Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor,
no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. 1 Corintios 13:1.
En cada uno de nosotros
existe la tentación de tratar de olvidar que las almas se están perdiendo.
Puedo ir a mi casa por calles respetables y escoger ese camino de modo natural
porque así no veo la pobreza de los locales más bajos de la ciudad pero, ¿estoy
haciendo lo correcto si trato de olvidar que existen lugares como Bethnal
Greens y Kent Streets, y otros lugares semejantes de pobreza? Los patios
cerrados, los sótanos, las buhardillas atestadas, las casas de hospedaje, ¿me
voy a olvidar de que existen? De seguro que la única manera de que una mente
caritativa duerma cómodamente en Londres es olvidar cómo vive la mitad de la
población; pero ¿es nuestro objetivo vivir cómodamente? ¿Somos bestias tan
brutas que lo único que nos interesa es la comodidad, como los cerdos en su
pocilga? No, hermanos, traigamos a la memoria los pecados de nuestra gran
ciudad, sus penas y sufrimientos y recordemos también los pecados y las penas
del vasto mundo y las decenas de miles de nuestra raza que están marchando constantemente
a la eternidad. Más aun, ¡míralos! ¡No cierres los ojos! ¿El horror de la
visión hace que te duelan los ojos? Entonces mira hasta que también te duela tu
corazón y tu espíritu prorrumpa en agonía delante del Señor.
Mira hacia el infierno
un momento; abre bien la puerta; escucha y vuelve a escuchar. Dices que no
puedes, que enferma tu alma; deja que se enferme y en su desmayo, déjala caer
en los brazos de Cristo el Salvador y exhala un lamento para que él se apure en
salvar a los hombres de la ira venidera. No ignores, pido en oración, lo que sí
existe.
A través de la Biblia en un año: Hechos
23-25
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