viernes, 31 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(c) Destaquemos, en tercer lugar, que Lot no dejó evidencias cuando falleció.

Poco sabemos de Lot después que huyó de Sodoma, y lo poco que sabemos, es negativo.

Su ruego por ir a Zoar, porque era "pequeña", su partida de Zoar después y su conducta en la cueva, cuentan la misma historia. Demuestran la poca gracia en él y el estado degradante en el que había caído su alma.

No sabemos cuánto tiempo más vivió después de su huida. No sabemos dónde murió ni cuándo, tampoco si volvió a ver a Abraham, de qué murió ni lo que decía y pensaba. Todo esto es un misterio. La Biblia nos cuenta los últimos días de Abraham, Isaac, Jacob, José y David, pero ni una sola palabra acerca de Lot. ¡Oh, que lecho de muerte tan sombrío debió haber sido el de Lot!

La Biblia parece correr un velo a su alrededor. Hay un silencio doloroso acerca de los últimos días de su vida y su final. Parece extinguirse como se extingue una lámpara dejando tras sí un legado amargo. Y si no fuera porque el Nuevo Testamento dice específicamente que Lot era "justo", creo que, de hecho, dudaríamos de que Lot hubiera sido un alma salvada.

Pero no me extraña su triste final. El creyente que se detiene, que se mantiene pasivo, por lo general, cosecha según lo que sembró. A menudo, la muerte lo sorprende cuando está detenido. El final lo encuentra con poca paz. Llega al cielo, es cierto; pero llega en malas condiciones, cansado, con los pies lastimados, con debilidad y lágrimas, en la oscuridad y la tormenta. Es "salvo, aunque así como por fuego" (1Co. 3:15).

Le pido al lector de estas líneas que considere las tres cosas que acabo de mencionar. No me malentienda. ¡Es asombroso observar qué pronto aprovecha la gente cualquier excusa para entender mal las cosas que conciernen a su alma!

No digo que todos los creyentes que no se "detienen", por no hacerlo, sean grandes instrumentos de provecho para el mundo. Noé predicó ciento veinte años, a pesar de que nadie le creía. El Señor Jesús no era estimado por su propio pueblo, el judío.

Ni digo que todos los creyentes que no se detienen, por no hacerlo, sean el medio para que sus familias y parientes se conviertan. Muchos de los hijos de David eran impíos. Al Señor Jesús no le creían ni sus propios hermanos.

Pero sí digo que, es casi imposible, no ver alguna relación entre la mala elección de Lot con el hecho de que se detuvo, y entre el que Lot se detuviera y el hecho de que no fue de provecho alguno para su familia y el mundo. Creo que fue la intención del Espíritu que lo viéramos. Creo que el Espíritu tuvo la intención de que fuera una luz de advertencia para todos los cristianos profesantes. Y estoy seguro de que las lecciones que he tratado de sacar de toda esta historia merecen una reflexión seria.

jueves, 30 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(b) Destaquemos, en segundo lugar, que Lot no ayudó a su familia, ni a sus parientes ni a aquellos con los que se relacionó, a ir al cielo.

No conocemos el tamaño de su familia. Pero sabemos que tenía una esposa y al menos dos hijas el día que fue llamado a partir de Sodoma, si es que no tenía más.

Pero independientemente que la familia de Lot haya sido grande o pequeña, una cosa es perfectamente clara: ¡No había ni uno entre ellos que temiera a Dios!

Cuando "habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas" y les advirtió que huyeran del juicio que venía a Sodoma, dice la Biblia que les "pareció a sus yernos como que se burlaba" (Gn. 19:14). ¡Qué palabras terribles son estas! Era como decir: "¿A quién le importa lo que dice usted?" Mientras dure el mundo, esto será prueba dolorosa del desprecio que se siente por el que está "detenido" en su fe.

¿Y qué de la esposa de Lot? Dejó la ciudad en su compañía, pero no llegó lejos. No tenía la suficiente fe como para ver la necesidad de una huida apresurada. Dejó su corazón en Sodoma cuando comenzó a huir. Mientras caminaban, a espaldas de su marido, miró hacia atrás a pesar del mandato explícito de no hacerlo (Gn. 19:17), convirtiéndose inmediatamente en una estatua de sal (Gn. 19:26).

¿Y qué de las dos hijas de Lot? Escaparon, por cierto, pero sólo para hacer la obra del diablo. Se convirtieron en las tentadoras que condujeron a su padre a cometer una iniquidad, a perpetrar el más inmundo de los pecados.

En suma, ¡Lot parece haber estado sólo, aun en su familia! ¡No fue usado como medio para conseguir que ni siquiera un alma se apartara de las puertas del infierno!

Y no me extraña. Las almas que se detienen se ven a través de sus propias familias y, cuando uno las ve de cerca, son despreciados. Si sus parientes más cercanos entienden sólo una cosa de la fe cristiana, esta es la inconsecuencia. Seguramente esos parientes piensan: "Si creyera todo lo que profesa creer, no seguiría como sigue". Los padres de familia que se detienen, rara vez tienen hijos consagrados. Los ojos del hijo absorben mucho más que los oídos. El niño siempre observará lo que hacemos, mucho más que lo que decimos. Recordemos esto.

miércoles, 29 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

IV. El fruto de la vida de Lot

Veamos ahora qué tipo de fruto produjo al final de cuentas el espíritu rezagado de Lot.

No quiero pasar por alto este punto por muchas razones y, especialmente, en la actualidad. No son pocos los que dirían: "Después de todo, Lot era salvo, fue justificado, llegó al cielo. Esto es todo lo que yo pretendo. Si llego al cielo, con esto me contento". Si esto es lo que piensa en su corazón, haga una pausa y lea un poquito más. Le mostraré algunas cosas en la historia de Lot que merecen atención y, quizá, lo motiven a cambiar de idea.

Creo que es de gran importancia dar nuestra atención a este tema. Siempre afirmaré que una santidad prominente y una utilidad insigne se relacionan estrechamente, que la felicidad y "seguir al Señor totalmente" van de la mano, y que si los creyentes se detienen no pueden esperar ser útiles en su día y generación, ni ser muy santos ni parecidos a Cristo, ni disfrutar de gran tranquilidad y paz simplemente porque creen.

(a) Destaquemos entonces, para empezar, que Lot no hizo ningún bien entre los habitantes de Sodoma.

Es probable que Lot haya vivido muchos años en Sodoma. Sin duda, tuvo oportunidades preciosas de hablar de las cosas de Dios y de apartar del pecado a las almas. Pero parece que no hizo nada. No parece haber tenido ninguna influencia sobre la gente que vivía a su alrededor. No contaba para nada con el respeto y la reverencia que hasta los hombres del mundo, a menudo, muestran hacia un buen siervo de Dios.

No se pudo encontrar ni una persona justa en toda Sodoma fuera de las paredes de la casa de Lot. Ni uno de sus vecinos creía su testimonio. Ni uno de sus conocidos honraba al Señor que él adoraba. Ni uno de sus sirvientes servía al Dios de su amo. A nadie "de ninguna parte" le importaba para nada su opinión cuando trató de contener su maldad. Dijeron: "Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez?" (Gn. 19:9). Su vida no tenía ninguna influencia, sus palabras no eran escuchadas ni su fe atrajo a nadie de modo que la siguiera.

¡Y de verdad que no me extraña! Por regla general, las almas inactivas no le hacen ningún bien al mundo ni traen mérito alguno a la causa de Dios. Su sal no tiene sabor suficiente para curar la corrupción a su alrededor. No son "cartas conocidas y leídas por todos" (2 Co. 3:2). No hay nada magnético, ni atractivo, ni nada que refleje a Cristo en su manera de ser. Recordémoslo.

lunes, 27 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(a) Recuerde esto cuando va a escoger un lugar donde vivir o residir. No basta con que la casa sea cómoda, bien ubicada, donde se respira aire puro, el vecindario es agradable, el alquiler o el precio bajo, y el costo de vida bajo también. Hay además otros factores para tener en cuenta. Debe pensar en su alma inmortal. El entorno de la casa en la cual usted está pensando ¿lo ayudará a ir al cielo o al infierno? ¿Se predica el evangelio en las cercanías? ¿Está al alcance de su puerta el Cristo crucificado? ¿Tiene cerca a un verdadero siervo de Dios que vele por su alma? Le insto encarecidamente que si ama la vida, no pase por alto esas condiciones tan importantes. Cuídese de no tomar una decisión como la de Lot.

(b) Recuerde esto al escoger un llamado, una posición o una profesión en la vida. No basta que el sueldo sea alto, bueno el jornal, fácil el trabajo, numerosos los beneficios y muy favorables las perspectivas de ser ascendido. Piense en su alma, su alma inmortal. ¿Prosperará o se retrasará? ¿Tendrá libres los domingos y podrá contar con un día por semana para sus asuntos espirituales? Le ruego, por la misericordia de Dios, que tenga cuidado con lo que hace. No tome decisiones impulsivas. Considere al lugar desde todos los puntos de vista; el de Dios, al igual que el del mundo. El oro se puede pagar demasiado caro. Cuídese de no tomar una decisión como la de Lot.

(c) Si usted es soltero o soltera, recuerde esto al escoger esposo o esposa. No basta con que le agrade su aspecto, que tengan los mismos gustos, que congenien en lo que piensan, que haya afecto y cariño y que luchen juntos por tener un hogar cómodo para toda la vida. Se necesita algo más que esto. Hay una vida venidera. Piense en su alma, su alma inmortal. ¿Será impulsada hacia arriba o arrastrada hacia abajo por la unión que está planeando? ¿Será un matrimonio más celestial o más terrenal, vivido más cerca de Cristo o del mundo? ¿Su fe será cada vez más fuerte o más débil? Le ruego, por todas sus esperanzas de gloria, que incluya esto en sus cálculos. Decía el anciano Baxter: "Piense, piense y vuelva a pensar" antes de comprometerse. "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos" (2 Co. 6:14). El matrimonio no se menciona en ninguna parte como un medio de conversión. Cuídese de no tomar una decisión como la de Lot.

