miércoles, 1 de abril de 2020
1 de abril - En el principio - Ray Stedman
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Cada uno de nosotros empezamos la
vida siendo bebés, no siendo conscientes de lo que estaba sucediendo a
nuestro alrededor o de cómo era el mundo. Pero al ir haciéndonos mayores,
comenzamos a fijarnos en el mundo, en el cielo, el mar, los vientos, los
pájaros, las flores, los animales, los árboles y toda la vida a nuestro
alrededor. Al ser conscientes del mundo, nos hicimos inevitablemente algunas
preguntas acerca de él. Esas preguntas han sido contestadas para nosotros de
manera breve aquí en las primeras palabras de Génesis.
¿Cuáles son las preguntas? Primero
nos preguntamos a nosotros mismos: “¿Qué es todo esto?” Llevados por una
curiosidad insaciable, los humanos han intentado contestar a la pregunta
desde que aparecieron en la tierra. Intentan explorar el universo y el mundo
en el que viven.
En segundo lugar preguntamos:
“¿Cómo empezó?” Esta pregunta es el énfasis de la ciencia. Después
preguntamos: “¿Cuándo comenzó todo? ¿Cuánto tiempo lleva el mundo de esta
manera?” Finalmente, nos encontramos ante la gran pregunta filosófica:
“¿Quién se halla tras él? ¿Quién se encuentra oculto tras estos extraños y
asombrosos procesos?” Estas preguntas reciben contestación en este versículo
y por lo tanto sirve como una tremenda introducción a los grandes temas de la
Biblia.
Piense usted en la primera
pregunta, en la que resulta más evidente para nosotros: la maravilla del
universo mismo. “En el principio”, leemos, “creó Dios los cielos y la tierra”
(Génesis 1:1). Alguien ha dicho que esta frase es el principio de la verdadera
ciencia, porque una parte fundamental de la labor de la ciencia es observar y
clasificar todo lo que se puede observar en la composición del mundo de la
naturaleza. Este es un primer esfuerzo por clasificar. ¿Qué ve usted a su
alrededor? Usted ve dos grandes clases de cosas: los cielos y la tierra.
Una de las maravillas de la Biblia
es que usa un lenguaje que se comunica con personas de lo más primitivas, que
tienen un conocimiento limitado, pero al mismo tiempo sigue teniendo
significado y un sentido inagotable para los más eruditos e instruidos. Se
dirige por igual a toda clase de personas en la humanidad, de modo que esa es
la belleza del lenguaje de la Biblia.
La Biblia evita lo terriblemente
ridículo de algunos de los primeros mitos acerca de la creación que se
encuentran en otras religiones. Fue la Biblia la que primeramente dijo que el
número de las estrellas es algo por encima de cualquier cómputo, declarando
que Dios “extendió los cielos” (Isaías 51:13) a lo largo de la expansión sin
límites, que no puede ser jamás medida y que está llena de estrellas que son
tan numerosas como la arena de las orillas del mar (Génesis 22:17). La
ciencia moderna ha establecido ahora que esto es verdad.
Es también la Biblia la que dice
que la tierra se encuentra suspendida sobre nada (Job 26:7). Describe de esta
manera poética la fuerza misteriosa de la gravedad que nadie ha podido jamás
entender. Fue la Biblia la que dijo que “lo que se ve fue hecho de lo que no
se veía” (Hebreos 11:3), precediendo de esta manera por muchos siglos los
descubrimientos de la ciencia que finalmente reconoció que toda la materia
está compuesta por energía invisible y que la materia y la energía son
intercambiables.
Señor, te alabo como el Creador y
el que sustenta todas las cosas. Desde el comienzo mismo de los tiempos Tú no
has cambiado, y yo me siento agradecido conociéndote como Él que ha hecho
todas las cosas.
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Aplicación a la vida
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El propósito de la Biblia no es
decirnos cómo van los cielos, sino más bien cómo ir al cielo. ¿Qué es lo que
resulta tan hermoso respecto al lenguaje de la Biblia que hace que lo abarque
todo?
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