sábado, 8 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Conoce la naturaleza humana

    No desconoce nuestras emociones. Conoce por experiencia todo lo que se relaciona con la naturaleza humana, exceptuando solamente el pecado.

    (a) ¿Es usted pobre y necesitado? Jesús también lo era. Las zorras tienen sus cuevas y las aves sus nidos, pero el Hijo del hombre no tuvo un lugar dónde reclinar su cabeza. Procedía de una ciudad despreciable. Los hombres decían: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn. 1:46). Era visto como el hijo de un carpintero. Predicaba desde una barca prestada, hizo su entrada a Jerusalén montado en una asna prestada y fue sepultado en una tumba prestada.

    (b) ¿Está usted solo en el mundo y es abandonado por aquellos que se supone debieran amarlo? A Jesús le pasaba lo mismo. "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Jn 1:11). Vino con el fin de ser un Mesías para las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero lo rechazaron. Los príncipes de este mundo no lo aceptaban. Los pocos que lo seguían eran publicanos y pescadores. Y aun estos últimos, lo abandonaron al final y fueron esparcidos cada uno a su propio lugar.

    (c) ¿Es usted incomprendido, sus palabras son tergiversadas, lo calumnian y persiguen? A Jesús le pasaba lo mismo. Lo llamaron glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos, samaritano, loco y hasta se atrevieron a llamarlo demonio. Lo calumniaban. Le hacían acusaciones falsas. Le dictaron una sentencia injusta y, aunque era inocente, fue condenado como malhechor y como tal murió en la cruz.

    (d) ¿Lo tienta a usted Satanás y pone horribles sugerencias en su mente? Jesús fue tentado de la misma manera. Satanás lo incitó a que desconfiara de la providencia paternal de Dios. "Di que estas piedras se conviertan en pan". Le propuso que tentara a Dios exponiéndose a un peligro innecesario. "Échate abajo" desde el pináculo del templo. Le sugirió que podía hacer suyos los reinos del mundo por el pequeño acto de someterse a él. "Todo esto te daré, si postrado me adorares" (Mt. 4:1-10).

    (e) ¿Siente alguna vez gran agonía y algún conflicto en su mente? ¿Se siente en tinieblas como si Dios lo hubiera abandonado? Jesús se sintió de la misma manera. ¿Quién puede describir la medida real de sus sufrimientos mentales en Getsemaní? ¿Quién puede medir la profundidad del dolor de su alma cuando exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mt. 27:46).

    Es imposible concebir un Salvador más adecuado a las necesidades del corazón del hombre que nuestro Señor Jesucristo; adecuado, no sólo por su poder, sino también por su compasión; adecuado, no sólo por su divinidad, sino también por su humanidad. Esfuércese, le ruego que grabe bien en su mente que Cristo, el refugio de las almas, es Hombre y Dios. Hónrelo como Rey de reyes y Señor de señores; pero mientras lo hace, no olvide nunca que tuvo un cuerpo y fue un Hombre. Aférrese a esta verdad y nunca la suelte. El unitario descontento se equivoca por mucho cuando dice que Cristo era Hombre únicamente y no Dios. Pero no permita que ese error le haga olvidar que mientras Cristo era plenamente Dios, era también completamente Hombre.

    No haga caso al argumento infundado del católico romano que afirma que la virgen María y los santos son más comprensivos que Cristo. Contéstele que ese argumento surge de ignorar las Escrituras y la verdadera naturaleza de Cristo. Contéstele que no ha aprendido lo suficiente de Cristo como para considerarlo más que un Juez austero y un Ser al cual temer. Contéstele que los cuatro Evangelios le han enseñado a considerarlo como el Amigo más cariñoso y comprensivo, al igual que el Salvador más poderoso y fuerte. Contéstele que usted no quiere ningún consuelo de los santos ni de los ángeles, ni de la virgen María ni de Gabriel, porque usted puede reposar su alma cansada en el Hombre Cristo Jesús.

viernes, 7 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

II. El Señor Jesús es realmente un ser humano

    Aprendamos, en segundo lugar, que el Señor Jesús es real y verdaderamente un hombre, un ser humano.

    Esta breve anécdota contiene palabras que, como en muchos otros pasajes de este Evangelio, presentan esta verdad de una manera impresionante. Nos dice que cuando el viento comenzaba a echar las olas en la barca, Jesús estaba en la popa "durmiendo sobre un cabezal". Estaba cansado, y cuando leemos el cuarto capítulo de Marcos, entendemos el porqué de su fatiga. ¡De seguro que si el sueño de un obrero es dulce, mucho más dulce debe haber sido el sueño de nuestro bendito Señor!