(d) Recuerde esto si alguna vez le ofrecen un trabajo en el ferrocarril. No basta recibir un buen sueldo y tener un empleo fijo, la confianza de los directores y la posibilidad de que le den un ascenso. Por supuesto, estas cosas son muy buenas, pero no lo son todo. ¿Cómo le irá a su alma si trabaja en una compañía ferroviaria que corre los trenes los domingos? ¿De qué día dispondrá para dedicarle a Dios y a los asuntos de la eternidad? ¿Qué oportunidades tendrá para oír la predicación del evangelio? Le advierto con toda seriedad que piense en esto. De nada le valdrá llenar su bolsa si su alma pasa hambre y se empobrece. ¡Cuidado con vender su Día del Señor para tener una buena posición! Recuerde el plato de lentejas de Esaú. ¡Cuídese de no tomar una decisión como la de Lot!

Algún lector puede pensar: "El creyente no tiene nada que temer; es una oveja de Cristo, nunca perecerá, no puede sufrir mucho daño. No puede ser que tales pequeñeces sean tan importantes".

Bueno, puede pensar eso, pero le advierto que si descuida estos asuntos, su alma nunca prosperará. Es cierto que el verdadero creyente no será echado fuera aunque se detenga. Pero si lo hace, es inútil suponer que su fe prosperará. La gracia es una planta tierna. A menos que la valore y cuide bien, pronto se debilitará en este mundo impío. El oro más brillante pronto pierde su brillo cuando se lo expone a un ambiente húmedo. El hierro más caliente pronto se enfría. Se requiere esfuerzo y trabajo para lograr que llegue a estar al rojo vivo, pero no requiere más que dejarlo estar o un poco de agua fría para que se ponga negro y duro.

Puede usted ser ahora un cristiano ferviente y celoso. Puede que se sienta como David en su prosperidad: "No seré jamás conmovido" (Sal. 30:6). Pero no se engañe. No tiene que seguir las pisadas de Lot y tomar las decisiones que Lot tomó para llegar pronto al estado del alma de Lot. Haga lo que él hizo, actúe como actuó él, y tenga por seguro que pronto descubrirá que se ha convertido en un rezagado infeliz como él. Descubrirá, como Sansón, que ya no cuenta con la presencia del Señor. Probará, para su propia vergüenza, que es un hombre indeciso y vacilante en el día de la prueba. A su fe le atacará un cáncer que arrasará con su vitalidad sin que usted se dé cuenta. Su fortaleza espiritual se debilitará lentamente como si tuviera tuberculosis. Y a la larga, despertará para encontrarse con que sus manos apenas si podrán realizar la obra del Señor, sus pies apenas lo podrán arrastrar por el camino del Señor y su fe no será más grande que un grano de mostaza; y esto, quizá suceda en un momento decisivo de su vida, en un momento cuando el enemigo viene, como una inundación, precisamente cuando su necesidad es más dolorosa. (Ver Sal. 106:15).

¡Ay, si no quiere detenerse en su fe, considere estas cosas! ¡Cuídese de no tomar una decisión como la de Lot!

domingo, 26 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


III. Razones por las cuales Lot se detuvo

Consideremos ahora las razones que pueden haber contribuido a que Lot se detuviera.

Esta es una cuestión muy importante y le pido que le dé su más seria atención. Saber el origen de una enfermedad es un paso hacia su remedio. Aquel a quien le advierten, de antemano lo arman.

¿Quién entre mis lectores se siente seguro y no teme detenerse? Venga y escuche mientras le cuento algunos pasajes de la historia de Lot. Si actúa como lo hizo él, será un milagro si al final su alma no esté en el mismo estado que la de él.

(1) Una cosa que observo en Lot es que tomó una decisión equivocada siendo muy joven.

Hubo un tiempo cuando Abraham y Lot vivían juntos. Ambos eran ricos y ya no podían seguir viviendo juntos. Abraham, el mayor de los dos, con verdadera humildad y cortesía, le dio a Lot el privilegio de escoger las tierras que prefería cuando resolvieron separarse. Le dijo: "Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y su tú a la derecha, yo iré a la izquierda" (Gn. 13:9).

¿Y qué hizo Lot? Nos dice la Biblia que vio que los valles del Jordán, cerca de Sodoma, eran ricos, fértiles y recibían abundante lluvia. Eran tierras buenas para pastar el ganado. Él tenía muchos rebaños y ganados, y los campos eran precisamente los que estos requerían. Y estas tierras fueron las que escogió sencillamente porque eran "de riego". (Gn. 13:10).

¡Estaba cerca de la ciudad de Sodoma! No le importaba. ¡Los hombres de Sodoma, que serían sus vecinos, eran impíos! No le interesaba. ¡Eran extremadamente pecadores ante Dios! No le incumbía. La llanura era rica. Las tierras eran buenas. Quería una región así para sus rebaños y sus ganados. Y ante este argumento, todos sus escrúpulos y dudas, si es que los tenía, desaparecieron.

a) Escogió por vista, no por fe.

b) No le pidió consejo a Dios, para que lo preservara de los errores.

c) Consideró las cosas temporales, no las eternas.

d) Pensó en sus ganancias mundanas y en las de su alma.

e) Tuvo en cuenta sólo lo que le beneficiaría en esta vida y olvidó la seria cuestión de la vida venidera.

Este fue un mal comienzo.

(2) Pero observo también que Lot se mezcló con pecadores cuando no tenía ninguna razón para hacerlo.

Al principio mismo, Lot "fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma" (Gn. 13:12). Ya he demostrado que esto fue un gran error.

Pero la próxima vez que es mencionado, nos encontramos con que está viviendo en la misma Sodoma. El Espíritu dice expresamente: "Moraba en Sodoma" (Gn. 14:12). Dejó sus tiendas. Renunció a sus tierras. Ocupó una casa en las calles mismas de la impía ciudad.

El texto no nos dice la razón de este cambio. No sabemos de ninguna situación que lo hubiera causado. Estamos seguros de que no puede haber sido por mandato de Dios. Quizá a la esposa le gustaba la ciudad más que el campo, a fin de poder formar parte de la sociedad. Se nota a ojos vista que carecía de gracia. Quizá convenció a Lot que era necesario para beneficio de sus hijas, para que pudieran casarse y tener una vida tranquila. Quizá las hijas lo instaron a vivir en la ciudad para poder tener amistades divertidas. Es evidente que eran chicas con una mentalidad ligera. Quizá a Lot mismo le gustaba la idea, a fin de ganar más con sus rebaños y ganados. Al hombre nunca le faltan razones para confirmar su voluntad. Pero una cosa es segura: Lot vivió en medio de Sodoma sin una razón válida.

Cuando el hijo de Dios hace estas dos cosas que he mencionado, nunca debe sorprendernos si, a la larga, recibimos malas noticia de su alma. No nos debe sorprender, si hace oídos sordos a la voz de advertencia acerca de aflicciones futuras como las tuvo Lot (Gn. 14:12), y termina deteniéndose en el día de tribulaciones y peligros, como lo hizo Lot.

Tome una decisión equivocada en la vida, una decisión no bíblica, asiéntese innecesariamente en medio de un pueblo mundano y estará en la condición más segura para perjudicar su propia espiritualidad y para retrasarse en lo que a su eternidad se refiere. Este es el modo de hacer que el pulso de su alma lata débil y lánguidamente. Es la manera de embotar e insensibilizar sus sentimientos sobre el pecado. Es la forma de apagar los ojos de su discernimiento espiritual hasta que apenas pueda ver la diferencia entre el bien y el mal, y de caminar a los tropezones. Este es el modo de causarle parálisis moral a sus pies y demás miembros, que lo harán andar tambaleante y temeroso por el camino a Sion como si el saltamontes fuera una carga. Es la manera de franquearle la puerta a su peor enemigo, para darle al diablo terreno ventajoso en la batalla, para amarrar sus brazos en la lucha, encadenar las piernas al correr, secar la fuente de su fuerza, quitarle su energía, cortarle el cabello como a Sansón y entregarlo a los filisteos, arrancarle sus propios ojos, girar el molino en la prisión y ser un esclavo.

Ruego a todo lector de este libro que preste mucha atención a lo que estoy diciendo. Grabe estas cosas en su mente. No las olvide. Recuérdelas al amanecer. Tráigalas a su mente al anochecer. Deje que penetren profundamente en su corazón. Si alguna vez va a estar a salvo de "detenerse", no se mezcle innecesariamente con gente mundana. ¡Cuídese de no tomar una decisión como la de Lot! Si usted no quiere que el estado de su alma sea seco, torpe, embotado, perezoso, estéril, pesado, carnal, estúpido y obtuso, ¡cuídese de no tomar una decisión como la de Lot!

sábado, 25 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 


¡Estos son aquellos a quienes se les ocurre que es imposible que todos los creyentes sean muy santos y muy espirituales! Admiten que una santidad insigne es maravillosa. Les gusta leer acerca de ellas en los libros, inclusive a veces, les inspira verlo en los demás. Pero no piensan que la intención es que todos deben aspirar a una norma tan elevada. Sea como fuera, parece que decidirse está fuera de su alcance.

Estos son aquellos a quienes se les mete en la cabeza ideas falsas sobre el amor, como le llaman ellos. Tienen un temor mórbido de ser intolerantes y cerrados, y están siempre volando al extremo opuesto. Anhelan complacer a todos y estar de acuerdo con todos. Pero se olvidan que primero deben estar seguros de que complacen a Dios.

Estos son aquellos a quienes les da pavor tener que sacrificarse y rehúyen tener que negarse a sí mismos. Parece que nunca pueden aplicar el mandato de nuestro Señor de "tomar la cruz" y "cortar su mano derecha" (Lc. 9:23; Mt. 5:29, 30). No pueden negar que nuestro Señor usó estas expresiones, pero nunca les encuentran un lugar en su propia religión. Se pasan la vida tratando de hacer más ancha la puerta y más liviana la cruz. Pero nunca tienen éxito.

