jueves, 2 de abril de 2020
2 de abril - De las tinieblas - Ray Stedman
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El actual día de veinticuatro horas
de duración, que se produce de manera repetitiva, es un microcosmos simbólico
de edades pasadas. Si es ese el caso, no encontramos en el Génesis 1 días de
veinticuatro horas de duración, sino más bien un periodo indefinido de tiempo
mucho más descriptivo del que se conoce como edad o época de tiempo. Pero
cada uno de ellos debe caracterizarse por la tarde y la mañana. Fíjese usted
en este orden, ya que la tarde es lo primero que se menciona. Nosotros los
occidentales, con nuestra tendencia a hacer concesiones, hemos dividido el
día de manera que parece como un emparedado, comenzando con un periodo de
oscuridad, seguido de un periodo de luz entre medias y finalmente otro
periodo de oscuridad. Empezamos nuestro día a la media noche. Pero en el
mundo oriental, el día empieza al ponerse el sol, de tal manera que cada día
empieza con el atardecer y termina con un periodo de luz. Esto coincide con
esta revelación sobre la manera que obra Dios. Poco importa que se trate de
un día de la humanidad sobre la tierra, una era de tiempo o que se trate de
un periodo de veinticuatro horas, cada uno de ellos empieza con un período de
oscuridad y después un período de luz. Como dice el apóstol Pablo en 1
Corintios 15: “Pero lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo
espiritual” (v. 46). Ese es el orden invariable.
¿Qué significado tiene esto para
nosotros como cristianos? ¿No podemos nosotros seguirle la pista a este
cumplimiento en nuestra propia experiencia? ¿No empezamos todos nuestra vida
en la oscuridad, en el poder de la muerte y la oscuridad? Por medio de la
gloriosa redención de la cruz de Jesucristo hemos pasado a un periodo de luz
que es “como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es
perfecto” (Proverbios 4:18); hemos llegado a un período de crecimiento y de
una luz que cada vez se extiende más. Usted puede ver este orden en la obra
del Señor Jesucristo mismo. Hubo la oscuridad de la crucifixión, que pasó al
poco tiempo para convertirse en la gloriosa mañana de la resurrección cuando
Él apareció en la gloria de un nuevo día y una nueva vida. Las Escrituras
dejan además perfectamente claro que si no hemos pasado nunca por la
oscuridad con Él, no podemos esperar que haya una mañana. Pero no debemos de
vivir constantemente en la oscuridad. El testimonio de las Escrituras es que
aquellos que se aferran a la oscuridad o tinieblas, que se niegan a dejarse
llevar a la luz al final se convierten en lo que describe Judas: “estrellas
errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las
tinieblas” (v. 13b).
Padre de las luces, te doy gracias
que de las tinieblas produces luz y que has traído esta luz a formar parte de
mi propia experiencia por medio de la fe en Jesucristo.
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Aplicación a la vida
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Hay tantos que todavía están ciegos
y en total oscuridad, a pesar de que sienten y piensan sinceramente que ven
con claridad. ¿Hemos personalmente tomado la mano de Jesús para que Él nos guíe a Su gloriosa vida?
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