    Fijemos en nuestra mente la gran verdad de que Jesucristo era realmente hombre. Era igual al Padre en todas las cosas y Dios eterno. Pero también era de carne y hueso, y fue hecho como nosotros en todas las cosas, con la excepción de que no pecó. Domo nosotros, nació de mujer. Como nosotros, creció y aumentó en estatura. Como nosotros, a menudo tenía hambre y sed, y se sentía débil y cansado. Como nosotros, comía y bebía, descansaba  dormía. Como nosotros, se ponía triste, lloraba y expresaba todos los demás sentimientos. Todo esto se antoja increíble, pero así es. ¡Aquel que hizo los cielos, andaba como un pobre y cansado ser humano! El que gobernaba sobre principados y potestades en lugares celestiales tomó sobre sí un cuerpo frágil como el nuestro. Aquel que podía haber morado eternamente en la gloria que compartía con el Padre, bajó a la tierra y vivió como hombre entre hombres pecadores. No hay duda de que este hecho en sí es un maravilloso milagro de condescendencia, gracia, compasión y amor.

    Encuentro gran consuelo al pensar que Jesús es perfectamente humano tal como es perfectamente Dios. Aquel en quien las Escrituras me aconsejan confiar, no es simplemente un Sumo Sacerdote, sino un Sumo Sacerdote revestido de emociones. No sólo es un Salvador poderoso, también es un Salvador comprensivo. No sólo es el único Hijo de Dios, poderoso para salvar, sino el Hijo del hombre, capaz de sentir.

    ¿Quién no sabe que la comprensión es uno de los sentimientos más dulces para nosotros en este mundo pecaminoso? Encontrar a una persona que se identifica con nuestros problemas y nos acompaña en nuestras ansiedades, alguien que puede llorar cuando lloramos y regocijarse cuando nos regocijamos es una de las experiencias más radiantes de nuestro tenebroso peregrinaje aquí en la tierra.

    La comprensión es mejor que el dinero, pero mucho más escasa. Muchos pueden dar, pero no saben lo que es sentir. La comprensión tiene el gran poder de atraernos y abrir nuestros corazones. Un consejo frío, a menudo nos hace callar, amilanarnos  retraernos en los días de angustia. Pero una comprensión auténtica en un día así, apela a nuestros mejores sentimientos, si es que los tenemos, y nos influencian de una manera como ninguna otra cosa puede hacerlo. Deme al amigo que, aunque pobre de oro y plata, siempre tiene un corazón comprensivo.

    Nuestro Dios sabe muy bien todo esto. Conoce los secretos más íntimos del corazón del hombre. Él conoce las formas en que ese corazón se aborda con mayor facilidad y las emociones que conmueven ese corazón más fácilmente. Determinó sabiamente que el Salvador de los Evangelios sintiera emociones, al igual que poder. Nos ha dado a Aquel que, no sólo tiene una mano fuerte para arrancarnos como brasas del fuego, sino también un corazón comprensivo en el cual los trabajados y cargados pueden encontrar descanso.

    Veo una enorme prueba de amor y sabiduría en la unión de las dos naturalezas en la persona de Cristo. Fue el amor maravilloso de nuestro Salvador lo que lo hizo condescender y pasar por la debilidad y la humillación por nuestro bien; por nosotros que somos tan rebeldes e inicuos. Fue su sabiduría maravillosa la que le hizo adaptarse para ser el mejor Amigo entre amigos. No sólo era capaz de salvar al hombre, sino que podía encontrarse con él en su propia condición. Presénteme a alguien que pueda realizar todas las cosas necesarias para redimir mi alma. Jesús puede hacerlo porque es el Hijo eterno de Dios. Quiero contar con alguien que pueda comprender mis debilidades y que trate con ternura a mi alma mientras estoy atado a un cuerpo de muerte. Jesús también puede hacer esto porque es el Hijo del hombre y fue de carne y hueso como nosotros. Si mi Salvador hubiera sido únicamente Dios, es posible que hubiera confiado en él, pero nunca me hubiera acercado a él sin temor. Si mi Salvador hubiera sido Hombre únicamente, lo hubiera amado, pero nunca hubiera estado seguro de que podía perdonar mis pecados. Pero, bendito sea Dios, mi Salvador es Dios, al igual que Hombre, y Hombre, al igual que Dios. Es Dios con poder para liberarme; también es Hombre y, por lo tanto, capaz de sentir lo que yo siento. La omnipotencia y la comprensión más profunda se unen en una persona gloriosa: Jesucristo, mi Señor. Es indudable que el creyente en Cristo tiene una fuerte consolación. Puede confiar seguro y no tener miedo.