Estos son los que siempre están tratando de andar al ritmo del mundo.

Estos son ingeniosos en descubrir razones para no separarse contundentemente del mundo y en dar excusas convincentes para participar de diversiones cuestionables y para frecuentar amistades objetables. Un día le cuentan a uno que asistieron a un estudio bíblico y el día siguiente quizá le cuentan que fueron a un baile. Un día ayunan o participan de la Cena del Señor y otro día van al hipódromo durante la mañana y en la noche a la ópera. Un día su entusiasmo por el sermón predicado por un predicador impresionante casi los lleva a la histeria y otro día están llorando al leer una novela. Están constantemente esforzándose por convencerse a sí mismos de que entremezclarse un poquito con la gente mundana en su entorno, hace bien. No obstante, en su caso, resulta muy claro que no les hace nada de bien, sino sólo daño.

Estos son los que no tienen el valor de luchar contra sus pecados, ya sea pereza, indolencia, mal carácter, orgullo, egoísmo, impaciencia o lo que sea. Permiten que estos sean un inquilino tolerablemente quieto y tranquilo de sus corazones. Dicen que es por su "salud, su temperamento, sus pruebas o su manera de ser. Su padre, su madre o su abuela eran iguales, por lo que están seguros de que no lo pueden remediar". ¡Y cuando uno los vuelve a ver después de más o menos un año, usted escuchará la misma historia!

Pero todo, todo, sí todo puede resumirse en una sola oración, son hermanos y hermanas de Lot. Se estancan, se detienen.

¡Ay, si es usted un alma que se mantiene detenida, no es feliz! Usted sabe que no lo es. Sería raro que lo fuera. El detenerse es la destrucción segura del cristianismo feliz. La conciencia del que se detiene le prohíbe disfrutar de paz interior.

Quizá en algún momento todo marchaba bien. Pero ha dejado su primer amor y, desde entonces, nunca ha sentido la misma tranquilidad y no volverá a sentirla hasta que vuelva a sus "primeras obras" (Ap. 2:5). Como Pedro, cuando prendieron al Señor Jesús, lo están siguiendo de lejos y como en el caso del apóstol, su camino no es agradable, sino difícil.

Venga y observe a Lot. Venga y tome nota de la historia de Lot. Venga, considere el "detenerse" de Lot y sea sabio.

viernes, 24 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. El comportamiento de Lot

Sigamos con el segundo punto que he mencionado. ¿Qué nos dice el texto citado sobre el comportamiento de Lot?

Las palabras son increíbles y asombrosas: "Deteniéndose él". Cuanto más consideremos las circunstancias, más increíbles nos parecerán.

Lot conocía la condición aterradora de la ciudad en que se encontraba. "El clamor" de sus abominaciones había "subido de punto delante de Jehová" (Gn. 19:13). Sin embargo, se detuvo.

Lot conocía el juicio horroroso que estaba a punto de sobrevenir a todos los que moraban dentro de los confines de sus muros. Los ángeles habían dicho claramente: "Por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo" (Gn. 19:13). Sin embargo, se detuvo.

Lot sabía que Dios era un Dios que siempre cumplía sus promesas y, si decía que iba a hacer algo, era seguro que lo haría. No podía ser sobrino de Abraham, vivir mucho tiempo con él y no tener conciencia de esto. Sin embargo, se detuvo.

Lot creía que había peligro porque fue donde estaban sus yernos y les advirtió que huyeran. "Levantaos", les dijo, "salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad" (Gn. 19:14). Sin embargo, se detuvo.

Lot vio a los ángeles de Dios esperando que él y su familia partieran. Oyó la voz de esos ministros de ira retumbándole en los oídos para apurarlos: "Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad" (Gn. 19:15). Sin embargo, se detuvo.

        Lot fue...
        - lento cuando debió ser rápido,
        - atrasado cuando debió ser adelantado,
        - demorado cuando debió estar apurándose,
        - perdiendo el tiempo cuando debió estar aprovechándolo y
        - frio cuando debió ser ferviente.

¡Es más que extraño! ¡Parece increíble! ¡Aparenta ser demasiado fantástico para ser verdad! Pero el Espíritu lo escribe para nuestra instrucción. Y así fue.

Y aun así, por increíble que parezca a primera vista, me temo que hay muchos entre el pueblo del Señor Jesucristo muy parecidos a Lot.

Pido a cada lector que se grabe muy bien lo que digo. Repito que es imposible que haya algún error en cuanto a su significado. He demostrado que Lot "se detuvo". Afirmo que hay muchos hombres cristianos y mujeres cristianas hoy que son muy parecidos a Lot.

Hay muchos verdaderos hijos de Dios que parecen saber más de lo que llevan a la práctica, ven mucho más de lo que ponen por obra y se mantienen en este estado por muchos años. ¡Increíble que van a la distancia que van y, después, se quedan allí!

Reconocen a la Cabeza que es Cristo y aman la verdad. Les gusta la predicación profunda y coinciden con cada artículo de la doctrina cristiana cuando lo oyen. Pero aun así, hay algo imposible de describir que no es satisfactorio en ellos. Están haciendo constantemente cosas que desilusionan a sus pastores y amigos cristianos más consagrados. ¡Es asombroso que piensen como piensan y, aun así, que se queden frenados donde están, se detienen!

Creen en el cielo y, sin embargo, poco parecen anhelarlo.

También creen en el infierno y, sin embargo, poco parecen temerlo.

Aman al Señor Jesús y, sin embargo, el trabajo que hacen para él es poco.

Aborrecen al diablo, pero a menudo parecen tentarlo para que se acerque a ellos.

Saben que el tiempo es breve y, sin embargo, viven como si fuera extenso.

Saben que tienen una batalla que librar y, sin embargo, aparentan tener paz.

Saben que tienen una carrera que correr, y sin embargo, parecen quedarse sentados.

Saben que el Juez está a la puerta y que hay una ira venidera, y sin embargo, parecen estar adormecidos.

¡Es sorprendente que sean lo que son, y sin embargo no pueden llegar a ser nada más!

¿Y qué diremos de estas personas? A menudo dejan pasmados a sus amigos y familiares consagrados. Con frecuencia causan gran ansiedad. Repetidamente generan grandes dudas y análisis introspectivos. No obstante, pueden ser clasificados bajo una descripción contundente: Todos son hermanos y hermanas de Lot. Se detienen.

jueves, 23 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

9. Lot: Una luz de advertencia

"Deteniéndose él...". Génesis 19:16

Las Sagradas Escrituras, que fueron escritas para nuestra instrucción, contienen luce de advertencia, al igual que modelos a imitar. Nos muestran ejemplos de lo que debemos evitar, al igual que ejemplos que debemos seguir. El hombre, cuyo nombre encabeza esta página, ha sido puesto como una luz de advertencia para toda la iglesia de Cristo. Nos presenta su carácter en dos breves palabras: "Deteniéndose él". Se detuvo. Tomemos asiento y observemos esta luz de advertencia por unos minutos. Consideremos a Lot.

¿Quién es este hombre que se detuvo? Es el sobrino del fiel Abraham. ¿Y cuándo fue que se detuvo? La misma mañana en que Sodoma iba a ser destruida. ¿Y dónde se detuvo? Dentro de las paredes de Sodoma misma. ¿Y ante quién se detuvo? Ante la vista de dos ángeles enviados para sacarlo de la ciudad. ¡Incluso en ese momento se detuvo!

Las palabras son solemnes y llenas de elementos que nos hacen pensar. Debieran sonar como una trompeta en los oídos de todos los que profesan alguna religión. Espero que hagan pensar a cada lector de estas páginas. ¿Quién sabe si no son justo las palabras que su alma requiere? La voz del Señor Jesucristo le manda: "Acordaos de la mujer de Lot" (Lc. 17:32). Las palabras de uno de sus siervos le invitan hoy a recordar a Lot.

Trataré de mostrar: 

I. Lo que Lot era en sí mismo.

II. Lo que el texto ya citado dice de su comportamiento.

III. Las razones por las que quizá se detuvo.

IV. Qué clase de fruto dio el hecho de que se detuvo.

Pido la atención de todos los que tienen razón para creer que son verdaderos cristianos y anhelan vivir vidas santas. Establezcamos este principio en nuestras mentes: si seguimos la santidad, no debemos "detenernos".

I. ¿Qué era Lot?

Lo digo una vez más: Lot es una luz de advertencia.

Este es un punto muy importante. Si no me aseguro de que usted lo note, podría perderme la clase de cristianos profesantes a quienes quiero beneficiar de un modo especial. Si no lo presento con claridad, muchos quizá digan después de leer este capítulo: "¡Ay! ¡Lot era un hombre malo, un pobre ser, malvado y oscuro: Un hombre inconverso, un hijo de este mundo! Con razón se detuvo".

Pero ahora preste mucha atención a lo que digo. Lot distó mucho de ser algo así. Lot era un creyente verdadero, un convertido, un auténtico hijo de Dios, un alma justificada, un hombre justo.

¿Tiene alguno de mis lectores gracia en su corazón? Lot también la tenía. ¿Tiene alguno de mis lectores esperanza de salvación? Lot también la tenía. ¿Es alguno de mis lectores un viajero en el camino angosto que conduce a la vida? Lot también lo fue.

Nadie piense que esto es solo mi opinión particular, una mera fantasía mía, una noción que no tiene fundamento bíblico. Nadie suponga que quiero que lo crea sólo porque yo lo digo. El Espíritu Santo ha colocado el asunto, libre de posibles controversias, llamándolo "justo" y "recto" (2 P. 2:7-8) y nos ha dado evidencias de que la gracia moraba en él.

