pero eso le permitió a Dios, de inmediato, la ocasión de actuar. Es aquí
donde le provee a Él la única manera en la que puede actuar. Es aquí donde Él
intenta constantemente llevarnos porque es el único terreno sobre el cual
puede actuar. Esto es algo que puede usted ver a lo largo de toda la Biblia,
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Cuando Dios está tratando
con las personas, intenta llevarlas al punto de reconocer lo que está mal.
Esto es lo que Dios desea hacer con
nosotros. Viene a nosotros en el momento en que hemos fracasado, en el
momento en que nos hemos desviado, siendo culpables, sintiéndonos desnudos y
perdidos, y de inmediato actúa para llevarnos al arrepentimiento. Nosotros
malentendemos lo que Él está haciendo, pensando que nos está llevando delante
de una especie de tribunal con el fin de juzgarnos o castigarnos, pero no
es así. Él está sencillamente intentando conseguir que nosotros nos
enfrentemos con los hechos tal y como son. Esto es lo que hace en este caso
con Adán y Eva.
Gracias, Señor, por la manera en
que Tú me llevas al lugar del arrepentimiento. Ayúdame a no ocultarme, sino a
sacar mi pecado a la luz para que pueda experimentar Tu gracia y Tu misericordia.
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Aplicación a la vida
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Al hacer Dios que nos arrepintamos,
¿somos conscientes de que Sus acciones están motivadas por Su gracia y Su
misericordia? ¿Respondemos nosotros con evasivas o con una confesión honesta?
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