    Si algún lector sabe lo que es ir al trono de gracia en busca de misericordia y perdón, nunca olvide que el Mediador por quien llega a Dios es el Hombre Cristo Jesús.

    Los asuntos que conciernen a su alma están en las manos del Sumo Sacerdote quien puede conmoverse ante sus debilidades. Usted no tiene que tratar con un ser tan sublime y glorioso cuya naturaleza hace imposible que su mente lo pueda comprender. Tiene que vérsela con Jesús, quien tenía un cuerpo como el suyo, y fue un Hombre sobre la tierra como lo es usted. Él conoce muy bien el mundo en el que usted está luchando porque vivió en él durante treinta y tres años. Conoce muy bien la "contradicción de pecadores" que con tanta frecuencia lo desanima, él mismo tuvo que soportarlo (He. 12:3). Conoce bien los engaños y las artimañas de su enemigo espiritual, el diablo, porque luchó con él en el desierto. Es indudable que con semejante abogado usted puede armarse de valor.

    Si sabe lo que es apelar al Señor Jesús para que le dé consuelo espiritual en las pruebas terrenales, recuerde bien los días cuando él estuvo en la carne, o sea, su naturaleza humana.

    Usted está apelando al que conoce sus sentimientos por experiencia y ha bebido profundamente de la copa amarga, porque fue "varón de dolores, experimentado en quebranto" (Is. 53:3). Jesús conoce el corazón del hombre, sus dolores físicos y sus dificultades porque él mismo fue hombre de carne y hueso sobre la tierra. Se sentó cansado junto al pozo en Sicar. Lloró sobre el sepulcro de su amigo Lázaro en Betania. Sudó gotas de sangre en Getsemaní. Gimió de angustia en el Calvario.

jueves, 6 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

I. Seguir a Cristo no previene las aflicciones terrenales

    Aprendamos, en primer lugar, que seguir a Cristo no previene nuestras aflicciones y angustias terrenales.

    Aquí están los discípulos escogidos por el Señor Jesús sintiéndose muy angustiados. El Pastor dejó que se angustiara la manada pequeña que creyó en él cuando los sacerdotes, escribas y fariseos no lo hicieron. El miedo a la muerte irrumpe sobre ellos como un hombre armado. Parece muy posible que las aguas profundas aneguen sus almas. Pedro, Santiago y Juan, columnas de la Iglesia a punto de ser levantadas en el mundo, están muy afligidos.

    Quizá ellos no contaban con encontrarse en esta situación. Tal vez habían pensado que servir a Cristo los iba a proteger de las pruebas terrenales. Probablemente habían supuesto que Aquel que podía resucitar a los muertos, sanar a los enfermos, dar de comer a una multitud con unos pocos panecillos y ahuyentar a los demonios con una palabra, no dejaría que sus siervos sufrieran en la tierra. Puede ser que supusieron que siempre les concedería un peregrinaje tranquilo, buen clima, una trayectoria fácil y libertad de las pruebas y preocupaciones.

    Si eso pensaban los discípulos, se equivocaban por mucho. El Señor Jesús les enseñó que alguien puede ser uno de sus siervos escogidos y, no obstante, pasar por muchas ansiedades y soportar muchos dolores.

    Es provechoso comprender esto con claridad. Es provechoso comprender que servir a Cristo nunca eximió a nadie de los males que la carne hereda, ni tampoco eximirá de ellos a nadie. Si usted es creyente tiene que saber que mientras esté en el cuerpo tendrá su porción de enfermedades y dolores, de sufrimientos y lágrimas, de pérdidas y cruces, de muertes y pesares, de despedidas y separaciones y de disgustos y desencantos. Cristo nunca se comprometió a que usted llegue al cielo sin esto. Se encarga de que todo aquel que venga a él tendrá todas las cosas relacionadas con la vida y la santidad, pero nunca se responsabilizó de darle prosperidad, ni riqueza, ni buena salud ni de eximir a su familia de la muerte y la aflicción.