Una evidencia es que vivía entre hombres impíos "viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos" y la maldad a su alrededor (2 P. 2:8) y, aun así, él mismo no era impío. Ahora bien, para ser un Daniel en Babilonia, un Abdías en la casa de Acab, un Ahías en la familia de Jeroboam, un santo en la corte de Nerón y un "hombre justo" en Sodoma, uno tiene que tener la gracia de Dios. Sin su gracia sería imposible ser como alguno de estos hombres.

Una segunda evidencia es que "veía a los prevaricadores" y se contrariaba por lo que veía a su alrededor (2 P. 2:7,8). Se sentía herido, triste, dolorido y lastimado ante la presencia del pecado. Esto era sentirse como el santo David, quien dice: "Veía a los prevaricadores, y me disgustaba, porque no guardaban tus palabras", "Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley" (Sal. 119:158, 136). Esto era sentirse como Pablo, quien dice: "Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón,... por amor a mis hermanos"(Ro. 9:2, 3). Nada puede ser la razón de esto, sino la gracia de Dios.

Una tercera evidencia es que "afligía cada día su alma justa" (2 P. 2:8). No sucedió que se hizo indiferente o que se entibió ante el pecado, como sucede con muchos. La familiaridad y el hábito no le quitaron el filo a sus sentimientos, como sucede con demasiada frecuencia. Para muchos es un shock y un susto ver por primera vez una iniquidad, pero al final se acostumbran tanto que la ven con bastante apatía. Esto es así, especialmente con los que viven en grandes ciudades, o con ingleses que viajan en el continente. Estos, a menudo, terminan siendo totalmente indiferentes al hecho de que no se observa el Día del Señor y a muchas formas de pecados. Pero no fue así con Lot. Y también esto es una gran señal de la realidad de su gracia.

Así era Lot: Un hombre justo y recto, un hombre sellado como heredero al cielo por el Espíritu Santo mismo.

Antes de seguir adelante, recordemos que un cristiano auténtico puede tener muchas manchas, muchos defectos y muchas debilidades y, aun así, ser un cristiano auténtico. No despreciamos al oro porque esté mezclado con mucha escoria. No le quitemos valor a la gracia porque está acompañada de mucha corrupción. Siga leyendo y verá que Lot pagó caro por "detenerse". Pero no se olvide, al ir leyendo, que Lot era un hijo de Dios.

miércoles, 22 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


(d) Lo último que diré es que el verdadero secreto de hacer grandes cosas para Dios es tener una fe grande.

Creo que todos podemos equivocarnos en este punto. Pensamos y hablamos demasiado sobre gracias, dones y logros, y no recordamos tanto como debemos, que la fe es la raíz y madre de todos estos. En su andar con Dios, el hombre llegará sólo hasta donde cree y no más. Su vida será siempre proporcional a su fe. Su paz, su paciencia, su valentía, su celo, sus obras serán todas de acuerdo con su fe.

Leemos las biografías de cristianos insignes como Wesley, Whitefield, Venn, Martyn, Bickerstech, Simeon y M'Cheyne, que nos impulsan a decir: "¡Qué dones y gracias maravillosos tenían estos hombres!" Respondo: "Deberíamos más bien honrar la gracia madre, la más importante de todas las gracias que Dios presenta en el capítulo once de la Epístola a los Hebreos: Deberíamos honrar su fe. Tengamos por seguro que la fe es la razón principal del carácter que tenía cada uno de los mencionados".

Me imagino que alguien puede decir: "Eran hombres de oración; eso fue lo que los hizo lo que eran". Respondo: "¿Por qué oraban mucho? Sencillamente porque tenían mucha fe. ¿Qué es la oración, sino la fe hablando con Dios?"

Otro puede decir: "Eran muy diligentes y trabajadores, eso explica su éxito". Respondo: "¿Por qué eran tan diligentes? Simplemente porque tenían fe. ¿Qué es la diligencia cristiana, sino la fe en acción?"

Otro puede opinar: "Eran muy valientes, eso los hacía útiles". Respondo: "¿Por qué eran tan valientes? Simplemente porque tenían mucha fe. ¿Qué es la valentía cristiana, sino la fe cumpliendo su deber con seriedad?"

Otro puede exclamar: "Era su santidad y espiritualidad lo que les daba envergadura". Por última vez respondo: "¿Qué los hacía santos? Nada más que un espíritu de fe vivo y fehaciente. ¿Qué es la santidad, sino fe visible y fe encarnada?"

Entonces siga el consejo que le doy este día, vaya y clame al Señor Jesucristo como lo hicieron los discípulos: "Señor: Auméntanos la fe" (Lc. 17:5). Fe es la raíz del carácter del creyente verdadero. Asegúrese de que su raíz es la correcta y pronto abundará su fruto. Su prosperidad espiritual siempre será según su fe. Aquel que cree, no sólo será salvo, sino que nunca tendrá sed, vencerá y será establecido, caminará firmemente sobre las aguas de este mundo y hará grandes obras.

Lector, si usted cree las cosas que contiene este capítulo y anhela ser un hombre santo a conciencia, comience a poner en práctica su fe. Tome a Moisés como su ejemplo. Siga sus pasos. Vaya y haga usted lo mismo.

martes, 21 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(c) Lo tercero que quiero decir es que la verdadera razón por la que tantas personas son tan mundanas e impías es que no tienen fe.

Debemos tener conciencia de que hay multitudes de cristianos profesantes que no pensarían ni por un segundo hacer lo que hizo Moisés. Es inútil tratar de suavizar las cosas e ignorar esta realidad. Debe ser ciego el que no ve a miles de personas a su alrededor que prefieren al mundo antes que a Dios, las cosas temporales antes que las eternas y las cosas del cuerpo antes que las del alma. Puede ser que no nos guste admitir esto y tratamos de ignorarlo. Pero así es.

¿Y por qué son así estos que profesan ser cristianos? Sin duda que nos darán razones  excusas. Algunos hablarán de las trampas del mundo, algunos de la falta de tiempo, algunos de dificultades singulares respecto a su posición, algunos de los cuidados y ansiedades de la vida, algunos del poder de las pasiones y algunos sobre los efectos de las malas compañías. ¿Qué tenemos en resumen? Hay una explicación mucho más breve que explica el estado de sus almas: No creen. Una frase simple, como la vara de Aarón, destruirá todas sus excusas: No tienen fe.

No creen realmente que lo que Dios dice es cierto. Se excusan secretamente con la idea: "De seguro no se cumplirá, de seguro tiene que haber otro camino al cielo además del que hablan los pastores, seguramente no hay tanto peligro de perderse". En suma, no confían implícitamente en las palabras que Dios ha escrito y dicho y, por ello, no actúan en consecuencia.

    No creen completamente...
    - en el infierno, por lo que no huyen de él,
    - ni en el cielo, por lo que no lo buscan,
    - ni en la culpa del pecado, por lo que no se apartan de él,
    - ni en la santidad de Dios por lo que no le temen,
    - ni en su necesidad de Cristo, por lo que no confían en él ni lo aman.

No sienten confianza en Dios, así que no arriesgan nada por él. Igual que Pasión, el joven en El Progreso del Peregrino, tienen que disfrutar de las cosas buenas ahora. No confían en Dios y, por eso, no pueden esperar.

Ahora bien, ¿en qué condición estamos? ¿Creemos toda la Biblia? Hagámonos esta pregunta. Podemos estar seguros de que es algo mucho más importante creer todo lo que dice la Biblia que lo que muchos suponen. Feliz el hombre que se puede poner la mano en el corazón y decir: "Soy creyente".

A veces hablamos de los incrédulos como si fueran una rareza en el mundo. Y admito con alegría que la infidelidad confesa, no es común ahora. Pero hay una gran cantidad de infidelidad práctica a nuestro alrededor que, al final de cuentas, es tan peligrosa como los principios de Voltaire y Paine. Hay muchos que domingo tras domingo recitan el credo y se aseguran de declarar su fe en todo lo que la Sede Apostólica y las formas de Nicea contienen.

Y no obstante, estas mismas personas viven toda la semana como si Cristo nunca hubiera muerto, como si no fuera a haber un juicio, ninguna resurrección de los muertos y ninguna vida eterna. Cuando les hablamos de cosas eternas y el valor de sus almas, hay muchos que dicen: "Oh, eso ya lo sé". Y no obstante, sus vidas muestran claramente que no saben nada de lo que debieran saber, ¡y lo más triste es que creen que sí saben!

Es una verdad espantosa, digna de profunda reflexión, que el conocimiento que no lleva a actuar en consecuencia, es inútil e inservible a los ojos de Dios. Y es mucho peor que eso. Agregará a nuestra condenación y aumentará nuestra culpa en el Día del juicio. Una fe que no influye sobre las acciones del hombre, no merece llamarse fe. Hay sólo dos clases de gentes en la iglesia de Cristo: Los que creen y los que no creen. La diferencia entre el cristiano auténtico y el que meramente profesa serlo, radica en una frase. El cristiano auténtico es como Moisés: "Tiene fe"; el que sólo dice serlo, no la tiene. El cristiano auténtico cree y, por lo tanto, vive como vive; el que meramente profesa serlo, no cree y, por lo tanto es lo que es. Oh, ¿dónde está nuestra fe? No seamos incrédulos, sino creyentes.

lunes, 20 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


(b) Lo segundo que digo es esto, nada, excepto la fe, puede hacer posible que escoja a Dios antes que el mundo.

Ninguna otra cosa puede hacerlo. No lo puede hacer el conocimiento, tampoco alguna emoción, ni el cumplimiento regular de prácticas externas, ni los buenos amigos. Todo esto ayuda algo, pero el fruto que producen no tiene el poder de continuar; no dura. La religión que surge de estas fuentes sólo durará mientras no haya "la tribulación de la persecución debido a la Palabra", pero en cuanto la hay, se seca. Es un reloj sin la cuerda principal, su carátula se ve muy hermosa, uno puede hacer girar sus manecillas con la mano, pero sin la cuerda no funcionará. La religión que perdurará, tendrá que contar con un fundamento vivo y no hay otro sino la fe.

