viernes, 11 de octubre de 2019
11 de octubre – INCLUSO UNOS POCOS
Así que Jonatán le dijo a su escudero: «Vamos a cruzar hacia la
guarnición de esos paganos. Espero que el Señor nos ayude, pues para él no es
difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos». 1 Samuel 14:6.
En general, cuando Dios
tiene el propósito de bendecir una iglesia, comienza de esta forma: dos o tres
personas en ella están preocupadas por la situación actual y hasta se angustian
por ello. Quizá no se comunican entre ellos ni conocen de su dolor común, pero
comienzan a orar con un deseo ferviente y una insistencia incansable. Los
motiva la pasión por ver un avivamiento en la iglesia. Piensan en esto cuando
se van a dormir, sueñan con eso, meditan en esto cuando van caminando por la
calle. Esa sola cosa los consume. Se preocupan y angustian por las almas que se
están perdiendo, sufren dolores de parto por las almas. Cuando sale el sol, las
cimas de las montañas son las primeras en recibir su luz, y aquellos que viven
siempre cerca de Dios serán los primeros en sentir la influencia de la frescura
que vendrá. Si el Señor me diera una docena de hombres de oración
perseverantes, apasionados por las almas, por su gracia sacudiríamos Londres de
punta a cabo. El trabajo continuaría sin la mayoría de ustedes, cristianos,
quizá algunos solo estorban la marcha del ejército. Pero denme doce hombres que
sean como el león y como el cordero, que sientan un ferviente amor por Cristo y
por las almas, y nada será imposible para su fe.
A través de la Biblia en un año: 2 Pedro 1-3
10 de octubre – LA PREPARACIÓN
«Mi hijo Salomón, pensaba David, es muy joven e inexperto, y el
templo que hay que construir para el Señor debe ser el más grande y famoso de
toda la tierra; por eso le dejaré todo listo». Así que antes de morir David
dejó todo listo. 1 Crónicas 22:5.
En los inicios de la
historia cristiana, hubo una preparación previa de la iglesia antes de que se
expandiera. Observa los obedientes discípulos sentados en el Aposento Alto,
esperando ansiosos. Cada corazón presente había sufrido la muerte del Señor, y cada
uno de ellos esperaba recibir el poder del Espíritu prometido. Allí, con un
corazón y una mente, esperaban y velaban en oración, hasta que vino el
Consolador, y con él fueron añadidas tres mil almas.
Un hombre que no
muestra sensibilidad ni compasión por otras almas puede ser usado en alguna
ocasión para ganar un alma. La buena palabra que predica no dejará de ser buena
porque el proclamador no tenga el derecho de declarar los estatutos de Dios.
Pero como regla general, los que traen las almas a Cristo son aquellos que
primero han sentido una agonía y un deseo ferviente de que las almas se salven.
En esto reflejamos el carácter de nuestro Maestro. Él es el gran Salvador de
los hombres, pero antes de que pudiera salvar a otros, aprendió en su carne a
solidarizarse con ellos. Lloró sobre Jerusalén, sudó gotas de sangre en
Getsemaní, fue y es un Gran Sacerdote que sufrió nuestros dolores. Como Capitán
de nuestra salvación, al traer muchos hijos a la gloria, los sufrimientos lo
perfeccionaron. Ni siquiera Jesús fue a predicar sin antes haber pasado noches
enteras orando e intercediendo y derramando lágrimas por la salvación de sus
oyentes.
A través de la Biblia en un año: Eclesiastés 9-12