    Tengo el privilegio de ser uno de los embajadores de Cristo. En su nombre puedo ofrecer vida eterna a cualquier hombre, mujer o niño que esté dispuesto a aceptarla. En su nombre ofrezco perdón, paz, gracia y gloria a cualquier hijo o hija de Adán que lee estas líneas. Pero no me atrevería a ofrecer a nadie prosperidad en este mundo como parte del paquete del evangelio. No me atrevería a prometer mayores ingresos ni libertad del dolor. No me atrevería a ofrecerle al que toma su cruz y sigue a Cristo que, por seguirle, nunca tendrá que pasar por una tormenta.

    Sé que a muchos no les gustan estas condiciones. Preferirían tener a Cristo y buena salud, a Cristo y mucho dinero, a Cristo y ningún fallecimiento en su familia, a Cristo y ningún problema agotador, a Cristo y una mañana perpetua sin nubarrones. Pero no les gusta tener a Cristo y la cruz, a Cristo y las tribulaciones, a Cristo y los conflictos, a Cristo y los vientos huracanados, a Cristo y las tempestades.

    ¿Es este el pensamiento secreto de alguno que lee este escrito?  Créame que si lo es, está muy equivocado. Preste atención y procuraré mostrarle que tiene mucho que aprender.

    ¿Cómo podríamos saber quiénes son verdaderos cristianos, si seguir a Cristo fuera no tener ningún problema? ¿Cómo discerniríamos entre el trigo y la cizaña, si no fuera por el discernimiento que dan las pruebas? ¿Cómo sabríamos si los hombres sirven a Cristo por su bondad o por motivos egoístas, si servirle diera automáticamente salud y riquezas? Los vientos del invierno nos muestran cuáles árboles son siempre verdes y cuáles no. Las tempestades de aflicciones y preocupaciones son provechosas de esa misma manera. Muestran al hombre cuya fe es real y a aquel que sólo es de nombre.

    ¿Cómo podría marchar adelante la gran obra de santificación, si el hombre no tuviera pruebas? Las penas son, a menudo, el único fuego que puede quemar la escoria que se aferra a nuestros corazones. Las pruebas son la herramienta podadora que el gran Agricultor emplea a fin de que seamos fértiles en buenas obras. Los plantíos del campo del Señor, rara vez, maduran únicamente con sol; tienen que pasar por días de viento, lluvia y tormentas.

    Si usted anhela servir a Cristo y ser salvo, le ruego que lo acepte en sus propios términos. Decídase a cargar su porción de cruces y aflicciones, y entonces, n o lo tomarán de sorpresa. Por no comprender esto, muchos al parecer andan bien por un tiempo y luego se apartan disgustados y son echados fuera.

    Si usted profesa ser hijo de Dios, deje que el Señor Jesús lo santifique a su manera. Quédese tranquilo sabiendo que él nunca comete errores. Tenga por seguro que él hace bien todas las cosas. Puede que los ventarrones bramen a su alrededor y las aguas parezcan anegarle. Pero no tema, él lo guiará a usted como lo hizo con su pueblo: "Los dirigió por camino derecho para que viniesen a ciudad habitable" (Sal. 107:7).

miércoles, 5 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

12. El Señor de las olas

"Se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:
Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?" Marcos 4:37-40

    Qué bueno sería que los cristianos profesantes de la época moderna estudiaran los cuatro Evangelios más de lo que lo hacen. Sin duda que toda la Biblia es provechosa. No es sabio exaltar una parte de ella a expensas de las demás. Pero opino que sería bueno que algunos que están muy familiarizados con las epístolas supieran más acerca de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

    ¿Por qué digo esto? Quiero que los cristianos profesantes sepan más acerca de Jesús. Es bueno conocer todas las doctrinas y los principios del cristianismo. Pero es mucho mejor todavía conocer a Cristo mismo. Es bueno estar familiarizado con la fe, la gracia, la justificación y la santificación. Estos son asuntos "relacionados con el Rey". Pero es mucho mejor estar familiarizado con Jesús mismo, ver al Rey cara a cara y contemplar su hermosura. Este es el secreto de una santidad innegable. El que anhela conformarse a la imagen de Cristo y parecerse más a Cristo, tiene que estudiar constantemente a Cristo mismo.

    Los Evangelios fueron escritos precisamente para que conociéramos a Cristo. El Espíritu Santo nos ha contado cuatro veces la historia de su vida y su muerte, lo que dijo y lo que hizo. Cuatro manos diferentes e inspiradas nos han dibujado al Salvador. Sus métodos, sus costumbres, sus sentimientos, su sabiduría, su gracia, su paciencia, su amor y su poder son narrados por gracia, a través de la pluma de cuatro testigos diferentes. ¿Acaso no deben las ovejas estar familiarizadas con el Pastor? ¿No debe el paciente estar familiarizado con el Médico? ¿No debe la novia estar familiarizada con el Novio? ¿No debe el pecador estar familiarizado con el Salvador? No cabe duda que sí. Los Evangelios fueron escritos para familiarizar a todos con Cristo y es por eso que quisiera que todos estudiaran los Evangelios.