Tiene que haber una creencia profunda de que las promesas de Dios son seguras y que se puede depender de ellas; una creencia real de que todo lo que Dios dice en la Biblia es cierto y que toda doctrina contraria a esto es falsa, no importa lo que alguien diga. Tiene que haber una creencia real de que las palabras de Dios han de ser recibidas, no importa lo difícil y desagradable que sea para la carne y la sangre, y que su camino es el correcto  todos los demás están equivocados. Tiene que haber esto, de lo contrario, nunca dejará el mundo, tomará su cruz, seguirá a Cristo ni será salvo.

Usted debe aprender a confiar en las promesas, más que en los bienes terrenales, en las cosas invisibles más que en las visibles, en las cosas celestiales fuera de la vista, más que en las cosas en la tierra delante de sus ojos; alabar al Dios invisible más que alabar al hombre visible. Entonces, y solo entonces, preferirá escoger a Dios y no al mundo, siguiendo el ejemplo de Moisés.

Ahora pregunto a cada lector, ¿tiene usted fe? Si la tiene, le será posible rechazar algo que parezca bueno y escoger algo que parezca malo. No le dará ninguna importancia a las pérdidas de hoy, con la esperanza de las ganancias de mañana. Seguirá a Cristo en la oscuridad y permanecerá a su lado hasta lo último. Si no tiene fe, le advierto, nunca librará una buena batalla ni "correrá para obtener" su corona. Muy pronto se desanimará y se volverá al mundo.

Sobre todo esto, tiene que haber una fe permanente y real en el Señor Jesucristo. La vida en la carne tiene que vivirse por fe en el Hijo de Dios. Depender de Jesús, confiar en Jesús, valernos de Jesús y usarlo como el maná de nuestra alma constantemente, tiene que ser un hábito establecido. Tiene usted que esforzarse por poder decir: "Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia". "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 1:21; 4:13).

Esta era la fe por la cual los santos de antaño obtuvieron éxito. Esta fue el arma con la cual vencieron al mundo. Esto les hizo ser lo que fueron. Esta fue la fe que hizo que...

                - Noé construyera su arca mientras el mundo se burlaba,
                - Abraham le diera la mejor tierra a Lot y morara pacíficamente en sus tiendas,
                - Rut se aferrara a Noemí y dejara a su pueblo y a sus dioses,
                - Daniel siguiera orando, aunque sabía que el foso de los leones estaba preparado,
                - los tres jóvenes se negaran a adorar a los ídolos, aunque sabían que los esperaba un horno                      ardiente y que
                - Moisés renunciara a Egipto, sin temor a la ira de faraón.

Todos estos actuaron como lo hicieron porque creían. Veían las dificultades y los problemas de este camino. Pero también veían a Jesús por fe venciéndolos a todos y seguían adelante. Bien pudo hablar el apóstol Pedro de la como "igualmente preciosa" (2 P. 1:1).

sábado, 18 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

IV. Lecciones prácticas de Moisés

Ahora, iré terminando, tratando de poner en orden algunas lecciones prácticas que me parecen ser legítimas consecuencias de esta historia de Moisés. ¿Qué tiene todo esto que ver con nosotros? Algunos dirán: No vivimos en Egipto. No hemos visto milagros. No somos israelitas. Estamos cansados del tema.

Espere un poquito, si esto es lo que piensa, y con la ayuda de Dios le demostraré lo que todos podemos aprender y en lo que todos podemos instruirnos. Todo aquel que anhela vivir una vida cristiana y ser realmente santo, aprenda la historia de Moisés y obtenga sabiduría.

(a) Para empezar, si quiere ser salvo, tiene que tomar la decisión que Moisés tomó: Tiene que escoger a Dios antes que al mundo.

Recuerde bien lo que digo. No lo pase por alto, aunque olvide todo lo demás. No digo que el estadista tiene que renunciar a su trabajo ni que el hombre rico tiene que renunciar a sus propiedades. No se le ocurra a nadie que eso es lo que estoy diciendo. En cambio, digo que el que quiere ser salvo, sea cual fuere su posición en la vida, tiene que estar preparado para las tribulaciones. Tiene que decidirse a escoger lo que parece malo y dejar y rechazar mucho de lo que puede parecer bueno.

Me atrevo a decir que esto les parecerá raro a algunos que lean estas páginas. Comprendo muy bien que uno puede tener cierta forma de religión, que no le causará ningún problema. Hay un tipo de cristianismo común que muchos pueden tener en la actualidad, pensando que están bien, un cristianismo barato que no ofende a nadie y no vale nada. No estoy hablando de una religión de este tipo.

Si realmente se toma usted en serio su alma y si su fe es algo más que un traje o vestido a la moda que se pone los domingos, si está decidido a vivir de acuerdo con la Biblia, si está resuelto a ser un cristiano según el Nuevo Testamento, entonces, repito, pronto descubrirá que tiene que llevar una cruz. Tiene que soportar cosas difíciles, tiene que sufrir por el bien de su alma como lo hizo Moisés o, de otro modo, no puede ser salvo.

En este siglo, el mundo es lo que siempre ha sido. Los corazones de los hombres siguen siendo iguales. Las ofensas a la cruz no han cesado. El verdadero pueblo de Dios todavía es una manada pequeña despreciada. La auténtica fe evangélica todavía incluye reproches y menosprecios. Un verdadero siervo de Dios seguirá siendo considerado por muchos un simple débil y necio exaltado.

Pero el asunto es este: ¿Anhela usted la salvación de su alma? Entonces recuerde: Tiene que elegir a quién servir. No puede servir a Dios y al dinero. No puede estar en los dos bandos a la vez. No puede ser amigo de Cristo y amigo del mundo al mismo tiempo. Tiene que apartarse de los hijos de este mundo y permanecer aparte. Tiene que aguantar muchas mofas, problemas y oposiciones, de otra manera, estará perdido para siempre. Tiene que estar dispuesto a hacer cosas que el mundo considera tontas y tener opiniones que sólo pocos tienen. Le costará algo, la corriente es fuerte, y usted tiene que vencerla. El camino es angosto y empinado; es inútil decir que no lo es. Pero téngalo por seguro: No puede haber una religión salvadora sin sacrificio y la negación de uno mismo.

Ahora bien, ¿está usted haciendo algún sacrificio? Su fe, ¿le cuesta algo? Apelo a su conciencia con afecto y ternura. ¿Está usted, como Moisés, prefiriendo a Dios antes que al mundo o no? Le ruego que no se esconda bajo el peligroso pronombre "nosotros": "nosotros deberíamos", "nosotros esperamos que", "lo que nosotros queremos decir" y frases similares. Le pregunto directamente: ¿Qué está haciendo usted mismo? ¿Está dispuesto a renunciar, sea lo que sea que lo mantiene alejado de Dios? ¿O se está aferrando al Egipto del mundo y diciendo: "Tengo que tenerlo, tengo que tenerlo. No puedo dejarlo"? ¿Hay alguna cruz en su cristianismo? ¿Hay algunas puntas filosas en su fe, algo discordante y chocante con la mentalidad terrenal a su alrededor? ¿O está cómodamente adaptado a las costumbres y la moda? ¿Sabe algo de las aflicciones del evangelio? ¿Son alguna vez, su fe y práctica, objeto de burlas y menosprecios? ¿Alguien lo cree loco en razón de su alma? ¿Ha renunciado a la hija de faraón, sumándose de todo corazón al pueblo de Dios? ¿Le está confiando todo a Cristo? Busque y vea.

Estos son interrogantes difíciles y preguntas delicadas. No puedo impedirlo. Creo que están fundadas en las verdades de las Escrituras. Recuerdo que está escrito: "Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer e hijos, y hermanos y hermanas y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo" (Lc. 14:25-27). Me temo que muchos quisieran la gloria, pero no la gracia. Les gustaría recibir el sueldo, pero no tener que trabajar, la cosecha, pero no el esfuerzo de tener que cosechar, la mies, pero no tener que sembrar, la recompensa, pero no la batalla. Pero esto no puede ser. Como dice Bunyan: "Tiene que haber lo amargo antes de lo dulce". Si no hay cruz no habrá corona.

jueves, 16 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


La fe le decía a Moisés que, al final de cuentas, estos placeres eran sólo "por un tiempo". No podían durar, todos eran breves, pronto lo cansarían y tendría que dejarlos con el correr del tiempo.

La fe le decía a Moisés que en el cielo había una recompensa para el creyente mucho más rica que los tesoros de Egipto, riquezas duraderas, donde el moho no corrompe, ni ladrones entran y hurtan. Allí, la corona sería incorruptible; el peso de gloria sería enorme y eterno; y la fe le pedía que mirara a lo lejos, a un cielo invisible si sus ojos estaban deslumbrados por el oro egipcio.

La fe le decía a Moisés que la aflicción y el sufrimiento no eran realmente malos. Eran la escuela de Dios, en la que capacita a los hijos de su gracia para la gloria; los remedios necesarios para purificar nuestra voluntad corrupta, le horno en el cual quemar nuestra escoria, el bisturí que tiene que cortar los lazos que nos unen al mundo.

La fe le decía a Moisés que los israelitas despreciados eran el pueblo escogido por Dios. Creía que la adopción, el pacto, las promesas y la gloria les pertenecían; que de ellos, un día la semilla de la mujer germinaría y heriría la cabeza de la serpiente; que disfrutaban de la bendición especial de Dios, que eran hermosos y bellos a sus ojos, y que era mejor ser el portero del pueblo de Dios que reinar en palacios de maldad.

La fe le decía a Moisés que todos los reproches y las burlas dirigidos a él eran "reproches a Cristo", que era un honor recibir burlas y desprecios en nombre de Cristo, que quien quiera que persigue al pueblo de Cristo persigue a Cristo mismo, y que llegará el día cuando sus enemigos se inclinen ante él y laman el polvo.

