jueves, 26 de marzo de 2020
26 de marzo - Los padres y los hijos - Ray Stedman
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Como es natural cuando hablamos
acerca de los padres, esto incluye tanto a la madre como al padre. Es cierto,
sin embargo, que el énfasis recae más sobre el padre, porque él es
responsable de aquello en lo que se convertirán sus hijos. Esto es algo muy
serio, ¿verdad, padres? La madre podrá hacer cumplir una política, pero forma
parte de la labor del padre asegurarse de que sus hijos sean educados como es
debido. No hay nada que más deshonre al espíritu del cristianismo que la
actitud que adoptan muchos padres: “Yo soy el responsable de ganarme el
sueldo, y la labor de ella es criar a los hijos”. ¡No es así en la Palabra de
Dios! En la Biblia, la responsabilidad definitiva de aquello en lo que se
convierte el hogar es del padre, por lo que esta palabra está dirigida a los
padres.
Es así como el padre se somete a
sus hijos, evitando a propósito aquellas cosas que hacen que los hijos se
rebelen. “No provoquéis a ira a vuestros hijos”. La palabra que se usa aquí
significa “la ira que da como resultado la rebelión”. “Padres, no provoquéis
a vuestros hijos de manera que pierdan totalmente el control y se pongan
decididamente en contra de la autoridad”.
Hay dos cosas que provocan la
rebelión en los hijos: la indulgencia y la dureza. Estas dos cosas son el
aspecto negativo de las dos cosas que representan lo que debe de hacer el
padre: “Criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Las dos cosas
contrarias a estas son la indulgencia y la dureza.
La falta de disciplina hará que el
niño se sienta inseguro, desgraciado y que se vuelva egoísta. Esto es lo que
llamamos “un niño consentido”, es decir, aquellos hijos que se crían
intentando salirse siempre con la suya en todo y que se convierten en
tiranos, sin importarles para nada los sentimientos de los demás. Esto es el
resultado de la indulgencia por parte de los padres que permiten que sus
hijos tomen decisiones que ningún niño está capacitado para tomar. Es preciso
que los padres aprendan que son ellos los que tienen que tomar las decisiones
por sus hijos durante bastantes años en la vida, enseñándoles gradualmente a
tomar decisiones cuando están capacitados para hacerlo. Durante los primeros
años de la infancia los padres tienen que tomar prácticamente todas las
decisiones. Una de las cosas más terriblemente trágicas acerca de la vida
actual es el grado en el que muchos padres permiten que sus hijos tomen
decisiones que son incapaces de tomar.
El otro extremo que hace que un
hijo se rebele es la dureza, la imposición de una disciplina rigurosa y
exigente que no va nunca acompañada del amor o de la comprensión. La
disciplina rígida, estilo militar, es la que dice: “Haz esto o lo otro o lo
de más allá”, algo que hará que el hijo inevitablemente se rebele al llegar a
la adolescencia.
En oposición a esto el apóstol
habla acerca de dos cosas: la disciplina y la amonestación (la exhortación)
en el Señor. La palabra para disciplina significa “poner en mente” al Señor,
que es instruir y hacer que el hijo siempre tenga en cuenta al Señor. Al ir
creciendo el niño, la disciplina física debe de ser reemplazada por la
exhortación, por la comprensión, ayudándolo a comprender cuáles son los
motivos tras las restricciones, mostrando siempre interés y amor. Esto no
significa el relajar totalmente los límites, sino que se refiere a una manera
diferente de hacer que se cumplan.
Padre, te doy gracias porque Tú
puedes cambiar las equivocaciones que he cometido como padre en oportunidades
para el progreso en las vidas de mis hijos, así como en mi propia vida.
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Aplicación a la vida
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¿Somos nosotros, como padres,
capaces de ver y de reconocer los dos comportamientos corrientes que causan
la rebeldía en nuestros hijos? ¿Qué instrucción y enseñanza nos da nuestro
Padre?
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