    ¿Sobre quién debemos edificar nuestras almas si queremos ser aceptados por Dios? Tenemos que ser edificados sobre la Roca, Cristo. ¿De quién hemos de obtener la gracia del Espíritu si vamos a dar fruto? Tenemos que nutrirnos de Cristo, la Vid. ¿A quién hemos de recurrir para ser consolados cuando nos fallan o perdemos a nuestros amigos terrenales? Tenemos que recurrir a Cristo, nuestro Hermano mayor. ¿A quién debemos elevar nuestras oraciones para ser oídos en lo Alto? Tienen que ser elevadas a Cristo, nuestro Abogado. ¿Con quién esperamos pasar los mil años de gloria y luego la eternidad? Con Cristo, el Rey de reyes. ¡No cabe la menor duda que nunca nos sería posible conocer a este Cristo demasiado bien! No cabe duda que no hay una palabra, ni una obra, ni un día, ni un paso, ni un pensamiento en el registro de su vida, que no nos deba ser preciado. Tenemos que esforzarnos por familiarizarnos con cada línea escrita a cerca de Jesús.

Acérquese y estudiemos una página en la historia de nuestro Maestro. Reflexionemos en lo que podemos aprender de los versículos de las Escrituras que encabezan este capítulo. Vemos allí a Jesús cruzando el mar de Galilea en una embarcación con sus discípulos. Vemos que mientras él duerme, de pronto se levanta una tormenta. Las olas embisten la barca y la llenan. La muerte parece inminente. Los asustados discípulos despiertan a su Maestro y claman a él. Él se levanta, reprende al viento y a las olas e, inmediatamente, reina la calma. Luego procede a reprobar el temor de sus compañeros por fata de fe y, después, todo ha pasado. Esta es la escena. Está repleta de profunda instrucción. Pues bien, examinemos ahora lo que tiene la intención de que aprendamos.

martes, 4 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

V. La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de él

    Lo último que supone que debemos aprender de estos versículos es lo siguiente: La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de Cristo.

    "Hoy", le dice nuestro Señor al ladrón arrepentido, "hoy estarás conmigo en el paraíso". No menciona ningún periodo distante. No habla de entrar a un estado de felicidad como algo "lejano". Habla de hoy, "este día mismo que estás colgado en la cruz".

    ¡Qué cercano parece eso! ¡Qué extremadamente cerca nos traen esas palabras a nuestra morada eterna! Felicidad o sufrimiento, dolor o gozo, la presencia de Cristo o la compañía de los demonios, están todos cerca de nosotros. "Hay un paso", dice David, "entre mí y la muerte" (1 S. 20:3). Podemos decir que hay sólo un paso entre nosotros y el paraíso o el infierno.

    Ninguno de nosotros entiende esto lo bien que debiera. Ha llegado el momento de quitarnos las ideas sobre este tema que son producto de nuestra imaginación. Tenemos la tendencia de hablar y pensar, aun refiriéndonos a creyentes, como si la muerte fuera un largo viaje y como si el santo que ha muerto se ha embarcado en una larga travesía. ¡Esto es un error, un puro error! Su puerto seguro y su patria celestial están cerca y ya han entrado en él.

    Algunos sabemos, por amarga experiencia, qué largo se nos hace el tiempo entre la muerte de un ser querido y la hora cuando lo sepultamos fuera de nuestra vista. Esas horas son las más lentas, tristes y pesadas de nuestras vidas. Pero, bendito sea Dios, las almas de los santos que han partido están libres desde el instante mismo cuando dieron su último aliento. Mientras nosotros lloramos, se está preparando el ataúd, se tiene el velorio y se llevan a cabo los últimos arreglos, el espíritu de nuestro ser querido está disfrutando de la presencia de Cristo. Se encuentra libre para siempre de la carga de la carne. Está donde "los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas" (Job 3:17).

    En el preciso momento en que el creyente muere, está en el paraíso. Su batalla ha acabado, sus luchas han terminado. Ha pasado por el valle sombrío que un día tendremos que pasar nosotros, ha cruzado el río tenebroso que un día tendremos que cruzar nosotros. Ha bebido la última copa amarga que el pecado le preparó, ha llegado al lugar donde ya no hay aflicciones y lamentos. ¡No debemos desear que regrese de donde está! No debemos llorar por él, sino por nosotros mismos.

