"Orad sin cesar", 1 Tesalonicenses 5:17
Nuestra forma de pensar acerca de la oración, correcta o incorrecta, se basa en nuestro concepto sobre
ella. Si consideramos la oración como el aire de nuestros pulmones y la sangre de nuestro corazón
pensamos como es debido. Aunque no somos conscientes del hecho, la sangre fluye sin cesar en nuestro
cuerpo y la respiración es continua; es un proceso que nunca se detiene. Tampoco somos conscientes todo
el tiempo de que Jesús nos mantiene en perfecta unión con Dios, pero si lo obedecemos, Él siempre lo
hace. La oración no es un ejercicio, sino la vida del santo. Ten cuidado con cualquier cosa que impida tu
ofrenda de oración. Orad sin cesar. Mantén el hábito, como un niño, de ofrendar la oración a Dios en tu
corazón todo el tiempo.
Jesús nunca habló de las oraciones sin contestar, porque tenía la certeza infinita de que la oración nunca
deja de ser contestada. ¿Tenemos, por el Espíritu, la certeza inexpresable que Jesús tenía acerca de la
oración, o pensamos en las ocasiones cuando nos ha parecido que Dios no respondió? Jesús dijo: "Todo
aquel que pide, recibe", Mateo 7:8. Sin embargo, decimos: "Pero..., pero..." Dios contesta la oración de la
mejor manera, no algunas veces, sino todas las veces, aunque no siempre la respuesta sea evidente de
inmediato en el área deseada. ¿Confiamos en que Dios contesta la oración?
El riesgo que corremos es que deseamos suavizar las palabras de Jesús y las encajamos en un significado
de acuerdo con nuestro sentido común. Pero, si sólo fuera una cuestión de lógica, no valió la pena que Él
las hubiera dicho. Los principios que Jesús enseñó acerca de la oración son verdades sobrenaturales que
Él nos revela.