Esta no es una mera doctrina. Si
está usted teniendo un conflicto con alguna persona, esta es la manera de
conseguir tener paz: “Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno”.
Pablo empieza con una definición de lo que es exactamente la paz. La
verdadera paz es la unidad. No es sencillamente el hecho de que cese la
hostilidad, la ausencia de conflictos; significa ser uno. Todo lo demás es
superficial, temporal y totalmente insatisfactorio. Usted sabe que esto es
cierto. Usted ha hecho las paces por medio de términos superficiales y ha
descubierto que es solo algo externo. Si usted se limita a estar de acuerdo
en no luchar, eso no es paz e invariablemente da como resultado un nuevo
enfrentamiento, poniéndose de nuevo de manifiesto la anterior animosidad.
Este es el motivo por el cual lo que llamamos paz entre las naciones nunca
dura, porque no es realmente paz. No representa de ninguna manera la unidad.
Es tan solo una manifestación del agotamiento que es el resultado de esa
lucha o guerra, el acuerdo para ponerle fin durante un tiempo hasta que todos
podamos recuperarnos y volver a armarnos, y entonces empieza otra vez la
guerra, porque nunca ha quedado nada acordado.
Pero aquí el apóstol nos habla
acerca del secreto de la paz. El secreto de la unidad es una Persona: “Él es
nuestra paz”. Y cuando el Señor Jesucristo hace la paz, ya sea entre personas
o entre naciones, la paz es algo satisfactorio, permanente y será una paz
genuina. Lo que Pablo está diciendo es que para vivir en paz es preciso que
tenga usted paz. El problema con la mayoría de nosotros es que queremos
empezar por acabar solo con los resultados del conflicto. Dios no empieza
nunca ahí; comienza con la persona. Dice que la paz es una Persona, y a fin
de que pueda usted vivir en paz con otra persona, es preciso que viva usted
en paz con la Persona de Cristo. Si tiene usted Su paz, entonces podrá
empezar a resolver el conflicto a su alrededor. Pero usted no puede hacerlo
nunca sobre ninguna otra base, de manera que el lugar donde empezar, el
origen de la paz, es resolviendo cualquier problema que pueda existir entre
usted y Jesucristo.
Son muchas las personas que acuden
a mí con diferentes problemas que tienen que ver con conflictos. Normalmente
están molestas, turbadas, desanimadas o enojadas. Me cuentan todas las cosas
tan terribles que ha hecho la otra persona y todos los motivos por los que se
justifica que se sientan tan enojadas. Yo escucho todo lo que me dicen y a
continuación les digo: “Sí, es verdad que tiene usted un problema, pero ese
no es su único problema. En realidad usted tiene dos problemas, y el que no
ha mencionado para nada es el problema con el que debe de comenzar”. A
continuación les hago darse cuenta de que su problema básico es que ellas
mismas no tienen paz. Se sienten molestas, furiosas y emocionalmente
afligidas, de modo que todo lo que hacen se ve influido por su estado
emocional, de manera que les resulta imposible resolver el problema hasta que
ellas mismas no tengan paz.
Pero esta es la promesa que ha
hecho Dios a los cristianos: Él es nuestra paz, y una vez que ha cambiado la
actitud de estas personas, una vez que su corazón deja de estar inquieto, una
vez que han dejado el asunto en manos del Señor y se dan cuenta de que Él
está actuando al respecto, que Él tiene la solución, su corazón podrá estar
en paz, y entonces podrán empezar a entender lo que está sucediendo y podrán
aplicar algunos remedios inteligentes a la situación que acabará por resolver
el problema. Existe un profundo discernimiento en el hecho de que
el apóstol empieza con la declaración de que Cristo es nuestra paz y solo Él
puede lograrlo.
Padre, te doy gracias por poder
tener acceso a Ti. Ayúdame a creer en el mensaje de paz y de esa manera poder
disfrutar el gozo y la paz de la vida contigo.
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Aplicación a la vida
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La paz es la ausencia de la guerra,
pero ¿qué es la verdadera paz? ¿Cuál es el resultado inevitable de la paz que
se siente basándose en las condiciones externas? ¿Dónde encontramos la
verdadera paz y la unidad?
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