    Nosotros todavía estamos batallando, en cambio él está en paz. Nosotros estamos trabajando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos velando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos vistiendo nuestra armadura espiritual, en cambio él se la ha quitado para siempre. Nosotros todavía estamos de viaje, en cambio él está en puerto seguro. Nosotros tenemos lágrimas, en cambio él tiene gozo. Nosotros somos extranjeros y peregrinos, en cambio él está en su hogar permanente. ¡No hay duda de que los muertos en Cristo están mejor que los vivos! ¡No hay duda de que desde el preciso instante en que el santo muerte, está inmediatamente en una posición mucho más elevada y más feliz que el más feliz sobre la faz de la tierra!5

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5 "Te damos gracias porque te ha placido librar a este, tu hermano, de los sufrimientos de este mundo pecador". -Burial Service (Servicio fúnebre) de la Iglesia Anglicana.

"Tengo buenas nuevas para dar. Un ser querido tuyo ha terminado su batalla, ha recibido respuesta a sus oraciones y sobre un gozo eterno descansa su sien. Mi esposa querida, el origen de mis mejores momentos terrenales durante veinte años, partió el martes". -Carta de Venn a Stillingfleet, anunciando el fallecimiento de su esposa.

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    Me temo que abundan fantasías sobre esta realidad. Me temo que muchos que no son católicos romanos y profesan no creer en el purgatorio, no obstante, tienen ideas extrañas sobre las consecuencias inmediatas de la muerte.

    Me temo también que muchas personas tienen una especie de noción indefinida de un intervalo o espacio de tiempo entre la muerte y su estado eterno. Se imaginan que estarán pasando por algún proceso purificador y que, aunque mueren ineptos para el cielo, ¡al final serán encontrados idóneos para él!

    Pero esto es totalmente equivocado. No sucede ningún cambio después de la muerte, no hay ninguna conversión en la tumba, no hay un nuevo corazón después del último suspiro. El mismo día en que partimos, lo hacemos para siempre, el día que partimos de este mundo, comenzamos una condición eterna. Desde ese día no hay ninguna alteración del alma, ningún cambio espiritual. Así como morimos, así recibiremos nuestra parte después de la muerte; "en el lugar que el árbol cayere, allí quedará" (Ec. 11:3).

    Si usted no es cristiano, esto debiera hacerlo pensar. ¿Sabe que está cerca del infierno? Puede morir este mismo día y, si no muere en Cristo, abrirá inmediatamente sus ojos en el infierno y en medio de tormentos.

    Si es usted un cristiano auténtico, está mucho más cerca del cielo de lo que cree. Si el Señor se lo llevara este mismo día, se encontraría en el paraíso. La tierra prometida está muy cerca de usted. Si cerrara sus ojos en medio de debilidad y dolor, se abrirían inmediatamente en medio de un descanso glorioso imposible de describir.

Conclusión

    Diré ahora unas pocas palabras a manera de conclusión.

    (a) Este escrito puede caer en las manos de un pecador humilde y contrito. ¿Es usted uno de ellos? Entonces aquí le tengo palabras de aliento. Tome nota de lo que hizo el ladrón arrepentido y haga usted lo mismo. Tome nota de cómo oró, cómo llamó a Jesucristo; tome nota de la respuesta de paz que obtuvo. Hermano o hermana, ¿por qué no hace usted lo mismo? ¿Por qué no habría de ser salvo usted también?

    (b) Este escrito puede caer en manos de un soberbio y presumido mundano. ¿Es usted uno de ellos? Entonces preste atención a mi advertencia. Tome nota de que el ladrón impenitente murió tal como había vivido y tenga cuidado de no llegar a un final igual. Oh, hermana o hermano errado, ¡no esté tan confiado, no sea que muera en sus pecados! Busque al Señor mientras puede ser hallado. Vuélvase al Señor, ¿por qué habría de morir sin él?

    (c) Este escrito puede caer en manos de un creyente que profesa a Cristo. ¿Es usted uno de ellos? Entonces tome la fe del ladrón arrepentido como criterio para medir su propia fe. Asegúrese de saber lo que es el verdadero arrepentimiento y la fe salvadora, la humildad auténtica y el amor ferviente. Hermano o hermana, no se satisfaga con la norma del mundo acerca del cristianismo. Piense como el ladrón arrepentido, eso es ser sabio.

