miércoles, 8 de abril de 2020
8 de abril - La gloria y la miseria del hombre - Ray Stedman
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1:27).

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Lo que el mundo ha olvidado y está
buscando e intentando hallar en vano, lo que todos los cursos de psicología
esperan encontrar, lo que todo programa de mejora personal está intentando
realizar, es este secreto perdido de cómo se suponía que debía de funcionar
el hombre. Se ha perdido de la semejanza a Dios. Es por eso que los humanos
pueden crear, pero todo lo que crean tiene una tendencia al mal. Es por eso
que pueden comunicarse, pero no solo comunican la verdad y la belleza, sino
además la lujuria, el odio, la inmundicia y la muerte. Ese es el motivo por
el que, a pesar de que todavía conocen los valores morales, los niegan y los
racionalizan para exaltar el mal.
Es aquí donde entra el Evangelio.
Pablo nos enseña el plan que tiene Dios para contrarrestar la caída de la
humanidad. En Colosenses 3:9-10 dice a los cristianos: “No mintáis los unos a
los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido
del nuevo. Este, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta
el conocimiento pleno”.
Tenemos la semejanza de Dios que
está siendo restaurada en los humanos. La imagen de Dios no se ha perdido
nunca, porque los humanos retienen todavía la capacidad para ser semejantes a
Dios, pero no tienen ya la habilidad hasta que Jesucristo no sea restaurado
en el corazón humano. Cuando Él entra en él, comienza un proceso que, poco a
poco, por medio de pruebas y sufrimientos, dolor y decepciones, gloria,
bendición y la emocionante experiencia de la gracia, nos está cambiando a fin
de poder reproducir en nosotros la semejanza de Dios. No solo tenemos la
capacidad para ser semejantes a Dios, sino que de hecho nos estamos
convirtiendo en seres semejantes a Él. ¿No es esto glorioso?
Recuerde usted ese versículo en 2
Corintios en el que Pablo dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el
rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del
Espíritu del Señor” (3:18). Ese es el proceso que restaura la semejanza a
Dios en los humanos.
Existe una maravillosa imagen en el
Antiguo Testamento, en el libro de Malaquías, en donde dice que Dios está
sentado como un refinador y purificador de la plata (3:2b-3). Pone la plata
en el recipiente refinador y coloca una hoguera muy caliente debajo de él. Al ir
derritiéndose la plata, la escoria comienza a flotar hacia la superficie. El
platero se sienta y la va eliminando, tirando la escoria al ir soltándose. De
vez en cuando se inclina y mira en el interior del cuenco. ¿Qué es lo que
está buscando? El reflejo de su propia imagen. Cuando puede ver su imagen
reflejada sobre la plata, sabe que es pura.
¿No nos explica esto algo a
nosotros acerca de la vida? Esto es lo que está haciendo Dios con nosotros.
¿Por qué tenemos que pasar por estas decepciones que nos hacen sentirnos
derrotados, teniendo que experimentar estas aflicciones tan tremendas, estas
pruebas tan duras, estas presiones, estas tribulaciones, estas tentaciones,
estos tiempos de fracaso así como los de gozo, bendición, gloria y éxtasis en
el Señor? ¿Qué es lo que nos está haciendo a nosotros? Está refinando la
plata hasta que pueda ver de nuevo Su semejanza.
Padre, te doy gracias por refinarme
para que se pueda ver Tu semejanza en mí. Yo me someto no solo a Ti, sino a
la manera en que lo estás haciendo, a pesar de que a veces resulte doloroso.
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Aplicación a la vida
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Sin el Evangelio, buscamos en vano
el secreto perdido de cómo se supone que debe de actuar el hombre. ¿Qué
imagen tenemos sobre la manera en que estamos siendo conformados a Su imagen?
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