Todo esto y mucho más, que me es imposible mencionar en detalle, vio Moisés por fe. Estas eran las cosas que creía y, creyendo, hizo lo que hizo. Estaba convencido de ellas y las hizo suyas...

- las consideró como certidumbres,
- las tuvo como verdades sustanciales,
- las contó tan seguras como si las viera con sus propios ojos,
- actuó en consecuencia porque eran realidades, y esto lo convirtió en el hombre que era. Tenía fe. Creía.

 No nos sorprendamos por qué rechazó grandezas, riquezas y placeres. Él miraba hacia el futuro. Veía con los ojos de la fe a reinos desmoronarse en el polvo, las riquezas tomando alas y remontando el vuelo, los placeres llevando a la muerte y a Cristo, únicamente, y a su pequeña manada subsistiendo para siempre.

No nos asombremos de que escogió las aflicciones, a un pueblo despreciado y los reproches. Veía las cosas debajo de la superficie. Veía con los ojos de la fe que las aflicciones duraban sólo por un momento, los reproches deambulaban hasta desaparecer y terminando en una honra eterna, veía al pueblo despreciado de Dios reinando como reyes con Cristo en gloria.

¿Y acaso no tenía razón? ¿No nos habla a nosotros, aunque muerto, hasta el día de hoy? El nombre de la hija de faraón se ha olvidado o, por lo menos, es extremadamente dudoso cómo se llamaría. La ciudad donde reinaba faraón es desconocida. Las riquezas de Egipto han desaparecido. Pero el nombre de Moisés se conoce dondequiera que se lee la Biblia y permanece en pie como testimonio de que "feliz es aquel que vive por la fe".

miércoles, 15 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

III. El principio que motivó a Moisés

Ahora pasemos al tercer tema: Quiero referirme al principio que motivó a Moisés, que lo impulsó a hacer lo que hizo.

¿Cómo se puede explicar esta conducta? ¿Qué razón posible se puede dar? Rechazar aquello que generalmente se considera bueno, escoger lo que comúnmente se juzga malo no es normal para la carne y la sangre. Esto no es cosa de hombre; esto requiere alguna explicación. ¿Cuál será la explicación?

Tenemos la respuesta en el texto. No sé si lo más admirable es su grandeza o su sencillez. Todo radica en una palabrita y esa palabrita es "Fe".

Moisés tenía fe. La fe fue el origen de su conducta increíble. La fe lo llevó a hacer lo que hizo, escoger lo que escogió y rechazar lo que rechazó. Todo lo hizo porque creyó.

Dios le puso en la mente su propia voluntad y propósito. Dios le reveló que un Salvador nacería de los hijos de Israel, que había promesas aún por cumplirse entre los descendientes de Abraham, que el tiempo del cumplimiento de parte de estas promesas había llegado. Moisés confió en esto y creyó. Y podemos trazar cada paso en su maravillosa carrera, cada acción en su peregrinaje por la vida después de dejar la corte de faraón (su decisión de parecer malo, su rechazo de parecer bueno) a esta fuente; veremos que todo descansa sobre este fundamento. Dios le había hablado y él tenía fe en la palabra de Dios.

Creyó que Dios cumpliría sus promesas, que lo que dijo que iba a hacer, indudablemente lo haría y lo que pactó realizar, indudablemente lo cumpliría.

Creyó que con Dios nada es imposible. La razón y el sentido común dirían que la liberación de Israel eran una imposibilidad, que los obstáculos eran demasiados y las dificultades muy grandes. Pero la fe le decía a Moisés que Dios era suficiente para todo. Dios había emprendido la obra y esta se realizaría.

Creyó que Dios era omnisciente. La razón y el sentido común le podían decir que su curso de acción era absurdo; que estaba desechando influencias provechosas y destruyendo toda posibilidad de beneficiar a su pueblo al romper con la hija de faraón. Pero la fe le decía a Moisés que si Dios decía: "Ven por este camino", seguramente era el mejor.

Creyó que Dios era todo misericordia. La razón y el sentido común podían sugerir que sería posible encontrar una manera más agradable de liberar al pueblo, que habría que ceder en algunas cosas y que se podrían evitar muchas dificultades. Pero la fe le decía a Moisés que Dios es amor y que no le daría ni una gota más de amargura de la que fuera absolutamente necesaria.

La fe era un telescopio para Moisés. Le hacía ver la buena tierra a gran distancia: Descanso, paz y victoria. La razón miope sólo podía ver pruebas y desiertos, tormentas y tempestades, cansancio y dolor.

La fe era un intérprete para Moisés. Le hacía encontrar un significado reconfortante en los aparentemente oscuros mandatos escritos por Dios; mientras que el sentido común en su ignorancia, no podía ver más que misterio y necedad.

La fe le decía a Moisés que todas estas jerarquías y grandezas eran de la tierra, de este mundo, pobres, vanas, vacías, frágiles, fugaces y temporales; y que no había verdadera grandeza como la de servir a Dios. Él era el Rey, Moisés era el noble que pertenecía a la familia de Dios. Era mejor ser el último en el cielo que el primero en el infierno.

La fe le decía a Moisés que los placeres terrenales eran "placeres del pecado". Estaban entremezclados con el pecado, contenían pecado, eran una ruina para el alma y desagradables a Dios. Sería de poco consuelo gozar de un placer, mientras Dios estaba en su contra. Era mejor sufrir y obedecer a Dios, que sentirse bien y pecar.

martes, 14 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)



(3) Pero hizo más que esto, escogió el oprobio y las burlas.

¡Quién puede concebir el torrente de burlas que habrá tenido que aguantar Moisés al separarse de la corte de faraón para unirse a Israel! ¡Los hombres le habrán dicho que estaba loco, tonto, débil, necio y que había perdido la razón! Perdería su influencia, renunciaría al favor y la buena opinión de aquellos entre quienes había vivido. Pero nada de esto le hizo cambiar de idea. ¡Abandonó la corte y se unió a los esclavos!

¡Qué elección fue esta! Reflexionemos nuevamente en ella.

Hay pocas cosas peores que la burla y el que lo ridiculicen a uno. Puede hacer esto mucho más que crear enemistad y persecución abierta. Muchos que no tendrían reparos en colocarse ante la boca de un cañón, de aferrarse a una vana esperanza o tomar por asalto una brecha, han descubierto que les era imposible enfrentar las burlas de unos pocos compañeros y se han estremecido ante la posibilidad de evitarlo. ¡Ser motivo de risa! ¡Hacer el ridículo! ¡Ser víctima de burlas y desprecios! ¡Ser considerado débil y estúpido! ¡Ser juzgado un imbécil! ¡No hay nada agradable en todo esto y muchos, desafortunadamente, no pueden enfrentar la perspectiva de sufrirlo!

Pero aquí tenemos a un hombre que tomó su decisión y no se acobardó por las pruebas. Moisés vio los reproches y las burlas que le esperaban, pero los escogió y aceptó como su porción.

Esto fue lo que Moisés escogió: Aflicción, la compañía de un pueblo despreciado y burlas.

Agreguemos a todo esto que Moisés no era un hombre débil e ignorante que no sabía lo que estaba haciendo. La Biblia destaca que era "poderoso en sus palabras y obras" (Hch. 7:22).

Reflexionemos también en las circunstancias de su decisión. No se vio obligado a escoger lo que escogió. Nadie le impuso que tomara este camino. Las cosas que hizo no las hizo por tener que hacerlas por la fuerza o contra su voluntad. Fue decisión de él, no una imposición. Todo lo que hizo, lo hizo por su propia voluntad y porque él quiso.

Y luego, juzguemos si es cierto que lo que escogió fue tan maravilloso como lo que rechazó. Es posible que desde la fundación del mundo, nadie hubiera tomado una decisión como la que nuestro texto destaca que tomó Moisés.

sábado, 11 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(2) Pero hizo más que esto, escogió la compañía de un pueblo despreciado.

Dejó la sociedad de los grandes y sabios, entre los cuales había sido criado, y se sumó a los hijos de Israel. Había vivido desde su infancia entre jerarquías, riquezas y lujos, pero decidió echar su suerte con los obreros pobres en los hornos de ladrillo: Esclavos, siervos, ilotas2, marginados, oprimidos, destituidos, afligidos y atormentados.

Una vez más: ¡Qué maravillosa fue esta elección!

Hablando en términos generales, nos parece que ya es bastante tener que tolerar nuestras propias aflicciones. Podemos sentir tristeza por aquellos cuya suerte es lastimosa. Quizá hasta podemos tratar de ayudarlos. Podemos donar dinero para mejorar su condición. Podemos hablar con aquellos de quienes dependen; pero solamente llegamos hasta allí.

Pero aquí tenemos a un hombre que hace mucho más. No sólo siente tristeza por los israelitas despreciados, sino que realmente se rebaja a acercarse a ellos, se convierte en parte de la sociedad de ellos y vive entre ellos. Nos preguntamos si algún encumbrado renunciaría a su casa, su fortuna y su posición social para irse a vivir entre los humildes con el solo fin de hacer el bien. No obstante, esto da una idea muy ligera y muy débil del tipo de acción que tomó Moisés. Vio a un pueblo despreciado y escogió la compañía de ellos, prefiriéndola a la de los más nobles del reino. Llegó a ser uno de ellos, su hermano, su compañero en las tribulaciones, su aliado, su camarada y su amigo.

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2 Ilotas - Esclavos de los lacedemonios espartanos de la antigüedad, originarios de la ciudad de Helos. Se dice de los desposeídos de los privilegios y derechos de ciudadanos.

viernes, 10 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. Lo que Moisés escogió

Y ahora paso al segundo tema que quiero considerar. Quiero hablar de lo que Moisés escogió.

Pienso que lo que escogió es tan maravilloso como lo que rechazó. Escogió estas tres cosas para el bien de su alma. El camino de la salvación las incluía, y él lo siguió, y al hacerlo escogió lo que nadie estaría dispuesto a elegir.