    (d) Este escrito puede caer en manos de alguien que está llorando por creyentes que han partido. ¿Es usted uno de ellos? Entonces reciba consuelo de este pasaje. Note cómo sus seres queridos están en las mejores manos. No pueden estar mejor. Nunca estuvieron tan bien en su vida como lo están ahora. Están con Jesús, a quien sus almas amaban sobre la tierra. ¡Oh, ya basta de sus lamentos egoístas! Regocíjese porque están libres de aflicciones y han entrado en su descanso.

    (e) Y este escrito puede caer en las manos de algún siervo de Cristo entrado en años. ¿Es usted uno de ellos? Entonces vea por medio de estos versículos cuán cerca está de su patria celestial. Su salvación está más próxima que cuando recién creyó. Unos pocos días más de trabajo y aflicción, y el Rey de reyes mandará a buscarlo y, en un instante, su batalla habrá terminado y estará en completa paz.

domingo, 2 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

IV. El creyente en Cristo está con el Señor cuando muere

    Además, la intención de estos versículos es que aprendamos que el creyente en Cristo está con el Señor cuando muere.

    Podemos llegar a esta conclusión por las palabras del Señor al ladrón arrepentido: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". Y tenemos una expresión muy similar en la Epístola a los Filipenses, donde Pablo dice que su anhelo es "partir y estar con Cristo" (Fil. 1:23).

    Diré poco sobre este tema. Se lo presento sencillamente para sus propios momentos de meditación en privado. Para mí, está lleno de consuelo y paz.

    Después de la muerte, el creyente está "con Cristo". Eso contesta muchas preguntas difíciles que, de otra manera, intrigan la mente curiosa e intranquila del hombre. La morada de los santos fallecidos, sus alegrías, sus sentimientos y su felicidad reciben respuestas en una sencilla expresión: Están "con Cristo".

    No puedo entrar a explicar completamente el estado separado de los creyentes que han partido. Es un tema elevado y profundo, tanto que la mente del hombre no puede ni abarcarlo ni imaginarlo.

    Sé que su felicidad se queda corta comparada con lo que será cuando sus cuerpos se levanten de nuevo, en la resurrección en el último día, y Jesús regrese a la tierra. Pero sé también que disfrutan de un descanso bendito, un descanso de sus labores, un descanso de sus aflicciones, un descanso del dolor y un descanso del pecado. No puedo explicar estas cosas, pero estoy convencido de que serán mucho más felices de lo que jamás lo fueron en la tierra. Veo su felicidad en este mismo pasaje: "Están con Cristo" y cuando veo esto, he visto todo lo que necesito ver.

    Si las ovejas están con su Pastor, si los miembros están con la Cabeza y si los hijos de la familia de Cristo están con él, quien los amó y los sostuvo todo el trayecto de su peregrinaje en esta tierra, todo tiene que estar bien, todo tiene que estar perfecto.

    No puedo describir qué clase de lugar es el paraíso porque no puedo entender la condición de un alma separada del cuerpo, pero no pido una visión más resplandeciente del paraíso que esta: Que allí está Cristo4. Todo lo demás que podamos imaginarnos de lo que será ese estado entre la muerte y la resurrección no son nada en comparación con esto. Cómo está él allí y de qué manera lo está, no lo sé. Sólo ver a Cristo en el paraíso cuando mis ojos se cierren en la hora de la muerte, me basta. Bien dice el salmista: "En tu presencia hay plenitud de gozo" (Sal. 16:11). Fue cierto lo que dijo una niña a punto de morir cuando su madre trató de consolarla describiéndole cómo sería el paraíso. "Allí", le decía, "no habrá dolor ni enfermedades, allí verás a tus hermanitos y hermanitas que han ido antes que tú y siempre serás feliz". "¡Ah, madre!" fue la respuesta de la niña, "pero hay algo mejor que todo y es que allí estará Cristo".

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4 "No entremos en argumentos curiosos y sutiles acerca del lugar del paraíso. Estemos satisfechos con saber que los que están injertados en el cuerpo de Cristo por fe, son partícipes de la vida, y que allí disfrutarán después de la muerte un descanso bendito y gozoso hasta cuando la gloria perfecta de la vida celestial se manifieste plenamente en la venida de Cristo". Commentary on the Gospels (Comentario de los Evangelios) por Calvino.
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    Puede ser que usted no piense mucho acerca de su alma. Puede ser que usted sepa poco de Cristo como su Salvador y que nunca ha probado, por experiencia, que es precioso. Y a pesar de ello, quizá tiene la esperanza de ir al cielo cuando muera. Este es seguramente un pasaje que debiera hacerle pensar. El paraíso es un lugar donde está Cristo. ¿Sería entonces un lugar del que disfrutaría usted?

