martes, 3 de marzo de 2020
3 de marzo - Alumbrados por la oración - Ray Stedman
Los ojos del entendimiento es
una extraña expresión, ¿no es cierto? Los ojos son el instrumento por medio
del cual percibimos las cosas, y la mente también tiene ojos. Si usted
escucha la verdad respecto a cualquier tema, los ojos de su mente estarán
captando ideas. Pero el apóstol nos dice aquí que no sólo tiene la mente
ojos, sino que también los tiene el corazón. El corazón necesita ver cosas,
necesita captar y entender la verdad. De modo que las Escrituras usan el
corazón como el lugar de nuestras emociones.
¿Se acuerda usted de ese episodio
en Lucas 24, ese paseo a Emaús cuando el Señor resucitado se les apareció a
dos de sus discípulos? El Señor se unió a ellos, pero ellos no sabían quién
era. Caminó junto a ellos revelándoles todas las Escrituras respecto al
Mesías prometido. Después, se dijeron el uno al otro: ―¿No ardía nuestro
corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las
Escrituras? (v. 32).
Ese arder del
corazón representa que los ojos del corazón se están abriendo. Es la
inflamación del corazón, de manera que cobra vida y se siente profundamente
conmovido. Es este arder del corazón que el apóstol desea que sientan estos
cristianos. Cuando el corazón comienza a arder a causa de la verdad, cuando
echa raíces en usted y usted sencillamente tiene que responder a ello, es
entonces cuando sabe usted con toda certeza que Dios es real, que la
esperanza de su llamamiento es genuina, que el poder de Su presencia está a
su alcance y que las riquezas de Su ministerio por medio de usted se están
manifestando también a otras personas.
Recuerdo cuando un joven se volvió
cristiano, vino a la iglesia y se casó con una muchacha que se había criado
en la iglesia. Al principio resultó realmente maravilloso ser testigo del
desarrollo de su vida cristiana. Este joven leía con verdadero anhelo las
Escrituras, pero después de un tiempo comenzó a enfriarse. Empezó a perder
interés en las Escrituras y dejó de asistir al templo. Ya no tenía interés en
tener comunión con otros creyentes.
Como es natural, su esposa empezó a
sentirse preocupada, de manera que ella y una amiga decidieron que orarían
juntas todos los días por el esposo. Ella decidió en su corazón que no le
regañaría, porque no quería que él regresase a menos que su corazón le animase
a hacerlo de una manera genuina. De modo que decidió orar a diario. Durante
un mes o más no pasó nada, a pesar de lo cual ella siguió orando.
La actitud del esposo comenzó
gradualmente a cambiar un poco. Un día le encontró leyendo la Biblia. No le
dijo nada, pero fue algo que hizo que se sintiese animada. Y un domingo él le
dijo que iba a ir con ella al templo. De nuevo ella se regocijó en su
interior, y al cabo de un tiempo él le dijo a su esposa: ¿Sabes una
cosa? ¡La verdad es que me había realmente alejado! Por algún motivo había
perdido todo mi interés en el Señor, pero Dios ha obrado en mi y me ha traído
de regreso. ¡Qué maravilloso testimonio del poder de la oración para abrir
los ojos!
No basta con sólo enseñar la
verdad. No logramos afectar nunca a toda la persona hasta que no se hayan
iluminado los ojos del corazón de esa persona. Cuando la verdad pasa de la
cabeza al corazón, se apodera también de las emociones y es entonces cuando
la voluntad se motiva como es debido y entonces la persona comienza a crecer
de una manera tremenda.
Señor, abre los ojos de mi corazón.
Me doy cuenta de que para que suceda eso es preciso que doble mis rodillas,
que implore al Espíritu en oración, para que la verdad se convierta en algo
vital y que me constriña.
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Aplicación a la vida
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La oración fiel acorta una de las
más grandes distancias conocidas por la humanidad que es la distancia entre
nuestra cabeza y nuestro corazón. ¿Hemos sentido nosotros el Poder de Su
Presencia?
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