(1) Para empezar, escogió sufrimiento y aflicción.

Dejó la vida tranquila y cómoda de la corte de faraón y se identificó abiertamente con el pueblo de Israel. Era un pueblo esclavizado y perseguido, objeto de desconfianza, sospechas y odio; y cualquiera que se hermanaba con él, de seguro probaba algo de la copa amarga que bebía el pueblo diariamente.

Por lógica, no parecía haber ninguna posibilidad de ser liberados de la esclavitud egipcia sin una larga lucha con dudosos resultados. Tener un hogar y un país en que pudieran asentarse y ser libres, les debe haber parecido algo que nunca podrían obtener, por más que lo anhelaran. De hecho, si alguna vez alguien ha escogido dolor, pruebas, pobreza, carencias, aflicciones, ansiedad y, quizá aún, la muerte, con los ojos abiertos, ese fue Moisés.

Reflexionemos en lo maravillosa que fue esta elección.

La carne y la sangre, por naturaleza, evitan el dolor. Es algo que todos tenemos en común. Ante un peligro damos un paso atrás instintivamente para no sufrir y evitarlo si podemos. Si se nos presentan dos cursos de acción y los dos parecen correctos, por lo general, optamos por el que es menos desagradable para la carne y la sangre. Pasamos nuestros días con temor y ansiedad cuando pensamos que se nos está acercando alguna aflicción y nos valemos de todos los medios para tratar de evitarla. Y si llega, a menudo nos inquietamos y quejamos, y nos parece una gran hazaña si logramos tolerarla con paciencia.

¡Pero fíjese aquí! ¡Aquí tenemos un hombre con pasiones como las nuestras que, a sabiendas, escoge la aflicción! Moisés vio de antemano la copa de sufrimiento que tendría por delante si dejaba la corte de faraón y escogió esa copa, la prefirió y la tomó.

jueves, 9 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

c) Y más que esto, rechazó las riquezas.

"Los tesoros de Egipto" es una expresión que parece indicar la riqueza sin límites que pudo haber disfrutado Moisés si se hubiera conformado con quedarse a la sombra de la hija del faraón. Bien podemos suponer que estos "tesoros" podían haber sido una fortuna inmensa. En Egipto queda suficiente evidencia como para darnos una pequeña idea del dinero a disposición de su monarca. Las pirámides, los obeliscos, templos y estatuas todavía permanecen como testigos. Las ruinas de Carnac, Luxor, Dendera y muchos otros lugares todavía son los edificios más grandiosos del mundo. Testifican hasta el día de hoy que el hombre que renunció a la fortuna egipcia, renunció a un valor que, aun a las mentes modernas, les resultaría difícil calcular.

Pensemos una vez más en lo grande que era esta tentación.

Consideremos por un momento el poder del dinero: La influencia inmensa que "el amor al dinero" tiene sobre la mente de los hombres. Miremos a nuestro alrededor y observemos cómo los hombres lo codician y los asombrosos sacrificios y dificultades que están dispuestos a enfrentar por conseguirlos.

Díganles de una isla a muchas millas de distancia, donde quizá se pueda encontrar un producto que daría ganancias si se importara y, sin dilación, enviarían una flota de barcos para traerlo. Muéstreles cómo ganar un centavo más de interés en su dinero y lo contarán entre los hombres más sabios. Casi se pondrán de rodillas para adorarlo. Poseer dinero parece esconder los defectos, cubrir las faltas y adjudicar al hombre muchas virtudes. La gente puede cerrar los ojos ante muchas de sus fallas, ¡siempre que usted sea rico! Pero aquí tenemos a un hombre que hubiera podido ser inmensamente rico, pero no quiso serlo. No quiso los tesoros egipcios. Les dio la espalda. Los rechazó. ¡Renunció a ellos!

Esas fueron las cosas que Moisés rechazó: Jerarquía, placeres y riquezas, las tres de una sola vez.

Agreguemos a todo esto que lo hizo deliberadamente. No rechazó estas cosas impulsivamente como si fuera un jovencito. Tenía cuarenta años. Estaba en el apogeo de su vida. Sabía lo que estaba haciendo. Era un hombre que había recibido una educación superior. La Biblia dice: "Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras" (Hch. 7:22). Podía analizar deliberadamente ambos lados de la cuestión.

Agreguemos a esto que no las rechazó porque se viera obligado a ello. No era como el hombre moribundo que dice "que ya no le atrae nada en este mundo"; ¿y por qué? Porque se está yendo del mundo y no puede retener sus riquezas. No era como el mendigo que adjudica mérito al hecho de no tener nada y dice que "no quiere riquezas"; ¿y por qué? Porque no las puede conseguir. No era como el anciano que alardea de que "ha renunciado a todos los placeres terrenales"; ¿y por qué? Porque está agotado y no los puede disfrutar. ¡No! Moisés rechazó lo que habría podido disfrutar. Jerarquía, placeres y riquezas. No lo dejaron a él, sino que él a ellos.

Y entonces, juzgue si tengo razón o no en decir que él era el que más había sacrificado entre los mortales. Otros han rechazado mucho, pero ninguno, creo, tanto como Moisés. Otros sí se han sacrificado y negado a sí mismos, pero él los sobrepasa a todos.

lunes, 6 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


(b) Y más que esto, rechazó los placeres.

Sin duda que tenía a sus pies todo tipo de placeres, si los hubiera querido (placeres sensuales, placeres intelectuales, placeres sociales). Egipto era un país de artistas, una residencia de hombres eruditos, un lugar para todo el que tenía alguna habilidad o conocimiento científico de cualquier clase. No había nada que pudiera alimentar "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida" que alguien, en el lugar de Moisés, no hubiera podido hacer suyos (1 Jn. 2:16).

Pensemos también en lo grande que era esta tentación.

Recordemos que los placeres para los que viven millones de personas difieren, quizá, en su concepto de lo que constituye el verdadero placer, pero todos coinciden en tratar de obtenerlo por sobre todas las cosas. El placer y la diversión de los días festivos es lo más grande que anticipa el niño que va a la escuela. El placer y la satisfacción de independizarse es la meta en que fija su mente el joven. El placer y el descanso al jubilarse con una fortuna es el blanco al que apunta el hombre de negocios. El placer y confort corporal en su propio hogar es la suma de los deseos del hombre pobre. El placer y las constantes emociones en la política, en las diversiones, en las compañías, en los libros, constituyen la meta por la cual se desvela el hombre rico. El placer es como una sombra que busca atrapar a todos por igual, tanto encumbrados como relegados, ricos y pobres, ancianos y jóvenes, unos como otros, cada uno, quizá, pretendiendo despreciar a su prójimo en aras de cazar esa sombra. Cada uno preguntándose cómo obtener el placer para él mismo, cada uno preguntándose secretamente por qué no lo encuentra, pero cada uno, firmemente convencido de que en alguna parte lo encontrará. Esta era la copa que Moisés tenía ante sus labios. Podía haber bebido de los placeres terrenales todo lo que hubiera querido, pero no quiso saber nada de ellos. Les dio la espalda. Los rechazó. ¡Renunció a ellos!

sábado, 4 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

I. Cosas a las que renunció Moisés

Primero, entonces, hablaré de a lo que Moisés renunció y lo que rechazó.

Moisés dejó atrás tres cosas por el bien de su alma. Sentía que su alma no sería salva si no las dejaba, así que renunció a ellas. Y al hacerlo, afirmo que hizo tres de los sacrificios más grandes que el corazón del hombre puede hacer. Veamos.

(a) Renunció a su jerarquía y grandeza.

"Rehusó llamarse hijo de la hija de faraón". Todos conocemos su historia. La hija de faraón había preservado su vida cuando él era un infante. E hizo más: Lo adoptó y educó como si hubiera sido su propio hijo.

Según los historiadores, ella era la única hija de faraón. ¡Algunos van más allá y dicen que por lógica, Moisés algún día sería Rey de Egipto1! Esto puede o no, ser cierto; no podemos saberlo. Baste decir que, por su relación con la hija de faraón, Moisés pudiera haber sido, si hubiera querido, un gran hombre según los parámetros humanos. Si se hubiera contentado con la posición en que se encontraba en la corte egipcia, fácilmente hubiera estado entre los principales (o ser el principal) en la tierra de Egipto.

Pensemos por un momento en lo grande que era esta tentación.

Era un hombre con pasiones similares a las nuestras. Pudiera haber tenido toda la grandeza que el mundo puede ofrecer. Tenía por delante y a su alcance: jerarquía, poder, posición, honor, títulos y categoría. Estas son cosas por las que muchas personas están luchando continuamente. Estos son los premios por los que el mundo corre sin cesar para obtener. Ser alguien, ser admirado, subir de posición en la sociedad, tener un título antes de su nombre, son cosas por las cuales muchos sacrifican su tiempo, sus pensamientos, su salud y su vida misma. Pero Moisés no los aceptó como regalos. Les dio la espalda. Los rechazó. ¡Renunció a ellos!

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 1En los países orientales se aprovecha la libertad de adoptar hijos que no son de la misma sangre y otorgarles los privilegios de los hijos que sí tienen consanguinidad. Esta libertad se practica extensamente.

viernes, 3 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

8. Moisés: Un ejemplo

"Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón". 
Hebreos 11:24-26

El carácter de la mayoría de los santos insignes de Dios, según consigna y describe la Biblia, constituyen una parte muy provechosa de las Sagradas Escrituras. Las doctrinas, los principios y preceptos abstractos, son todos muy valiosos a su manera; pero, al final de cuentas, nada es más útil que un modelo o un ejemplo. ¿Queremos saber qué es santidad práctica? Tomemos asiento y estudiemos la figura de un personaje enteramente santo. Me propongo presentar en este capítulo la historia de un hombre que vivió por fe, dejándonos un modelo de lo que puede hacer la fe para promover la santidad del carácter. A todos los que quieren saber lo que significa "vivir por fe", les ofrezco a Moisés como ejemplo.