    Puede ser que sea creyente y, no obstante, tiembla ante el pensamiento del sepulcro. Parece frío y lóbrego. Siente que todo lo que tiene por delante es oscuro y sombrío. No tema, ¡anímese con este pasaje! Va camino al paraíso y allí estará con Cristo.

sábado, 1 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 Evidencias al borde de la muerte

    Es triste oír lo que la gente habla, a veces, de lo que llaman evidencias en el lecho de muerte. Es muy penoso observar con qué poco se satisfacen algunas personas y qué fácilmente se pueden convencer a sí mismos de que sus amigos se han ido al cielo.

    Cuando su pariente ha muerto, comentan: "Dijo una oración tan hermosa un día, habló tan bien de que estaba arrepentido por sus viejas costumbres y su intención de vivir de una manera distinta en este mundo, o que le gustaba que alguien le leyera o que orara por él". Y como tienen esto para alegar, ¡parecen estar tranquilos teniendo la esperanza de que su ser querido fue salvo! Probablemente el nombre de Cristo nunca fue mencionado, tal vez tampoco se mencionó en ningún momento el camino de salvación. ¡Pero esto no les importa, si habló de algo aparentemente espiritual, con eso se contentan!

    Ahora bien, no es mi deseo lastimar a nadie que lee este escrito, pero tengo que hablar claramente sobre este tema.

    Quiero decir, de una vez por todas que, por regla general, no hay nada más insatisfactorio que las evidencias en el lecho de muerte. Se puede depender muy poco de los sentimientos que el hombre expresa cuando está enfermo y asustado. Con frecuencia, demasiada frecuencia, son el resultado del temor y no surgen de una convicción del corazón. Con frecuencia, demasiada frecuencia, son cosas dichas de memoria, habiéndolas escuchado de boca de pastores y de amigos preocupados, no porque él mismo las sienta. Y no hay prueba más fuerte de esto que el hecho bien sabido de que muchas de las personas que prometen reformarse cuando están enfermas y por primera vez hablan de algo espiritual, si se recuperan, vuelven a su pecado y al mundo.

    Cuando alguien ha vivido una vida irreflexiva e insensata, quiero algo más que unas lindas palabras y buenos augurios cuando está en su lecho de muerte como para convencerme acerca de la condición de su alma. No me basta con que me deje leerle la Biblia y orar junto a su cama o que diga que "no había pensado tanto como debiera acerca del evangelio y que le parece que va a ser un hombre distinto si se mejora". Nada de esto me contenta, no me hace sentir tranquilo en cuanto a su estado. Está bien en lo que cabe, pero no es una conversión. Está bien en un sentido, pero no es fe en Cristo. No puedo ni me atrevo a sentirme satisfecho. Otros pueden sentirse tranquilos, si quieren, y decir que esperan que su amigo fallecido esté en el cielo. Por mi parte, preferiría quedarme callado. Estaría satisfecho con la medida más pequeña de arrepentimiento y fe del moribundo, aunque no fuera más grande que un grano de mostaza. Pero contentarme con cualquier cosa menor que arrepentimiento y fe, me parece casi una infidelidad.

    ¿Qué clase de evidencias piensa dejar usted acerca del estado de su alma? Siga el ejemplo del ladrón arrepentido y le irá bien.

    Cuando lo pongan en su ataúd ¿será que tendrán que buscar palabras sin sentido y sobras de espiritualidad a fin de alegar que fue un verdadero creyente? No tengan que comentar vacilantes: "Espero que esté feliz. Un día habló tan lindo y, en otra ocasión parecía tan complacido con aquel capítulo de la Biblia y decía que le gustaba tal o cual persona que es buena gente". Ojalá podamos hablar con seguridad acerca de la condición de usted. Ojalá tengamos alguna prueba segura de su arrepentimiento, su fe y su santidad de modo que nadie, en ningún momento, pueda cuestionar su condición. Tenga por seguro que sin esto, los que deja atrás no podrán tener un consuelo fehaciente acerca de su alma. Podemos valernos de una forma de religión en su funeral y expresar esperanzas benévolas. Podemos encontrarnos con usted a la entrada del cementerio y decir: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor" (Ap. 14:13). ¡Pero esto no alterará su condición! Si muere sin convertirse a Dios, sin arrepentimiento y sin fe, su funeral no será más que las exequias de un alma perdida y mejor sería que nunca hubiera nacido.