El capítulo once de la Epístola a los Hebreos de donde tomé mi texto, es un gran capítulo: Merece ser impreso en letras de oro. Me es fácil creer que tiene que haber sido alentador y reconfortante para los judíos convertidos. Me imagino que ningún miembro de la iglesia primitiva habrá tenido tanta dificultad en la profesión del cristianismo como los hebreos. El camino era angosto para todos, pero principalmente para ellos. La cruz era pesada para todos, pero seguramente ellos tenían que llevar un peso doble. Y este capítulo tiene que haberlos reanimado como una bebida refrescante; como "sidra al desfallecido". Sus palabras deben haber sido "panal de miel,... suavidad al alma y medicina para los huesos" (Pr. 31:6; 16:24).

Los tres versículos que me dispongo a explicar distan de ser los menos interesantes del capítulo. En realidad, pienso que ninguno, si acaso alguno, reclama con tanta fuerza nuestra atención. Y explicaré por qué lo digo.

Me parece a mí que la obra de la fe descrita en la historia de Moisés se aplica de un modo especial a nuestro propio caso. Los hombres de Dios mencionados en la parte anterior del capítulo son todos, ejemplos indudables. No podemos hacer literalmente lo que la mayoría de ellos hacía, pero podemos beber de su espíritu. No somos llamados a ofrecer literalmente un sacrificio como Abel, ni construir literalmente un arca como Noé, ni literalmente dejar nuestro país y vivir en carpas, ni ofrecer literalmente en sacrificio a nuestro Isaac como Abraham. Pero la fe de Moisés se aplica más a nosotros. Parece operar de una manera que es más parecida a nuestra experiencia. Le hizo tomar una línea de conducta como tenemos que hacerlo a veces nosotros en la actualidad, cada uno en nuestro propio peregrinar, si queremos ser cristianos congruentes. Y por esta razón, creo que estos tres versículos merecen una consideración especial.

Ahora bien, no tengo más que las cosas más sencillas para decir acerca de ellos. Sólo trataré de mostrar la grandeza de lo que hizo Moisés y el principio en el cual las basó. Y entonces, quizás, estemos mejor preparados para recibir la enseñanza práctica que estos versículos parecen contener para todo aquel que quiera recibirla.

jueves, 2 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 
(26) "No se desanime si no le parece que el Padre lo entregó a usted al Hijo. Puede ser que usted no lo note. Muchos que le son dados no se dan cuenta durante mucho tiempo. Sí, no veo ningún peligro en decir que muchos de los dados al Hijo quizá estén en oscuridad, que tengan dudas y temores en cuanto a esto, hasta que el último y más brillante día lo declare y hasta que haya sido dictada la última sentencia. Por lo tanto, si alguno de ustedes no sabe de su propia elección, no se desanime: Puede haber sido elegido, aunque no lo sepa". -Sermons on the Lord's Prayer (Sermones sobre el Padrenuestro), por Robert Traill, ministro del evangelio en Londres y a veces en Cranbrook, Kent, 1690.

(27) "La seguridad no es esencial para la salvación. Es una fe fuerte, pero leemos igualmente de una fe débil, de poca fe... como un grano de mostaza. La verdadera fe salvadora en Cristo se distingue únicamente por sus diferentes grados, pero en cada etapa y en cada persona es universalmente de la misma clase". -Sermones, por el Rev. John Newton, en un tiempo párroco de Olney y Rector de St. Mary, Woolnorth, Londres, 1767.

(28) "No hay razón alguna para que los creyentes débiles lleguen a una conclusión negativa sobre sí mismos. La fe débil une a Cristo tan fehacientemente como una fe fuerte, así como el brote más pequeño de la vid toma savia y vida de la raíz, igual como lo hace la rama más fuerte. Por lo tanto, los creyentes débiles tienen abundantes razones para estar agradecidos y, mientras siguen adelante creciendo en la gracia, no tienen que ignorar lo que ya han recibido". -Una carta del Rev. Henry Venn, 1784.

(29) "La fe necesaria y suficiente para nuestra salvación no es seguridad. Su tendencia es, sin duda, producir una expectativa entusiasta del favor divino que avanzará hacia una confianza total. Pero la confianza en sí misma no es la fe de la que estamos hablando, ni se incluye necesariamente en ella. No, es algo totalmente distinto. La seguridad, por lo general, va acompañada de una gran medida de fe. Pero hay personas sinceras que tienen poca fe o en quienes el ejercicio de esa gracia puede estar muy obstruido. Cuando prevalecen tales defectos y obstáculos, es de esperar que surjan muchos temores y aflicciones". -The Christian System (El sistema cristiano), por el Rev. Thomas Robinson, párroco de St. Mary, Leicester, 1795.

(30) "La salvación y el gozo de la salvación, no siempre son simultáneos. Este último no siempre acompaña al primero en su experiencia presente. Un enfermo puede estar en proceso de recuperación, pero aun así tener dudas en cuanto a su salud. El dolor y la debilidad pueden causar que vacile. Un niño puede ser heredero de su propiedad o reino y, no obstante, no derivar ningún gozo ante la perspectiva de su futura herencia. Puede ser incapaz de trazar su genealogía o leer sus títulos de propiedad y el testamento de su padre o, teniendo capacidad para leerlos, puede ser que no comprenda su significado y, quizá, su guardián o albacea considere mejor mantenerlo en la ignorancia por un tiempo. Pero su ignorancia no afecta la validez del título de sus propiedades. Sentir la seguridad personal de ser salvo no se relaciona necesariamente con la fe. No son esencialmente lo mismo. Todo creyente de hecho puede inferir, por el efecto producido en su propio corazón, su propia seguridad y sus privilegios; pero muchos que realmente creen, desconocen la palabra de justicia y no podrían llegar, valiéndose de premisas bíblicas, a la conclusión de que estarían justificados". -Lectures on the 51st Psalm (Discursos sobre el Salmo 51), por el Rev. Thomas Biddulph, ministro de St. James, Bristol, 1830.

miércoles, 1 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(21) "Hay aquellos que dudan y, por dudar, multiplican su desconfianza, llegando a la conclusión de que no tienen fe porque encuentran tantas y tan frecuentes dudas dentro de sí mismos. Pero esto es un gran error. Puede haber algunas dudas, aun donde hay mucha fe; y puede haber poca fe donde hay muchas dudas. Nuestro Salvador requiere y se deleita con los que tienen una fe fuerte y firme en él, pero no rechaza a los menos y más débiles". -Lectures on the first nine chapters of St. Matthew (Discursos sobre los primeros nueve capítulos del Evangelio de Mateo), por el arzobispo Leighton, 1670.

(22) "En el pasado, muchos hombres de gran renombre y eminencia han colocado a la fe verdadera en un grado no menor que la seguridad o la confianza segura del perdón de los pecados, la aceptación de sus personas y su salvación futura. Pero esto es muy triste e intranquilizador para muchas almas vacilantes y solitarias, que llegan a la conclusión de que los que no sienten seguridad, no son objeto de la gracia, lo cual les ha dado a los papistas una gran ventaja. Fe no es seguridad. Pero esta última, a veces, corona y recompensa a una fe fuerte, vigorosa y heroica por el Espíritu de Dios irrumpiendo en el alma con una luz como evidencia y arrasando con toda esa oscuridad, esas dudas y esos temores que antes la abrumaba". -Obispo Hopkins escribiendo sobre los Pactos, 1680.

(23) "Falta de seguridad no es incredulidad. Los espíritus desalentados pueden ser creyentes. Hay una diferencia manifiesta entre la fe en Cristo y la consolación de esa fe, entre creer para vida eterna y saber que tenemos vida eterna. Hay una diferencia entre el hecho de que un niño tenga derecho a una propiedad y su conocimiento total del título que lo acredita con tal derecho. El carácter de la fe puede estar escrito en el corazón, como letras grabadas en un sello, pero lleno de tanto polvo que estas no se pueden distinguir. El polvo impide la lectura de las letras pero no las borra". -Discourses (Discursos) por Stephen Charnok, de Emmanuel College, Cambridge, 1680.

(24) "Algunos roban su propia tranquilidad, colocando a la fe salvadora en la seguridad total. Fe y seguridad de fe, son dos privilegios diferentes y separados. Usted realmente puede haber recibido a Cristo sin el conocimiento ni la seguridad de haberlo recibido. Algunos dicen: «Tú eres mi Dios», cuando Dios nunca les ha dicho: «Tú eres mi pueblo». Estos no tienen derecho a ser llamados hijos de Dios; hay otros, de quienes Dios dice: «Este es mi pueblo», pero ellos no se atreven a llamarlo «su Dios»; estos tienen derecho de ser llamados de Dios, pero no lo saben. Han recibido a Cristo, esa es, de hecho su seguridad, pero no han recibido el conocimiento y seguridad de ello, ese es su problema... El padre reconoce a su hijo en la cuna, pero el bebé todavía no sabe que es su padre". -Method of Grace (El método de la gracia), por John Flavel, Ministro del evangelio en Dartmouth, Devon, 1680.

(25) "El que confiesa una fe débil tiene mucha paz con Dios, por medio de Cristo, pero no tanta paz como aquel que tiene mucha fe. La fe débil ciertamente llevará al cristiano al cielo, tanto como la fe fuerte, porque es imposible que la medida más pequeña de verdadera gracia perezca, siendo toda semilla incorruptible; pero no es probable que el cristiano débil que duda, tenga un viaje placentero como otro que tiene mucha fe. Aunque todos en la embarcación llegan a puerto seguro, el que sufrió mareos todo el trayecto no habrá tenido un viaje tan agradable como el que es fuerte y saludable". -The Complete Christian Armour (La armadura completa del cristiano), por William Gurnall, en algún momento rector de Lavenbam, Suffolk, 1680.